HOMILÍA DEL XVII DOMINGO DEL CICLO A, 4 DE OCTUBRE DE 2020.
Probablemente el Libro del Profeta Isaías es el del Antiguo Testamento que más leemos a lo largo del año en la liturgia. San Jerónimo lo llamaba el quinto evangelio. Hoy nos toca una lectura tomada del quinto capítulo de Isaías. Desde mi tiempo en el seminario, haca ya 50 años, me ha gustado este episodio del Canto de la Viña. Como en otros domingos hay una notable coincidencia del tema de la primera lectura del Antiguo Testamento y en Evangelio de este domingo. En el evangelio, nos toca la parábola de los viñadores malvados que había hecho un contrato con el dueño de una viña, pero rehusaron entregar la parte de la cosecha que le correspondía al dueño.
Analicemos nuestra primera lectura. Parece que se trataba de un canto tal vez ajustado al mensaje que el Profeta quiso comunicar a sus contemporáneos en Jerusalén. Se trata de un canto de amor a su viña. En el siglo octavo antes de Cristo, como hoy también, el cultivo de una viña para que dé fruto bueno y eventualmente buen vino exige mucho esfuerzo y atención de parte del viñador. Primero, la ubicación de la viña tiene mucha importancia. En este caso la viña se encontraba en un fértil collado. Esto lo vemos todavía hoy. Supongo que por estar en una loma, está más expuesta al sol y crecerán mejor las vides. La entrecavó y la descantó y plantó buenas cepas. Obviamente, la preparación de la tierra es una parte importante del eventual éxito de la vendimia y del vino que se espera. Construyó en ella una atalaya y cavó un lagar. Esto para evitar a través de la vigilancia se pudiera evitar que delincuentes pudieran entran en la viña y hacer de las suyas. En un país como Israel, donde hay mucha sequedad corresponde asegurarse de un suministro suficiente de agua. Habiendo hecho todo lo necesario para que la viña produjera buenas uvas, dio agrazones. Se pregunta el viñador ¿Qué más hubiera hecho para mi viña que no haya hecho?
La viña del Señor es la casa de Israel. Todos los detalles mencionados antes se explica con esta frase. Se trata de una alegoría de todo el amor, el cariño, la generosidad de Dios para con su pueblo Israel a lo largo de su historia. Dios lo había escogido como su propio pueblo y se había empañado en preparar todo para que se diera fruto que no se dio. Israel se había olivado de todo el amor y la entrega de Dios para él. Sobre todo los había liberado de la esclavitud del Faraón en Egipto, había hecho su alianza con Moisés en el Monte Sinaí, les había dado el maná en el desierto y los había protegido de los enemigos a lo largo de los 40 años vagando en el desierto para luego introducirlo en la Tierra Prometido y otras muchas cosas, como el envío de los profetas para que no se desviaran del camino recto, pero se habían rebelado. Dios no tenía más remedio que abandonar y destruir la viña. Pues ahora os voy a decir qué voy a hacer con mi viña, quitar su valla para que sirva de pasto, derribar su tapia para que la pisoteen. La dejará arrasada, no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardo, prohibiré las nubes que llueven sobre ella".
Este mensaje del profeta no está dirigida exclusivamente al Israel de su tiempo, es decir, el siglo VIII antes de Cristo, sino a la Iglesia de hoy que es el nuevo Israel o el Israel de Dios según nos dice San Pablo. Reflexionemos sobre todo lo que Dios ha hecho a favor nuestro; la vida, la fe, la gracia, es decir todo lo que Dios nos ha entregado gratuitamente que es él mismo, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, lo necesario para la vida diaria etc. ¿Lo alabamos, le damos gracias o simplemente nos olvidamos de Dios y somos como gente ciega que no sabe de donde vienen o a donde van? En España, tan solo 10% de los bautizados participan en la misa dominical, cuando Jesús decía "el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida en sí y yo lo resucitaré en último día". Existe una generación de jóvenes mal criados y mimados que buscan "pasarlo bien", fiestas, botellones, sexo, pornografía. Otros son lo que se denominan "nini", ni trabajan ni estudian y pasan los días en la casa de sus padres conectados a Internet. No tienen ni oficio ni beneficio. Piensan que el Papá Estado los va a cuidar. ¿Qué hará el Papá Estado? Pues, como no pocos padres están por la labor de hacer los sacrificios inherentes en la crianza de sus hijos, el Papa Estado manipula a los niños enseñándoles cómo masturbarse a una tierna edad. Ya el Papá Estado ha dejado morir decenas de miles de ancianos en las residencias, encerrándoles allí y privándoles del tratamiento médico básico, ahora acaba de introducir un proyecto de ley de la eutanasia. No ha habido protesta en contra de lo que han hecho con los abuelos, ahora van por los niños. Y cómo la gente no quiere tener hijos, a futuro el país es inviable y se convierte en un país fallido. Igual Italia y el resto de Europa. Los estudios psicológicos demuestran que el abandono de la fe, va de la mano de la crisis demográfica.
En Estados Unidos, donde hacen muchas encuestas, han descubierto según una de ellas que solo el 30% de los católicos creen en el hecho de que el pan y el vino en la misa se transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo. Ahora que las iglesias han estado cerradas durante varios meses, muchos ni han regresado. He visto un reportaje en un periódico que informaba que como la mitad de los que iban a misa y no han regresado. Lo curioso es que la mayor preocupación de los párrocos entrevistados parecía ser la falta de ingresos y la imposibilidad de llevar a cabo los proyectos de mejoría en la parroquia.
Los gobiernos están arruinando sus países con medidas completamente despropiados, pero nadie protesta. En Andalucía, hay políticos que proponen imponer el uso de la mascarilla dentro de casa. La gente cumple estos decretos irracionales pero no cumplen la ley de Dios. En la alegoría de la viña, Dios la abandona y se echa a perder cubierta de zarzas y cardos.
¿Dios es cruel al abandonar su "viña"? No, porque a cada uno le dio libre albedrío y si han decidido rechazar su camino que ciertamente no es un camino fácil, pero lo que vale cuesta, no podemos echar la culpa si al final acabamos en el infierno. Ciertamente, Dios es misericordioso y quiere que todos se salven y nadie acabe en el infierno, pero dado que nos ha hecho libres, va a respetar lo que hemos escogido. En el día de Miércoles de Ceniza, se nos dice "conviértete y cree en el Evangelio", cosa que Jesús dice al iniciar su predicación en le primer capítulo de evangelio de San Marcos. San Pablo nos recomienda la necesidad de "trabajar por nuestra salvación con temor y temblor". Claro, si lo hacemos habiendo puesto toda nuestra confianza en el Señor, desaparecerán el temor y el temblor.
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