sábado, 3 de agosto de 2019

TRESORO EN EL CIELO

HOMILÍA, DOMINGO XVIII DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 4 DE AGOSTO DE 2019.

Viviendo en este mundo material, necesariamente tenemos que hacer uso de los bienes materiales porque no somos ángeles sino una combinación de lo material y lo espiritual. ¿Como hacer uso prudente de los bienes materiales de los que disponemos? Es un tema que Jesús toca varias veces en el Evangelio. En una ocasión dijo: "¿Qué aprovecha el hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? Cuando San Francisco Javier estaba estudiando en la Universidad París y llegó a ser amigo de San Ignacio, éste le dirigió sus Ejercicios Espirituales, que es un retiro de un mes entero que tiene como finalidad eliminar los afectos desordenados y dirigir nuestra vida entera a la gloria de Dios haciendo en cada momento su voluntad y para ello hacer una elección del estado de vida y otras elecciones menos importantes a lo largo de nuestros días. En este retiro que cambió radicalmente la vida del entonces joven Francisco Javier, le impactó enormemente esta frase de Jesús de manera que la tenía en mente a lo largo del resto de su vida.

Hoy nuestras tres lecturas tratan precisamente de este tema, de la utilización correcta de los bienes materiales para que no nos estorben en alcanzar la meta final de nuestra vida, que en palabras de San Ignacio es siguiendo a Jesús haciendo la voluntad de Dios y así darle gloria y alcanzar la salvación de nuestra alma. No se trata de un desprecio de tipo puritano o platónico los bienes materiales que es algo completamente extraño a la mentalidad bíblica. La primera lectura está tomada del Libro de Cohelet, que antes llamábamos de Eclesiastés. Forma parte del grupo de libros bíblicos que llamamos sapienciales que tradicionalmente se considera que provienen del Rey Solomón, el hombre sabio por antonomasia. No se trata de un asceta que había pasado su vida en el desierto, sino de una persona que ya había llegado a la vejez y todo lo había probado, las riquezas, la fama, el poder.

El Rey Solomón, ya viejo, estaría, diciendo que todo lo que había alcanzado ganar y acumular en el mundo a lo largo de su vida con tanto esfuerzo y empeño no es más que "vanidad", palabra que traduce la palabra hebrea "hebel" que significaría algo así como una burbuja, un soplo, o sea, casi nada. Luego prosigue "hay quien ha trabajado con destreza,  habilidad y acierto y tiene que legarle su porción al que no ha trabajado". Es una realidad que se da con frecuencia, un señor ha trabajado toda su vida en levantar una empresa y ha logrado un cierto éxito, pero llega el momento en el que lo tiene que dejar a los hijos que con no poca frecuencia no le ponen el mismo esfuerzo y empeño porque lo han heredado gratis. Por lo tanto, no hay que entregar toda la vida a una empresa material porque al final no es más que paja que arrebata el viento o una mera burbuja. Es una constatación dolorosa para una persona que ha procedido así, pues siente que tanto trabajo y sacrificio no ha servido de nada o casi nada.

Nuestro pasaje evangélico tomado del c. 12 de San Lucas comienza con un señor que se acerca a Jesús a pedirle que le diga a su hermano que le deje su parte en la herencia. Como sacerdote, he podido constatar con no poca frecuencia cuánto mal suele venir de este tipo de pelea familiar sobre las herencias. Incluso, acaba con el afecto natural que ha habido entre hermanos y otros miembros de las familias. Entra en el corazón el resentimiento y es muy difícil sacarlo. Esta circunstancia le da a Jesús la ocasión de contar esta parábola de los graneros llenos. Jesús comienza: "Mirad: guardaos de todo tipo de codicia. Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes". El que tiene la cosecha abundante, en vez de hacer buen uso de la cosecha abundante, se dice para sí mismo "Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida". Luego le dice Dios: Necio, este misma noche se te requerirá la vida". Es necio porque puso toda su confianza en unos valores pasajeros que no pudo disfrutar luego porque le llegó la muerte. ¡Cuantas personas se encuentran en la misma situación! Nadie puede prometerse un día más de vida, y aunque teóricamente sabemos esto, en realidad no actuamos conforme a tal verdad. Jesús habla de crear un tesoro en el cielo, donde "la polilla y orín no corrompen, y donde ladrones no minan y hurtan" (Lk 12, 20). No es que se prohíba el uso correcto del dinero, de las propiedades y los negocios, pero la necedad está en invertir la vida entera en esas cosas que son pasajeras.

San Pablo en su carta a los Colosenses toca el mismo tema. Comienza diciendo que ya hemos resucitado con Cristo, cosa que se dio en el bautismo y tal vez nos extrañe: "buscad los bienes de allá arriba donde Cristo está sentado a la derecha de  Dios". La resurrección de Jesucristo ha sido el inicio de una nueva creación en la que ya participamos por el bautismo. Se trata, pues, de los valores de Jesucristo como el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, la humildad, la pobreza de espíritu etc. que son los que de verdad perduran. La vida futura del Reino de Dios no es una vida completamente nueva, sino la vida de gracia que ya se ha inaugurado en nosotros por el bautismo y llegará a su plenitud en el cielo. Luego el Apóstol da una lista de cosas que hemos de evitar "Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría". San Pablo, que vivía en una sociedad pagana decadente, indica vicios muy concretos que corresponden a los valores "terrenos" que el cristiano ha de evitar porque tanto las desviaciones sexuales como la adoración del dios dinero por la codicia y la avaricia los llama idolatría. En la Biblia, el verdadero pecado, la síntesis de todo pecado es precisamente la idolatría.  Se adora algo que no es el verdadero Dios. El que se dedica a estos vicios también es necio. La Biblia dice también que el que dice que no hay Dios es necio. Así es también el que convierte el placer sexual, el placer del vientre o la posesión de bienes materiales en su Dios.

Lo opuesto a la necedad es la sabiduría, es decir, la capacidad de pesar cada realidad y darle su verdadero valor. Lo terreno es como una burbuja, una paja que arrebata el viento. Que estas lecturas de este domingo nos deje un mensaje importante para nuestra vida. Nuestras decisiones y opciones tienen sus consecuencias. La generación de católicos y otros de los años 60 se consideraba sabia porque echaba por el borde la moral sexual tradicional, se entregó a lo que llamaba "amor libre", pero  las consecuencias han sido desastrosas para todos los países occidentales: universalización de la fornicación y otros tipos de desenfreno sexual, un ataque brutal al matrimonio y la familia,  el divorcio exprés, el abandono de los hijos de manera no pocos de la generación siguiente no quieren casarse viendo lo que se dio con sus padres, la normalidad de no tener hijos o cuando mucho uno etc. , La revolución sexual nos ha dejado frutos verdaderamente venenosos. En palabras de Jesús, ha creado una generación de necios que ha sido tan tonta que se ha olvidado del hecho de que el hombre no está hecho para el disfrute sexual y de los bienes materiales en esta vida, sino que le queda la eternidad cuyo desenlace depende de nuestras elecciones en esta vida. Otro día, habría que hablar sobre cómo hay que proceder a deshacer este desastre en medio del cual seguimos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario