Todos sabemos que el misterio de la Santísima Trinidad es el más profundo juntamente con la de la Encarnación redentora de Jesucristo Nuestro Señor, la segunda persona de la misma Trinidad. ¿Este hecho nos debe de asustar y evitar el intento de captarlo dentro de los límites de nuestra mente? Todos los misterios de la fe han de ser razonables, lo cual no quiere decir que podemos lograr comprenderlos, pues San Agustín dijo acertadamente "Si comprehendis, non est Deus". "Si lo comprendes, no es Dios". Sin embargo, el Credo que rezaremos dentro de unos momentos comienza con la profesión de fe en Dios, Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible". El mismo San Agustín dedicó una parte notable de su tratado sobre la Trinidad a buscar vestigios de la Trinidad en la creación y de manera especial en el hombre, que según nos dice el Libro del Génesis, Dios lo creó a su imagen y semejanza. También la teología nos dice que la primera revelación de Dios es precisamente la creación. Además, aunque con argumentos racionales se puede llegar a descubrir la existencia de Dios y algunos de sus atributos, aunque no la Trinidad. Una vez revelado este gran misterio, podemos encontrar argumentos que demuestran que no es irracional sin razonable. Por lo tanto, dentro de los límites de una homilía y sirviéndome de las lecturas bíblicas que la Iglesia nos propone para esta fiesta, procuraré explicar brevemente lo que este misterio significa para nosotros, como se expresa en la liturgia e invitarnos a profundizar en la relación con las tres divinas personas sobre todo a través de la oración y la liturgia. En pocas palabras, es muy importante para el aumento de nuestra fe, esperanza y amor a Dios y al prójimo responder con gozo al amor que nuestro Dios Uno y Trino nos ha manifestado y que esto nos llene de alegría, de gratitud y una gran esperanza de llegar a gozar de su presencia eternamente en el cielo.
En la liturgia nuestro primer encuentro con la Sma. Trinidad ha sido nuestro bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo. Dado que en el bautismo hemos sido incorporados a Jesucristo, Hijo de Dios y convertidos en hijos en el Hijo, obviamente también a través de Jesús hemos entrado en comunión con Dios Padre y el Espíritu Santo, aunque luego la Confirmación nos ha comunicado al Espíritu Santo de manera más específica como sucedió con los apóstoles en Pentecostés. Decía Jesús en la Última Cena: "El que me ama guardará mis palabras y mi padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él". También prometió a los apóstoles en la misma ocasión que enviaría al Espíritu Santo como abogado defensor y que les ayudaría a recordar todo lo que les había enseñado. Además, nos conviene recordar que Dios no se reveló meramente para satisfacer nuestra curiosidad sino "por nosotros los hombres y por nuestra salvación". A lo largo de los siglos, muchos filósofos, reyes y otros han intentado salvar al hombre, pero sobre todo el siglo XX con sus ideologías nefastas nos ha demostrado que lo único que lograron ha sido unas masacres de alrededor de 100 millones de personas. La verdadera felicidad que todos anhelamos consiste exclusivamente en lo que Santo Tomás de Aquino llama la visión beatífica, que consiste en una relación intima, personal y eterna con las tres divinas personas en lo que llamamos el cielo. Como he señalado esta relación comienza con el bautismo, pero en este mundo se basa en la fe que es por definición oscura. Nuestra fe se basa en el testimonio de los apóstoles que conocieron personalmente a Jesús tanto en su vida pública como después de su resurrección y sellaron su testimonio con el martirio. Además, Jesús cumplió lo profetizado por los profetas del Antiguo Testamento e hizo milagros extraordinarios. Se nota también el tipo de relación que tenía con su Padre a quien se refería como Papá (Abba en su lengua materna que era el arameo).
San Juan al inicio de su Evangelio dice: En el principio existía el Logos y el Logos estaba con Dios y el Logos era Dios...Todo se hizo por él y sin él nada de cuanto se hizo existe. No he traducido el término logos aunque todas las Biblias lo traducen como Palabra o Verbo. En realidad, es un concepto que tiene una larga historia en la filosofía griega, y en una Diccionario Bíblico se dedica varias páginas para expresar lo que significa. Decía que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y donde residen estas características del hombre es en la mente y en la voluntad. Entonces, logos sería la inteligencia, la racionalidad con las que Dios ha creado el universo y al hombre, y en la misma divinidad se expresa con este término. Dios Padre conociéndose a sí mismo genera al Hijo o Logos y por esto también Jesús decía que Él es la Verdad. Luego está la voluntad que es la capacidad de amar. El Padre ama al Hijo de manera que podemos, según explica San Agustín, discernir que tiene que haber uno que ama o el amante, luego el amado y el amor entre ellos, que viene siendo el Espíritu Santo y por eso San Agustín llama al Espíritu Santo amor y don.
Pasemos ahora a nuestras lecturas de hoy para que nos ayuden a captar esta realidad. En el Libro de los Proverbios, como también en el Libro de la Sabiduría, se hace una personalización de la Sabiduría y en nuestro pasaje de hoy aparece como presente junto a Dios en la creación y existente antes de la misma creación: "Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano". Este texto como otros similares se consideran como anticipando en el Antiguo Testamento de alguna manera al Logos a través del cual, como he señalado arriba, todo fue hecho, según nos dice San Juan.
El mismo San Juan en su primera carta afirma que Dios es amor y en nuestra segunda lectura de hoy de la Carta de San Pablo a los Romanos, el apóstol dice "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado". Dios no tenía ninguna necesidad de crear nada, ni el universo ni ninguno de nosotros, pues si tuviera tal necesidad no sería Dios. El fin que tenía al crearnos corresponde a su amor infinito que llega al extremo de enviar a su Hijo al mundo y permitir que llegara a la cruz para slavarnos a nosotros de la condena eterna que llamamos el infierno y para que podamos participar en su naturaleza divina, como dice San Pedro en su segunda carta.
Nadie ama lo que no conoce. Por ello, les invito a reflexionar sobre este amor infinito de Dios a nosotros y el misterio de la inhabitación de las divinas personas en nuestra alma a partir del bautismo si no es que las hemos expulsado debido a algún pecado grave o mortal. Nosotros que participamos cada domingo o cada día en la Sagrada Eucaristía y si estamos atentos a las lecturas y las oraciones nos daremos cuenta cada vez más sobre quién es este Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo si realmente ponemos atención, si reflexionamos sobre lo que sucede en cada misa. También nos conviene buscar un tiempo para la oración, que según Santa Teresa de Jesús es una conversación con aquel que nos ama". Si nos esforzamos tanto en conocer como amar al Señor, a Dios Padre y el Espíritu Santo, un solo Dios, él nos dará la gracia de la alegría, de la paz interior, de manera que pese a los sufrimientos que inevitablemente tendremos que sobrellevar, viviremos con una gran esperanza sabiendo que al final de nuestro camino llegaremos a la meta de la vida eterna y ver a Dios cara a cara.
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