sábado, 10 de agosto de 2019

LA FE, SUSTANCIA DE LO QUE ESPERAMOS

Vamos a fijarnos hoy en el tema de la que nos presenta nuestra segunda lectura de la Carta a los Hebreo. La lectura comienza afirmando: "La fe es la seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve". El Papa Benedicto XVI explica el sentido de esta frase en su Carta Encíclica sobre la Esperanza Cristiana titulada Spe Salvi o salvados por la esperanza o en la esperanza, como afirma San Pablo. En primer lugar explica con bastante detalle el sentido de la palabra griega hypostasis que aquí se traduce por seguridad, que a mi parecer no es una buena traducción. Tradicionalmente en latín se ha traducido como substancia, que es una traducción correcta, aquello que está por debajo de lo que se ha construido. . Significaría la base o fundamento, así como una casa necesita una buena base o fundamento para no venir abajo, como dice Jesús al final del Sermón de la Montaña.

El autor de la Carta a los Hebreos define la fe como base de la esperanza que también prepara. Tantos los Padres como los Medievales interpretaban esta afirmación de la Carta no solo como una esperanza de un bien futuro sino también la posesión en germen ya de este bien, que es la salvación o la vida eterna. Escribe el Papa: "  Tomás de Aquino[4], usando la terminología de la tradición filosófica en la que se hallaba, explica esto de la siguiente manera: la fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve", Aquí se trata de un cambio que se da en nuestra mente y voluntad que consiste en el inicio de la posesión ya de la vida eterna. En segunda nos dispone a aceptar lo que no se ve, en por ende todo lo que Dios ha revelado y nos propone la Iglesia para creer. La fe no solo nos promete algo futuro sino que esa realidad se hace presente ya de alguna manera en nuestra alma. 

Prosiguiendo en su explicación, el Papa Benedicto toma el texto de la misma carta 10, 34 para ayudarnos a captar lo que está en juego aquí. El autor se refiere a la persecución sufrida por los cristianos:desde el punto de vista lingüístico y de contenido, está relacionado con esta definición de una fe impregnada de esperanza y que al mismo tiempo la prepara. Aquí, el autor habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: « Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran loalcs bienes (hyparchonton – Vg: bonorum), sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes (hyparxin – Vg: substantiam) ». Hyparchontason las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la « sustancia » con la que se cuenta para la vida. Esta « sustancia », la seguridad normal para la vida, se la han quitado a los cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo consideraban irrelevante esta sustancia material". ) Spe Salvi 8). 

Dado que la fe nos presenta la sustancia de lo que esperamos y no hemos de esperar hasta un futuro remoto para alcanzar ese bien que se nos promete y que esperamos, sino que ya la poseemos, aunque no plenamente, conviene reflexionar sobre lo que significa la vida eterna que es como normalmente describimos aquello que esperamos y de lo cual la fe es la sustancia. Seguimos al Papa Benedicto en esta explicación. Plantea la pregunta de si la fe es aquí y ahora una esperanza que transforma nuestra vida y no es solamente información. En el rito del bautismo del niño se da un diálogo entre el sacerdote celebrante y los padres del niño. Después de preguntarles qué nombre quieren para su hijo, les pregunta qué piden a la Iglesia y ellos responden "la fe". Los padres esperan algo más para el bautizando: esperan que la fe, de la cual forma parte el cuerpo de la Iglesia y sus sacramentos, le dé la vida, la vida eterna. La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? A no pocos hoy en día no les atrae la idea de la vida eterna, pues la interpretan como la vida que conocen en este mundo su cúmulo de dolores y desgracias y ciertamente no es que quieran que eso perdure eternamente. El Papa cita del discurso fúnebre de San Ambrosio para la muerte de su hermano Satiro: "No debemos deplorar la muerte que es causa de salvación". No entramos en lo que exactamente San Ambrosio quiso decir con esta frase, pero es cierto que hay todo un movimiento hoy en día que se llama "transhumanismo".  Estos quieren y hacen planes científicas y médicas con la intención de alargar la vida sin fin. ¿En realidad, eso es lo que realmente queremos? Me acuerdo cuando llegó el año 2000 y yo vivía en Australia, había un programa en la TV que iba siguiendo la llegada del nuevo milenio empezando con Nueva Zelanda y Australia y conforme llegaba el día 1 de enero a cada país o continente iban reportando. Entrevistaron a un señor en Londres que hablaba de como se podría alargar la vida hasta los 500 años. La cuestión es si de verdad queremos eso. 

Ciertamente, no queremos morir y menos nuestros seres queridos quieren que muramos. En algunas ocasiones posiblemente alcanzamos alguna intuición de lo que debiera ser la vida verdadera de manera que lo que cotidianamente lo que constatamos que es la vida no corresponde a ello. Luego el Papa hace referencia a la Carta a Proba de San Agustín en la que trata del tema de la oración. El Santo considera que lo que pedimos en la oración es la vida bienaventurada o lo que es la verdadera felicidad. San Agustín hace referencia al pasaje de Romanos 8,26 donde San Pablo afirma que no sabemos pedir lo que nos conviene. Aunque no sabemos en qué consiste esta realidad sí sabemos que tiene que existir, y sin embargo nos sentimos impulsados hacia esa realidad que ha de existir pero no sabemos lo que es exactamente. Comenta Benedicto que según la explicación de San Agustín, no podemos dejar de tender hacia esa realidad que esperamos aunque no sabemos 
en qué consiste."su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre. La expresión « vida eterna » trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida. (Spe Salvi 12).   

En el resto de nuestra segunda lectura el autor trata del caso de Abraham como modelo de fe. La fe no se trata de un cierto conocimiento sino nos involucra en un camino como Abraham que siguiendo la invitación de Dios abandonó su tierra a los 75 años y eventualmente se estableció en Canaán, Tuvo que suportar muchas pruebas pues aunque Dios le prometió una descendencia tan numerosa que la arena de la playa o las estrellas del cielo, tuvo que esperar mucho para que eventualmente naciera Isaac. Las prueba no acabó allí, sino tuvo que estar dispuesto a sacrificar a su único hijo. De manera similar se dieron las peripecias  de Jacob, de José y otros muchos personajes bíblicos. La fe implica escuchar a Dios y seguir el camino que nos indica. Nosotros recibimos la fe en el bautismo. La fe es una virtud teologal, es decir que tiene a Dios como objeto, pero también es nuestra y se parece a un músculo que si no se ejercita no se desarrolla. Como hemos visto, siguiendo la explicación de Benedicto XVI, la fe se convierte en esperanza cuyo objeto es la vida eterna y esto también es complicado porque no sabemos a ciencia cierta en qué consiste la vida eterna, pero al igual que Abraham, hemos de poner nuestra confianza en Dios y seguir su camino para llegar a la meta de esa vida eterna en la que consiste la verdadera felicidad. 


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