HOMILÍA DEL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO II, 13 DE DICIEMBRE DE 2020.
Tradicionalmente, este domingo se ha llamado "Domingo de Alegría". Por ello, me voy a fijar en este tema que se basa en nuestra segunda lectura de hoy tomada de la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 5,16 a 24. El pasaje consiste en una serie de frases breves empezando con la exhortación: Estad siempre alegres. El tema de la alegría es recurrente a lo largo del Antiguo Testamento, En primer lugar están las alegrías de la vida. Cosas como el amor entre marido y mujer, la posibilidad de olvidar sus dolores y sufrimientos, según el archipesimista Qoholet. Las grandes fiestas son ocasiones de compartir la alegría incluyendo el vino consumido con moderación en las grandes fiestas. También la buena salud trae consigo la alegría como una buena palabra, aunque Dios rechaza las alegrías de los malvados. El culto comunitario provoca alegría al celebrar la Alianza de Dios con su pueblo. Fiestas como la Pascua y la vendimia son ocasiones de compartir la alegría. También la fidelidad a la Palabra de Dios provoca alegría en el corazón. La esperanza de la llegada del Mesías provoca alegría y se expresa en los cantos y salmos.
En el Nuevo Testamento, no falta gran alegría como en el caso del encuentro de María con su prima Isabel, expresada en el Magníficat. El nacimiento de Jesús es una ocasión de gran alegría que se manifiesta de manera especial con la aparición del coro de los ángeles cantando "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". El reino de Dios ya está presente en Jesús. Él es el Esposo y mientras está presente, los discípulos no están obligados a ayunar. Los milagros provocan alegría, pues son anticipación de la victoria de Jesús sobre el mal y la muerte. Los ángeles del cielo se alegran sobre la conversión de un pecador, Constatamos en los Hechos de los Apóstoles la alegría que provoca la conversión en el bautismo que es la vida nueva. El amor de Jesús provoca una gran alegría. La gran fuente de alegría para los discípulos es el encuentro con Jesús resucitado y así es para nosotros sobre todo en el Domingo de Pascua cuando tradicionalmente los cristianos se saludan con Jesucristo ha resucitado y se contesta Verdaderamente Cristo ha resucitado. San Pablo nos invita y exhorta a la alegría no solo en nuestra lectura de hoy sino en otros muchos lugares. Insiste en estar siempre alegres, pero ¿cómo podemos estar siempre alegres? Incluso dice en otro lugar regocijo en mis tribulaciones. Esto lo puede decir porque tiene la plena certeza de la victoria de Jesucristo y que los sufrimientos de esta vida se terminan y llegaremos a gozar de la presencia de Dios, de Jesucristo, de los ángeles y santos en el cielo.
El Apóstol prosigue: Orad en todo momento. En la antigüedad los cristianos tomaban en serio esta exhortación y los Padres del Desierto en el siglo IV procuraban aplicarla al pie de la letra. Ellos se dedicaban a unas labores repetitivas, como hacer canastas, que dejaban la mente lista para elevar la mente y el corazón a Dios. Grandes teólogos como Orígenes y San Agustín afirmaban que este mandato se cumple dedicando toda nuestra vida y actividad al cumplimiento de la voluntad de Dios. La unión con Dios y el cumplimiento de su voluntad son fuentes de alegría también.
Dad gracias a Dios, pues esta es la voluntad de Dios respecto a vosotros como cristianos. La acción de gracias es un aspecto importante de la oración. Constatamos que Jesús, dio gracias a Dios al multiplicar los panes y peces y en la Última Cena, pues se trataba de una costumbre muy arraigada entre los judíos. Eran conscientes de que los alimentos eran un don de Dios, lo mismo la alegría de la fiesta que compartían. La misma Eucaristía es acción de gracias. No olvidemos, pues de dar gracias a Dios al dar inicio a nuestra cena de Navidad. Jesús se quejó de los licorosos que curó que no regresaron para dar gracias a Dios.
En nuestro mundo actual, parece que estaría prohibido la alegría y el gozo cuando en la Biblia es un tema fundamental a lo largo de toda ella. Ahora, con las restricciones del coronavirus han prohibido hasta el canto. Todas las medidas absurdas que no están imponiendo se basan en el miedo que todo el día los medios de comunicación están propagando. Tales medidas no tienen fundamento médico ni científico y sirven para imponer un control dictatorial a la población. Son inhumanos. He sabido que en Bélgica han mandado a la Policía a controlar cuántas personas hay en la cena de Navidad. Resulta que hay menos muertos por cualquier causa en los países incluyendo España este año que los años anteriores y que hay más probabilidad de morir de un accidente de tráfico al ir y volver del trabajo que morir de coronavirus. Además, ¿cómo es posible que ya no haya muertos por la gripe estacional, que ocurre cada año sobre todo en el caso de los ancianos. Dios nos quiere libres, nos quiere alegres y capaces de compartir la Navidad con nuestros seres queridos y también contribuyendo para que los más necesitados puedan celebrar la fiesta porque es más dichoso dar que recibir un dicho del mismo Jesús. No dejemos que los aguafiestas nos priven de la gran celebración del Nacimiento de Jesucristo Nuestro Señor en Belén. ¿Cómo sería el mundo si no hubiera venido a enseñarnos a gozar de las cosas grandes que Dios ha hecho a favor de todos nosotros,
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