sábado, 10 de abril de 2021

OCTAVA DE PASCUA, SHALOM DE JESÚS RESUCITADO EL DON DEL ESPÍRITU PARA PERDONAR LOS PECADOS.

HOMILÍA PARA EL DOMINGO DE LA MISERICORDIA Y OCTAVA DE PASCUA, 11 DE ABRIL 2021. 

Hoy, minetras celebramos la Octava de la Pascua, también nos toca el Domingo de la Misericordia, celebración introducida por San Juan Pablo II no hace muchos años, respondiendo a la revelación privada recibida por Santa Faustina, la monja polaca que fue escogida por Dios para la propagación de la devoción de la Divina Misericordia. Esta devoción obviamente fue promovida por el mismo santo papa y dedicó su segunda carta encíclica Dives in misericordia a este tema. Parece que vivimos en una época en la que conviene, y mucho, propagar el conocimiento y la experiencia de la divina misericordia. Como es bien conocido, también el Papa Francisco ha promovida esta devoción y ha declarado un Año de la Misericordia hace unos cinco años. 

Nos toca comentar la aparición de Jesús resucitado del Domingo de la Resurrección y también la del domingo siguiente en el que Santo Tomás, ya presente con el resto de los apóstoles, tiene ocasión de expresar el acto de fe en la divinidad de Jesús  más perfecta que encontramos en los evangelios. Estamos en el c. 20 del Evangelio de San Juan. 

Los apóstoles se encuentran encerrados en el Cenáculo, suponiendo que están en el mismo lugar de la Última Cena. Pese a que María Magdalena y algunas de las otras mujeres habían encontrado al Señor Resucitado, no parece que todavía los apóstoles hayan llegado a creer el testimonio de las mujeres, pues en la época, el testimonio de una mujer no valía ante un tribunal. Sensaba que se dejaban llevar por los sentimientos y su testimonio era poco creíble. En todo caso, Jesús se irrumpe en medio de ellos. Todavía estaban llenos de miedo y probablemente temían un encuentro con Jesús considerando su comportamiento en el momento del arresto de Jesús. Se escaparon todos y ellos, y como es bien conocido, Pedro negó que siquiera conociera a Jesús ante una esclava. Lo lógico sería pensar que si volviera los castigaría, al menos con una mentalidad muy humano, contrario a la de Jesús. La aparición de Jesús sin haber pasado por ninguna puerta rompió las barreras creadas por el miedo y lo primero que hace es saludarlos con el saludo común entre los judíos shalom. Podemos descubrir en esta palabra  un sentido más profundo que un saludo. Ya en la Última Cena, Jesús había prometido que les entregaría a los apóstoles la verdadera paz: mi paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo. Se trata, pues, de la suma de los bienes que Dios nos ofrece y que ya poseían Adán y Eva antes de su caída. Se trata de la  concordia entre Dios y el hombre, entre los hombres entre sí y con la creación, que se perdió con el pecado original y demás pecados. En realidad, la paz de Cristo se asemaja mucho al don de la gracia santificante o la filiación divina, el fruto del Misterio Pascual de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo. 

Enseguda después, Jesús sopla sobre los apóstoles y les comunica el don del Espíritu Santo. Esto trae un recuerdo del primer capítulos del Libro del Génesis 1,2: La tierra era caos y un viendo de Dios aletaba por encima de las aguas. Aquí la palabra que se traduce como viento es ruah en griego, pnuema en griego y spiritus en latín. Se trata de la misma vida divina que se comunica a los apóstoles y es el Espíritu Santo, la unión de Dios Padre y el Hijo. San Agustín dice que el Espíritu Santo es llamado Don, también llamado altísimi donum Dei o don del Dios altísimo en el famoso himno Veni Creator Spiritus. Como parte de la oración invocando la venida del Espíritu Santo decimos envía tu Espíritu, Señor, y renovarás la faz de la tierra. Se constata fácilmente que fue la venida del Espíritu Santo lo que acabó con el miedo en los apóstoles y en el Día de Pentecostés salieron a predicar con valentía, logrando la conversón de 3000 personas en aquel primer día del nacimiento de la Iglesia, como constatamos en el c. 2 del Libro de los Hechos de los Apóstoles, que tradicionalmente se la llamado también el Evangelio del Espíritu Santo. 

Inmediatamente, Jesús les da el poder de perdonar los pecados pasaje considerado por el Concilio de Trento, el pasaje que nos comunica la institución del Sacramento de la Penitencia o de la Rreconciliación. Juntamente con la Eucaristía, éste es uno de los dos sacramento en el que el sacerdote obra in persona Christi nomine Ecclesiae, en la persona de Cristo y en nombre de la Iglesia, cuando dice al dar la absolución de los pecados Yo te absuelvo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.Como decían los fariseos a Jesús nadie puede perdonar los pecados sino Dios, no dándose cuenta que Jesús es al segunda persona de la Sma. Trinidad, así el sacerdote obviamente no tiene por sí mismo la autoridad de perdonar los pecados ni de repetir con eficacia las palabras de Jesús que en la Última Cena transformaron el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. En ambos casos, la acción del Espíritu Santo, como lo fue en toda la vida de Jesús desde la Anunciación del Arcángel Gabriel a María, hace posible los sacramentos. 

Voy a hacer un breve comentario sobre la actitud de Santo Tomás y su eventual confesión de fe Señor mío y Dios mío. En todo el c. 20 del Evangelio de San Juan, se resalta mucho el tema de la fe, pero no cualquier fe, sino la Fe Pascual, es decir, en Jesucristo Resucitado. La fe pascual, tanto en el caso de María Magdalena, San Pedro y San Juan la alcanzan progresivamente. Maria Magdalena al reconocer a Jesús como mi Rabuni o Maestro, lo veía como la conocía antes, pero se necesitaba un paso adelante en la fe para reconocer al Resucitado. La pedagogía divina iba alcanzando esta fe pascual en ellos por la acción del Espíritu Santo. Como Santo Tomás no estaba presente cuando apareció Jesús se empeño en insistir en meter su dedo y su mano en las llagas de Jesús. El hecho de que Jesús en su cuerpo glorioso sigue teniendo las llagas es algo importante. Las llagas eran un recuerdo contundente de todo lo que había padecido para nuestra salvación y las lleva en el cielo. No se puede borrar la cruz y todo lo que significa porque hace patente la pasión extrema que Jesús sufrió por todos nosotros. San Pablo consideraba que llevaba en su cuerpo las llagas de Jesús y es el caso de los santos que han tenido los estigmatas como San Francisco y San Pío de Pietralcina para mencionar a los más conocdos. 

Santo Tomás como uno de los apóstoles tuvo el priveligio de ver las llagas de Jesús, pues él msmo se lo ofreció. No hacía falta que lo hiciera, pero pronuncia su gran profesión de fe. Jesús prouuncia una nueva beneventuranza: Porque me has visto, has creído. Dichosos los que no han visto y han creído. En todo caso, la fe de todos los demás seguidores de Jesús, todos nosotros, se basa en el testimonio de los apóstoles y nos exige una respuesta más difícil que la de Santo Tomás. Aunque sea así en nuestro caso, no debemos desanimarnos porque constatamos la dificultad que experimentaron los apósotles en rechazar las nociones judías tradicionales que tenían y creee a través de la Pasión y la Cruz Jesús nos alcanzó la salvación. Ellos, siendo igual de humnanos como nosotros, la la guía del don del Espíritu Santo pudieron progresar hasta una fe plena, una esperanza firme y una caridad que los llevó a entregar su vida por Jesús. Probablemente, no se nos pedirá tanto a nosotros. Contamos con la gracia de Dios para alcanzar la salvación que el Señor nos promete y no hay motivo de desfallacer.

 

 

 


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