HOMILÍA, SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO, 6 DE DICIEMBRE DE 2020.
Como sabemos, el Adviento es un tiempo de esperanza y alegría recordando la larga espera del pueblo de Israel a lo largo de los siglos para la venida del Señor, la esperanza ya cercana de María Santísima y San José a lo largo de los meses antes del nacimiento del Niño Jesús, y por ende nuestra doble esperanza para el cumplimiento de las promesas del Señor sobre la segunda venida gloriosa cuando se manifestará el triunfo de Dios sobre el mal, la muerte, u por ende, nuestra celebración de la Navidad de este año que ha de ser un adelante de la alegría de este triunfo. Me voy a fijar tanto en la primera lectura del Libro de Isaías y la segunda de la Segunda Carta de San Pedro, con la esperanza que nos llenen de confianza en el cumplimiento de las promesas del Señor.
Nuestra primera lectura de hoy es el inicio de la segunda parte del libro de Isaías y proviene de otro profeta de nombre desconocido que los estudiosos de la Biblia suelen llamar Deutero Isaías o Segundo Isaías. El gran profeta Isaías visión en el siglo VIII durante la hegemonía del Imperio de Asirio, cuya capital se encontraba en Nínive que se encuentra en lo que es ahora Irak, mientras este profeta vivió en el exilio que se dio entre los años 587 y 538 a. C. Esta última fecha corresponde a la conquista de Babilonia, que había conquistado Jerusalén, destruido la ciudad y el Templo y llevado miles de los habitantes, sobre todo las personas más importantes e influyentes como exilios a Babilonia. La caída del imperio de los caldeos con su capital en Babilonia se dio de la mano del Rey Ciro de los Persas, lo que es más o menos hoy en día Irán. Ya antes de la destrucción de Jerusalén y del Templo, Dios, a través del Profeta Jeremías había previsto un largo periodo de exilio, pero también la vuelta del los exilios a su tierra. Se trataba del castigo de Dios de parte de los reyes, sacerdotes y falso profetas. Era el desastre más grande sufrido por el Pueblo de Israel, pues expulsados de su tierra y destruida la nación, resultó ser una prueba enorme que no lograban entender. Sin embargo, Dios les envió este nuevo profeta con un mensaje de esperanza. Hoy nos toca reflexionar sobre los primeros versículos de su libro que va desde el capítulo 40 a 55 del Libro de Isaías. Comienza con la invitación alentadora: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados".
Dios libera a su pueblo. Babilonia está bastante lejos de Jerusalén y Dios invita a la gente a preparar un camino: En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor. Podemos ver este camino no tanto como un camino físico por el desierto, sino como un camino interior dentro del alma de cada uno para disponernos a acoger al Señor que viene de nuevo en esta Navidad. Constatamos el gran gozo y alegría que las palabras del profeta expresan. En nuestro mundo actual, con tanto mal que constatamos, más que otros años en este año con todos los líos provocados por la supuesta pandemia y las acciones de los gobernantes del mundo entero que actúan más bien como hijos de Satanás. Estando en una época de grandes avances en la ciencia, no han sido capaces de proporcionar un verdadero remedio para este mal que han llamado Cov 19. Han impuesto un régimen de confinamiento de toda la población, pues en ningún caso en la historia se ha confinado a los sanos. Tanto aquí en España como en otros países, mientras los políticos mandaron prohibir que más de 6 personas pudieran comer en un restaurante, ellos mismos han participado en banquetes de más de 100 personas, o mientras prohibieron los viajes, ellos han ido de vacaciones etc. No es de extrañar, pues que cuando los reyes y otros gobernantes de Israel, Dios los haya castigado. Ahora, el profeta indica que ya han cumplido el castigo y podrán volver a Jerusalén. Recordemos que "Dios es comprensivo y misericordia, lento a la ira y rico en piedad".
Pasemos ahora a nuestra segunda lectura donde San Pedro nos recuerda: El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón.Com o también Jesús había profetizado los grandes acontemimientos que van a acompañar "el día del Señor" o la segunda venida del Señor, que será preceido por terremotos, guerras y otras catástrofes, San Pedro hace referencia a lo que se va a producir en aquel momento. Sin embargo, nos exhorta a esperar con paciencia la llegada de los cielos nuevos y la tierra nueva, y que el Señor nos encuentre en paz, inmaculados e irreprochables. ¿Y cómo podemos alcanzar la paz, la confianza en la presencia del Señor y que nada nos turbe, como decía Santa Teresa de Jesús: Nada de turbe, nada. Nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta. Eleva el pensamiento, al cielo sube,por nada te acongojes, Nada te turbe.A Jesucristo siguec on pecho grande, y, venga lo que venga,Nada te espante.¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, Todo se pasa.Aspira a lo celeste,que siempre dura; fiel y rico en promesas,Dios no se muda. Ámala cual merece Bondad inmensa;pero no hay amor fino Sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera. Todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores. Quien a Dios tiene.Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro, Nada le falta.. Id, pues, bienes del mundo;id, dichas vanas,aunque todo lo pierda. Sólo Dios basta.
¿Qué podemos hacer, pues para disponernos de la mejor manera para acoger de nuevo y con mayor esperanza y amor en esta Navidad? Para muchos este año 2020 ha sido muy duro, algunos de los ancianos acogidos en residencias han muerto por falta de cuidado, sus familias no han podido siquiera participan en sus exequias etc. Otros han perdido su puesto de trabajo o sus negocios han quebrado o van a quebrar, otro se han enfermado por otros males y no han sido atendidos debidamente y un largo etcetera. Recordemos lo que decía el Profeta Jeremías "Maldito el hombre que pone su confianza en el hombre" (17,5), queriendo decir que el único que merece nuestra plena confianza es el Señor. Y San Pedro escribía en nustra primera lectura de hoy: "No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. Él es el único que merece nuestra confianza".
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