HOMILÍA DEL DOMINGO XXIV, 13 SEPTIEMBRE DE 2020,
Nuestra primera lectura de hoy es del Libro de Sirácide y forma parte del grupo de libros bíblicos que se denominan "sapienciales". Probablemente, fue escrito en la segunda mitad del siglo segundo antes de Cristo y probablemente en Jerusalén. Hasta no hace mucho, solo se conocía la versión griega, pero ya se ha encontrado la versión hebrea. Es un libro bastante largo y nos entrega una serie de dichos sabios, es decir, resultado de sus reflexiones sobre cómo vivir bien según la Ley de Dios y la Alianza.
Dice: "Perdona la ofensa de a prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas". Este consejo se asemejan a lo que encontramos en el Padre Nuestro: "Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". También nos toca el pasaje evangélico en el que San Pedro, pensando que perdonando siete veces en un día era ya mucho y Jesús le dice no siete veces sino setenta veces siete, es decir, siempre,
Sabemos que perdonar es muy difícil sobre todo cuando se trata de una ofensa grave como puede ser una traición. Recordemos la traición de Judas que entregó a Jesús a sus enemigos con la señal de un beso o San Pedro que negó que lo conociera no ante el gobernador o el Sumo Sacerdote, sino ante una esclava. Resulta que con no poca frecuencia el perdón se hace más difícil de lograr cuando se trata de miembros de la misma familia. Todos conocemos el refrán "hablando se entiende la gente", pero eso es más fácil de decir que de lograr el perdón, No es de extrañar que la suegra tiene mala fama o los padrastros. Creo que todos tenemos mucho que aprender en este campo. Existe lo que se llama el lenguaje violento que dificulta el pedir perdón y reconciliarnos con aquellos con los que tenemos algún conflicto, pues los conflictos son imposibles de evitar del todo, pero hay maneras de manejarlos que nos conviene aprender.
Primero, hay que darnos cuenta de que nuestro mensaje al comunicarlo nosotros, pasa por unos filtros que tenemos que pueden ser nuestra experiencia pasada con esta persona, unos juicios que hemos hecho acerca de ella. La otra persona recibe el mensaje solo después de pasar por otros filtros que esa persona tiene y es posible que lo haya entendido mal. En este caso, es bueno reformular el mensaje de manera que podemos constatar si la otra persona ha entendido lo que hemos querido comunicar. También influye el tono de voz, o una actitud beligerante que podemos tener incluso sin darnos cuenta.
Para que haya perdón que implica la caridad, no basta que cada uno se mueva de su posición y ambos se den cuenta de que estaban equivocados al menos en parte. Eso sería justicia, que también tiene su importancia, pero si la otra persona no se mueve ni está dispuesta a reconocer que en parte estaba equivocada, entonces ha de entrar de verdad el pedir perdón. Si yo me considero ofendido, no basta cerrarme al otro y acabar con la comunicación. Al contrario, el resultado es peor. Lo que pide Jesús es "caminar una milla más", no quedarse con la justicia, y adelantarse en perdonar con la esperanza de que la otra persona reaccione positivamente.
Si Jesucristo perdonó a sus enemigos desde la cruz diciendo "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", y si de verdad hemos de ser seguidores suyos hemos de hacer lo mismo. Es importante hacerlo cuanto antes y no dejar pasar mucho tiempo. San Pablo nos recomiende que "no se ponga el sol sobre vuestra ira", o sea reconciliarnos el mismo día. Como es obvio, esto es muy importante para los matrimonios y en general para los miembros de las familias y los amigos, Si se deja pasar el tiempo y dejar de saludar o hablar con la otra persona la situación se convierte en una herida que ha superado y es más difícil curarla.
Sugiero que nos examinemos y veamos con quien tenemos o hemos tenido un pleito que no se ha resuelto y proponernos con la gracia de Dios arreglarlo pidiendo perdón o perdonando si somos la persona perjudicada, También es importante tomar una cierta distancia porque en un momento algo que nos parecía muy importante, con más reflexión nos damos cuenta de que no lo era tanto. Si se trata de algo grave como una traición, pues al recibir la comunión, pedir al Señor con toda nuestra alma que nos dé la gracia de una sanación interior y espiritual. No olvidemos que uno de los títulos de Jesús, utilizado en la antigüedad es el de "médico". Pidamos, pues que nos sane y sane a la otra persona o personas que también la necesitan.
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