HOMILÍA PARA EL DOMINGO XIV, CICLO C, 7 DE JULIO DE 2019.
Normalmente, la segunda lectura de cada domingo está tomada de una de las cartas de San Pablo y se trata de una lectura continuada. No es muy común que se haga la homilía sobre la segunda lectura. San Pablo no es fácil de entender y para captarlo en toda su profundidad sería necesario realizar un estudio de su vida y de las cartas divididas en varios grupos. Por ello, es más difícil captar el mensaje de un pasaje breve como el que nos toca hoy. Una de las dificultades es que nos cuesta colocarnos en la situación de Pablo y la época. Pablo es el primer teólogo de la historia de la Iglesia. Esto quiere decir que es el primero en pensar y reflexionar sobre el sentido profundo de la vida de Jesús, Hijo de Dios y sobre todo se fija en el Misterio Pascual de la cruz y la resurrección. Afortunadamente, contamos con una buena cantidad de datos tanto de las cartas como de los Hechos de Apóstoles sobre la vida y la misión de San Pablo. En primer lugar, su encuentro con Jesús resucitado en el cielo en el camino a Damasco transformó radicalmente su vida y toda su mentalidad. San Pablo ama mucho el uso de la paradoja, pues el cristianismo está lleno de paradojas.
Pasemos ahora a comentar nuestra breve lectura de hoy tomada de su Carta a los Cristianos de Galacia, que se encuentra ahora en Turquía. Comienza: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo". Esta frase nos puede parecer normal a nosotros que estamos acostumbrados a tener crucifijos en las Iglesias y en nuestras casas, pero para los contemporáneos de Pablo, resultaría ser una auténtica locura. Pensemos en lo que era la cruz, el instrumento más cruel que jamás el hombre había inventado para castigar a malhechores, un medio increíble de tortura. El gran orador y filósofo romano Cicerón declaró ni se debería de mencionar en compañía respetable. Provocaba horror. Igualmente para los judíos, pues el libro del Deuteronomio había declarado que el que colgaba de una cruz era maldito. Imaginémonos hoy en día el caso de una familia que tiene un hijo encarcelado por ser traficante de drogas y otras fechorías. Los amigos de tal familia, lo último que harían sería traer a la conversación el caso de ese hijo en presencia del resto de la familia, pues provocaría mucho dolor y mejor sería no mencionarlo. Algo así sucedía con la cruz y uno condenado a muerte en ella.
Teniendo esto en cuenta, podríamos preguntarnos cómo es que Pablo afirma con tanta rotundidad que él no puede gloriarse en otra cosa sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Es más, el cristiano ha sido bautizado y en el rito simbólicamente ha muerto con Jesús, ha sido sepultado y ha resucitado con él, La explicación es que Dios en su infinita sabiduría ha escogido ese instrumento de tortura para primero someter a su propio Hijo a él y morir así, pero la cosa no termina así porque si Jesucristo hubiera muerto como cualquier otro ajusticiado, se habría acabado el gran sueño de los discípulos, cosa que los dos viandantes camino a Emaús expresan cuando dicen que ellos "esperaban que Él fuera a liberar a Israel", pero no fue así. Ellos todavía no habían recibido la buena noticia de la resurrección de Jesús.
Pablo había reflexionado profundamente en este misterio de la muerte y resurrección de Jesús y para él se trataba del fulcro sobre el que pende el mensaje cristiano. Lo expresa en el c. 15 de su carta primera a los Corintios. Sin este misterio central no hay salvación, no hay redención y por ello no hemos sido liberados de nuestros pecados y sus consecuencias. Por esto, Pablo puede hasta "gloriarse" o "jactarse" de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Solo Dios pudo haber hecho algo tan desconcertante, es decir, someter a su Hijo a esta condena horrorosa para luego manifestar su victoria en la resurrección que es una realidad absolutamente nueva e inaudita. Como escribe el Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, se trata del descubrimiento de una nueva dimensión de la misma realidad antes totalmente desconocido. Nadie ni judío ni pagano se había imaginado algo similar. Sobre este misterio, cae o se levanta todo el edificio del cristianismo y gracias a él el mundo ha sido radicalmente transformado.
El Apóstol prosigue diciendo que "el mundo está crucificado para él y el para el mundo". En la Biblia el concepto de mundo tiene un doble significado. Por una parte, se trata de la creación maravillosa de Dios que como se dice en el Libro del Génesis, es bueno y hermoso. Por otro lado, se refiere al mundo concreto que el hombre ha creado fundamentándolo en el pecado y sus nefastos consecuencias, ese mundo cuyo único salvador es Jesucristo y que tiene que ser transformado, regenerado, como dice San Pedro en su primera carta: Jesucristo resucitado "nos ha regenerado a una esperanza viva". Pablo dice que "la figura de este mundo pasa". Hay una nueva creación que se inauguró en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos y nosotros participamos en ella gracias a nuestro bautismo. Para San Pablo, TODO, la vida, la muerte, el ser judío o circuncidado o no, ser hombre o mujer, esclavo o libre, todo eso es secundario. "Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo," Para un judío la circuncisión era la marta de su pertenencia al Dios de la Alianza y signo de gran orgullo, pero Pablo dice que no sirve, que no es nada comparado con pertenecer a Cristo que significa ser una nueva criatura.
Se trata de una realidad que no solo pertenece a él sino a todos los miembros de la Iglesia, que llama el "Israel de Dios". Ya el tiempo de la antigua alianza se ha acabado y ahora está la Iglesia que lleva a su plenitud la misión de Israel: "La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. Luego dice que lleva en su cuerpo las marcas de Jesús, Sabemos que varios santos, empezando con San Francisco de Asís y hasta recientemente con el P. Pío de Pietralcina entre otros han recibido los estigmas. No sabemos si Pablo se refería a este fenómeno o más bien la larga lista de sus sufrimientos padecidos por Jesús lo había identificado con Él de manera que no solo está su alma identificada con Jesús sino también su cuerpo.
¿Qué lección podemos aprender de este breve pasaje que nos ha tocado leer en este domingo? Que nosotros hemos de darnos cuenta de la centralidad del misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús y que se renueva cada vez que celebramos la Santa Misa, no ninguna otra cosa puede tener más importancia en nuestra vida.
sábado, 6 de julio de 2019
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