sábado, 8 de junio de 2019

DOMINGO DE PENTECOSTES: UN REPASO DE LA ACCIÓN DEL EPÍRITU SANTO EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

HOMILÍA DEL DOMINGO DE PENTECOSTÉS, 9 DE JUNIO DE 2019.

En el Libro de los Hechos de los Apóstoles, se cuenta un episodio curioso protagonizado por San Pablo cuando llegó a Éfeso: Se encontró a algunos discípulos y les preguntó "¿Habéis recibido el Espíritu Santo cuando habéis llegado a la fe?  y ellos contestaron "Ni siquiera hemos escuchado decir que existe un Espíritu Santo" . ¿No será este el caso de un gran porcentaje de los católicos actuales? Los padres, pese a no pisar la Iglesia más de un par de veces al año, presentan a los hijos para que se les bautice, y se comprometen a educarles en la fe, cosa evidentemente imposible para ellos porque no cumplen con lo mínimo requerido por el Derecho Canónico para que se permita el bautismo de un hijo, es decir, que haya una fundada esperanza de que se les vaya a educar en la fe. Luego a los 8 años vuelven a presentarlos a la parroquia para que reciban catequesis para la Primera Comunión, sin haber tenido ninguna experiencia de la fe católica en sus casas. Luego se da la gran fiesta de la Primera Comunión, para la cual no pocos sacan un préstamo del banco y a veces le dan al niño un viaje como a Disneyland de París. En cuanto a la Confirmación, la mayoría no la reciben porque al parecer no se es una fiesta como la de la Primera Comunión. ¿No es cierto que en tal caso, estamos en una mayor ignorancia del Espíritu Santo que aquellos de Éfeso en tiempos de San Pablo?

En esta homilía, quisiera hacer un breve repaso del papel del Espíritu Santo en la Historia de la Salvación. Ciertamente, se dice que los grandes acontecimientos de la historia human están jalonados por guerras y revoluciones. No así la historia sagrada. Empecemos con el primer versículo del Libro del Génesis: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas", y se procede con el relato de la creación como el establecimiento de un orden en el universo. Los Padres de la Iglesia veían la acción del Espíritu Santo como una suerte de línea roja que une los puntos luminosos a lo largo de la historia. San Basilio dice de la creación: "Piensa en la creación. Ella fue realizada en el Espíritu Santo que consolidaba y adornaba los cielos. Piensa en la venida de Cristo. El Espíritu la preparó y después en la plenitud delos tiempos, la ha realizado descendiendo sobre María. Piensa en la parusía. El Espíritu Santo no estará ausente tampoco entonces, cuando los muertos resucitarán de la tierra y nuestro Salvador se revelará desde el cielo" (San Basilio, Sobre el Espíritu Santo, 16, y 19).

Veamos el segundo relato de la creación del hombre: "El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo e insulfó en él el aliento de la vida, y resultó el hombre ser un ser viviente".  Tanto en hebreo como en griego y en latín, la palabra espíritu tiene que ver con la respiración, Dios le dio al hombre la libertad con la posibilidad de hacer mal uso de la misma, cosa que lamentablemente hizo. Así empezó la historia del pecado, del mal y de la muerte que se extendía cada vez más en la tierra hasta que Dios dice "Me arrepiento de haberlos creado", pero Dios no se deja vencer por el pecado y la maldad del hombre. Decide replasmar su creación en la primera operación de rescate de la historia que es la del Noé y el Arca. Es como si hubiera hecho una estatua de bronce, pero se corroe y se deforma con el paso del tiempo y la refunde. El antiguo y primer Adán le falló a Dios, pero decidió arreglar radicalmente la situación enviando a su Hijo Jesucristo al mundo como el "nuevo Adán". Esta vez no puede fallar porque su mismo Hijo se hace hombre y Jefe de la nueva humanidad. Esta obra maravillosa la realizó "por obra del Espíritu Santo" y la colaboración de María Santísima.

Toda la vida de Jesús, su vida escondida en Nazaret como carpintero, su predicación, sus grandes milagros y la expulsión de los demonios la lleva acabo bajo el signo del Espíritu Santo. Sobre todo con el bautismo de Jesús en el Jordán fue consagrado en el Espíritu y poder (Hechos 10,38) para llevar la buena noticia a los pobres y es conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio. Se va revelando al Espíritu ya no solamente como fuerza y poder de Dios sino como persona. De igual manera que el Espíritu acompaña y guía la acción evangelizadora de Jesús, así también sucede con la Iglesia. Es enviado al mundo y condenará al mundo mientras llevará a los discípulos a la verdad plena (Jn 14-16) y San Pablo añade que el mismo Espíritu orará en los discípulos "con gemidos inefables" (Rom 8,26). De hecho, en el c. 20,22 de San Juan, Jesús resucitado en su primera aparición a los apóstoles respira sobre ellos y los invita a recibir el Espíritu Santo para poder perdonar los pecados, de manera que hay un paralelismo perfecto entre la acción del Espíritu en la vida pública de Jesús y luego en la vida de la Iglesia, su Cuerpo Místico.

Pentecostés es el nacimiento de la Iglesia, así como la Navidad es el nacimiento de Jesús en la encarnación, y en ambas ocasiones María Santísima está presente cumpliendo un rol importante. Ya San Juan la había incluida entre las personas que estaban cerca de la cruz a la muerte de Jesús. La que desde la Anunciación del Arcángel Gabriel había llegado a ser Madre de Jesús, llega ahora a ser Madre de la Iglesia naciente en el Cenáculo de Jerusalén. Así Dios cumple su promesa hecha a través del Profeta Isaías de hacer algo nuevo (43,19). Nuestro Salmo Responsorial de hoy reza: "Envía tu Espíritu, Señor y renovarás la faz de la tierra.

El episodio de la Torre de Babel en el Libro del Génesis había hecho patente el fruto de la arrogancia del hombre como un esfuerzo de llegar al cielo por sus propias fuerzas y su propia tecnología, cosa que tiene hoy en día una gran actualidad. La división, la separación y  la imposibilidad de comunicarse entre los hombres que se dio en Babel, se deshace en Pentecostés cuando los apóstoles hablan al grupo de personas reunidas para la fiesta del norte, sur, oriente y poniente y todos los entienden en su propia lengua.

La humanidad ha de aprender a comunicarse con una nueva lengua comunicada por el Espíritu Santo que es el amor, es decir, impresa en el corazón del cristiano. Los que somos católicos, hemos de esforzarnos cada día por dejarnos conducir por el Espíritu Santo porque solo así podemos aprender el verdadero amor a Dios y al prójimo. San Agustín en su tratado sobre la Trinidad afirma que el Espíritu Santo es en persona el amor entre el Padre y el Hijo y San Pablo afirma que "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado". Claro,  en este mundo mientras no lleguemos a la segunda venida del Señor, alcanzar el amor es una lucha, necesita mucho sacrificio y seguimiento del camino de Jesús que lo llevó al Calvario. No hemos de desfallecer en el intento porque aunque todavía no se ve plenamente la victoria de Jesucristo sobre el mal y la muerte, es una realidad y nos invita a colaborar para que esta victoria por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en cada cristiano vaya ganando más almas y progresando en esta victoria hasta que llegue a la plenitud. 




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