sábado, 27 de julio de 2019

EL PADRE NUESTRO

HOMILÍA DEL DOMINGO XVII DEL CICLO C, 28 DE JULIO DE 2019.

Si Jesucristo se retiraba a la montaña a orar con frecuencia, obviamente la oración tenía una gran importancia para Él. También lo tiene en el Antiguo Testamento, pues el libro de los 150 salmos es un libro de oraciones y otros libros como los de los profetas contienen oraciones. Resulta que en una ocasión que  Jesús oraba, los apóstoles le pidieron que les enseñara como orar y les enseñó el Padre Nuestro. En la liturgia de la Iglesia, tanto la Santa Misa como la Liturgia de las Horas se reza tres veces al día el Padre Nuestro y seguramente los católicos y otros cristianos lo rezan millones de veces cada día. El escritor eclesiástico del siglo III Tertuliano comentaba que el Padre Nuestro es "el evangelio en breve", y otros muchos Padres como San Cipriano y  San Agustín lo comentaron.

En primer lugar, cabe señalar que la versión de San Lucas varía un poco de la de San Mateo. Comienza con la invocación "Padre". En el Antiguo Testamento no se encuentra casi ninguna referencia a Dios como Padre. En cambio, resulta ser el modo preferido de Jesús para dirigirse a Dios. Es más, utiliza la versión Aba, que se podría traducir como Papá, el modo como un niño se dirige a su padre. Así ora Jesús en el momento de la prueba extrema o agonía en Gensemaní. Hay una discusión entre los exegetas sobre el verdadero sentido de Abba en arameo, la lengua que Jesús.  hablaba. Parece que no tiene la forma de lenguaje familiar o "tú" como distinto de la forma "usted". Lo cierto es que algo debió de haber llamado la atención de los apóstoles acerca del modo de orar de Jesús, y enseguida les enseña a dirigirse a Dios como Padre, sea cierto o no como un buen grupo de exegetas cree que corresponde a la forma familiar "Papá". Se trataría de una gran novedad para ellos sobre todo en una época en la que los judíos como manifestación de suprema reverencia hacia Dios no se atrevían a referirse a Él con el nombre que Dios reveló a Moisés "Yahvé". También el hecho que San Pablo en dos ocasiones, tanto en su carta a los Romanos como a los Gálatas mantiene la palabra aramea "Abba" cuando escribe en griego indica que consideraba que había una relación especial de identidad de los cristianos con Dios como Padre, lo mismo que sucedía con Jesús.

La primera petición de la versión reducida de la oración que nos entrega San Lucas reza "Santificado sea tu nombre". El concepto de santidad en la Biblia significa separación o todo lo relacionado con Dios que es Santo. Significa que Dios está por encima de nosotros  y vive en otra esfera, como escribe Isaías: "Tan alto está el cielo sobre la tierra, así de altos son tus caminos sobre los nuestros". A Dios se le debe reverencia y adoración y aquí pedimos que nosotros sepamos dársela. Además, siendo la primera petición, nos indica que nuestros deberes hacia Dios son los más importantes, aunque el primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos implica una estrecha unión entre los dos aspectos como bien indica San Juan en su primera carta cuando afirma que no podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien sí vemos.

Jesús prosigue: "Venga tu reino", y San Lucas no nos da la otra petición que nos da San Mateo "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Primero, toda la predicación de Jesús, incluso su misma persona constituyen un esfuerzo por explicar en qué consiste el reino de Dios. Se trata de la soberanía, el poder de Dios que es Creador y Salvador. El reino de Dios se manifiesta en la misma persona de Jesús y por eso el gran teólogo del siglo III Orígenes pudo decir que el reino en Jesús es "autoreino". La petición "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo es una excelente explicación de lo que significa el reino o reinado de Dios. Corresponde a lo que dijo María al ángel "hágase en mí según tu palabra" y a lo que dijo Jesús cuando en su agonía en Getsemaní pedía al Padre que le quitara el "cáliz" y luego prosigue diciendo "que se haga tu voluntad", Para nosotros es el secreto de la santificación.

La siguiente petición; perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”  sigue lógicamente de la anterior porque el mayor obstáculo a la llegada del reino de Dios es precisamente el pecado, que es un intento de establecer nuestra propia ley y ser como Dios, como nos dice el libro del Génesis. Hoy en día reconocerse como pecadores es algo muy difícil de lograr para muchos católicos influenciados por la cultura dominante. Es uno de los motivos por los que casi nadie se confiesa, pues si se considera "buena persona" o "buena gente" ¿cómo puede considerarse pecador. Entonces, según muchos, el mal está en otros, en los políticos, los terroristas, delincuentes...  pero no en ellos. La realidad es que si no nos reconocemos como pecadores y colaboramos con la gracia para arrepentirnos no tenemos ninguna posibilidad de salvarnos, pues pensamos que no necesitamos salvación que son otros los que la necesitan. Es más, no podemos tener nada que ver con Jesucristo que según el Credo vino al mundo "por nosotros y por nuestra salvación".  Además, Jesucristo, según constatamos en el Evangelio de San Marcos dio inicio a su predicación con estas palabras: "El Reino de Dios está cerca, arrepentíos y creed el Evangelio".

Antes de la comunión vamos a recitar el Padre Nuestro, les invito a todos a fijarse en las palabras que vamos a repetir, que son las mismas que nos entregó Jesús de manera que su oración se convierte en nuestra. Si tomamos en serio la fe, tenemos que no solo repetir las palabras de Jesús sino todos los días y toda vez que rezamos esta oración procurar poner en práctica lo que las palabras significan:  recordar lo que significa la intimidad de poder dirigirnos a Dios como Padre al igual que el mismo Jesús, reconocer  la grandeza y el poder de Dios como Creador y Salvador, procurar que el reino de Dios no sea unas palabras sino esforzarnos a que reine en nuestra vida cumpliendo su voluntad, y finalmente no solo reconociendo nuestro pecados sino perdonando las ofensas que nos hacen otros como hizo Jesús en la cruz cuando dijo "Padre, perdonalos porque no saben lo que hace"




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