HOMILÍA DEL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, 29 DE NOVIEMRBE DE 2020.
¿Qué significa Adviento? Etimólogicamente significa llegada o venida. En griego se dice parusía, aunque nosotros utilizamos esta palabra en referencia a la segunda venida de Nuestro Señor para juzgar a los vivos y muerto e dr inicio a la etapa definitiva a la que nos invita, la vida eterna. Nuestro celebración litúrgica del Adviento, con la que también damos inicio al nuevo año litúrgica no invita a tener en cuenta tres venidas. En primer lugar, la venida de Jesucristo con su nacimiento de la Sma. Virgen María en Belén, esperada a lo largo de los siglos por los profetas, hombre y mujeres santos y devotos de Israel, como Simeónn y Ana a quienes María y San José encontraron en el templo. Por lo tanto, el Adviento es tiempo de espera y por ende de esperanza del cumplimiento de las promesas del Señor a lo largo del Antiguo Testamento. En segundo lugar se trata de nuestra espera de la segunda venida al final de los tiempos que conviene que en medio de las visicitudes de nuestra vida, no conviene que nos olvidemos de esa meta y que no perdamos la convicción de que el Señor ciertamente cumplirá todas sus promesas. En tercer lugar, se trata de dispondernos para la celebración del Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento que no es un mero recuerdo de algo que se dio hace dos mil años, sino un misterio, o una acción maravillosa de Dios que se actualiza a través de la liturgia de la Iglesia. como que vuelve a venir Jesús a nuestra alma y se hace presente en nuestro tiempo y en nuestra vida la gracia que manifestó en aquella primera venida en Belén. Por lo tanto, en el Adviento se nos presenta la figura de San Juan Bautista como el úlitmo de los grandes profetas que prepararon el camino para la vendida de Jesús por su predicación de penitencia en el desierto. Igualmente,la Sma. Virgen María tiene una gran importancia en nuestro Adviento, pues ella más que cualquier otro nos enseña a abrir nuestra mente y nuestro corazón para esta nueva venida de Jesús este año.
Además. de ser un período de esperanza y por tanto de alegría al celebrar la venida del Señor, es un tiempo de penitencia con semejanzas a la Cuaresma, aunque la Cuaresma se vive en la Iglesia con mayor conciencia de la importancia de la conversión y la penitencia. El Adviento se introdujo a la liturgia alrededor del siglo VII precisamente como una vivencia semejante a la Cuaresma e incluso en aquella época era de 40 días, empezando con la Fiesta de San Martín que es el 11 de noviembre. Por lo tanto, nos conviene mantener este aspecto no perdiéndolo en medio de las preparaciones que se suele hace en lo que podemos llamar "La Navidad comercial".
Nuestra primera lectura del c. 62 del libro de Isaías, libro que se lee mucho en estos días de Adviento, nos invita a no extraviarnos y no "enduerecer el corazón". Refleja esta invitación el salmo 94 cuando dice "Ojalá hoy no endurezcáis vuestro corazón como en Meribá como el día de Masá en el desierto. El corazón en la Biblia, como sabemos, es el centro de nuestro ser, algo así como la conciencia. Hoy en día al hablar del corazón, no como un mero músculo, nos referimos a las emociones. Esto no lo excluye la Biblia, sino que incluye los pensamientos más íntimos y la conciencia. ¿Y aquello de endurecer el corazón"? Se trata de la no acogida de las invitaciones de Dios, con la imagen de la dureza como sucede cuando la tierra se hace dura y no es capaz de recibir la semilla ni dar fruto. Además, si el Adviento es tiempo de espera, de estar atentos esperando la venida del Señor como nos indica nuestro evangelio de hoy¨Mirad, vigilad: pueus, no sabéis cuando es el momento".
Prosigue el profeta diciendo: Nadie invocaba mi nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. En la Biblia escuchar la voz, es decir la Palabra de Dios y buscar su rostro son actitudes fundamentales para cada miembro del Pueblo de Dios. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para no olvidarnos del Señor y las maravillas que ha hecho por nosotros al darnos el don de la vida creándonos a imagen y semejanza suya. Luego, regalándonos la fe católica, su gracia que nos ha hecho hijos suyos en el Hijo, llegando a inhabitar en nuestro corazón como escribía San Pablo: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazónes por el Espíritu Snto que se nos ha dado. Por lo tanto, en estos días de Adviento deberíamos poner más atención en la oración siguiendo el ejemplo de San Juan Bautista con su oración ypenitencia en el desierto, y de María Santísima cuya acititud se manifiesta en su Cántico el Magnificat.
El profeta prosigue: Todos éramos impurso, nuestra justiica era un paño manchado, todos nos marchitàbamos como un follaje, nuestras culpas nos arretataban como el viento". Si realmente anhelamos la venida del Señor, en primer lugar, no nos olvidaremos de nuestras culpas y procuraremos disponer nuestro corazón para entre el él Jesús recién nacida. Una manera de hacer esto es examinar nuestra conciencia y confesar nuestro pecados, aunque por la gracia de Dios no hayamos cometido pecados graves, pero el que realmente ama, procura no ofender al amado y si no hace se arrepiente, hace un propósito de enmienda y así aumentará su amor al amado. Deberíamos parecernos a una rama floreciente y no una hoja marchita que lleva el viendo por donde quiere.
Por lo tanto, no dejemos pasar esta estación de Adviento sin acercarnos más al Señor a través de la oración, la penitencia, animando dentro de nosotros la esperanza de la venida nueva y más profundo de Jesús que se humilló y se hizo niño para salvarnos. Tengamos plena conciencia de la necesidad de la salvación. Los cristianos de los primeros siglos se imaginaban el bautismo como un rescate de un naufragio como estando en un barco que entró en una tormenta y nos dejó tirados en ell mar en peligro de muerte. Dios nos pasó una tabla a la que nos agarramos que es el bautismo y nos salvó del naufragio.
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