sábado, 2 de marzo de 2019

GUÍAS CIEGO Y LA NECESIDAD DE LA SINCERIDAD

HOMILÍA DEL VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 2 DE MARZO DE 2018.

Nuestro pasaje evangélico de hoy es la conclusión de los que en San Lucas se llama "El Sermón de la Llanura". Ya sabemos que San Mateo reúne una buena parte de la doctrina moral en el Sermón de la Montaña. En todo caso, San Mateo nos presenta un evangelio muy ordenado con Jesús como el nuevo Moisés y el evangelio está organizado en cinco grandes discursos, siendo el Sermón de la Montaña el primero. Así como se atribuye a Moisés la autoría de los primeros cinco libros de la Biblia, o el Pentateuco, para San Mateo, el Nuevo Moisés que nos entrega la nueva , Jesús, la resume en cinco discursos. Aquí San Lucas termina su discurso con unas indicaciones muy importantes para nosotros. 
En primer lugar, Jesús afirma que si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en una fosa. Se trata de un mensaje importante para cualquiera que ejerce la misión de pastor o guía de las almas, o director espiritual. No sé si alguien ha visto a un ciego guiar a otro ciego. Yo ciertamente no lo he visto. Es algo prácticamente inaudito. Jesús recurre a esta imagen para indicar que cualquiera que asume la misión de guiar a otros, primero debería de examinarse para averiguar si él cumple los consejos que da a su discípulo. Ya sabemos cuánto condenaba Jesús a los fariseos por cargar a las espaldas de los demás cargos pesados sin levantar un dedo para ayudarles a llevarlo. En España, hace más o menos un mes, se dio el cao del niño Julen de dos años que se cayó a una fosa y cómo a través de los medios de comunicación todo el país estaban vilo esperando que los expertos en excavación pudieran rescatar al niño en vida, cosa que al final no se dio. Pues, en la Palestina de tiempos de Jesús, no era raro que al andar por los campos uno no tropezara con unos hoyos debido a que la gente los cavaba en búsqueda de agua y con no poca frecuencia no encontraba la tan deseada agua, en un lugar tan desértico. 
Hoy en día, hay un gran número de gurús de diverso tipo que se presentan en la televisión, en Internet y  en libros ofreciendo sus recetas para vivir mejor, para alcanzar la salud, cosa que a todo mundo le interesa en nuestro tiempo, pese a que por otro lado tiene unas prácticas poco saludables. En estos tiempos también en la Iglesia, como parte de la crisis del abuso de menores, muchos obispos y sacerdotes son acusados de ser malos pastores y no guiar bien al pueblo encomendado en el seguimiento de Jesús, sino hacer más caso a los criterios del mundo y tener miedo de la desaprobación de la prensa. San Juan de la Cruz recomienda que cualquiera que busca un director espiritual, que proceda con prudencia, pues el santo consideraba que un buen director espiritual es uno en 10,000. Santa Teresa también da consejos sobre el asunto y recomienda que el guía de las almas sea "letrado" y que tenga experiencia en la vida espiritual, y si no tiene tanta experiencia, al menos sea "letrado", es decir, que haya estudiado y al menos podría guíar a sus discípulos basándose en los consejos que ha aprendido de los santos. Dice Jesús también que el discípulo será como su maestro, algo que implica una gran responsabilidad para el maestro, se encuentra en una situación en la que ha de tener un influjo positivo en el alumno y ciertamente enseñarle más con su ejemplo que con sus palabras. Hay un dicho en inglés que reza "las palabras son baratas". Nuestra virtud se ve, pues en lo que hacemos y no tanto en lo que decimos. 

Nuestra primera lectura del Libro de Sirácida trata del tema de lo que nos conviene decir, como a través de la conversión llegamos a darnos a conocer, algo así como lo que dice Jesús: "de la abundancia del corazón habla la boca". Recomienda no alabar a nadie antes de que hable. Combinando lo que dice Sirácide, el hombre sabio de Jerusalén con lo que dice Jesús, podemos concluir que sí nuestras palabras revelan lo que hay en nuestro corazón, pero también lo que hacemos revela incluso más. 

Jesús procede a dar otro consejo que pudiera parece un poco curioso. No intentar sacar un pequeña pedazo de madera del ojo de otro cuando tenemos una viga en el nuestro. Ciertamente, se trata de un lenguaje e imágenes que nos ayudan a comprender lo que Jesús quiere decir, porque se puede imaginar lo absurdo que sería la situación. El hecho es que somos muy rápidos en descubrir los defectos de otros e incluso comentárselo cuando con no poca frecuencia tenemos tal vez los mismos defectos nosotros y no los reconocemos. Esto también corresponde a lo que suelen recomendar los grandes maestros de la vida espiritual sobre la importancia del conocimiento propio, y la gran facilidad que tenemos de engañarnos a nosotros mismos. 

Luego Jesús pasa a otra imagen al decir "un árbol bueno produce fruto bueno y un árbol podrido produce fruto no puede producir buen fruto. Jesús insiste en la urgencia que tenemos de asegurarnos de que solo si nuestro corazón es sano podemos producir buenas obras. Recordemos la polémica de Jesús en contra de los fariseos por presentarse como buenos ayunando con la cara larga, rezando en lugares públicos para atraer la atención de la gente etc. También en otro lugar insiste que lo que entra en el vientre del hombre no es lo que lo hace impuro, sino lo que sale de su corazón y da una lista de vicios. Además, recordemos que al final de nuestra vida nos toca el juicio particular y Dios es infinitamente inteligente y sabio y no hay modo de engañarle. Él conoce el corazón de cada uno. Cuando la Biblia habla del corazón a lo que normalmente se refiere es lo más íntimo del hombre, es decir,, su conciencia. Constatamos que las palabras de Jesús son tan claras y contundentes que no hay modo de malinterpretar lo que dice. 

Aprovechemos este domingo que en este año es el último antes de la llegada de la Cuaresma para lograr la conversión, el cambio de mentalidad y ser sinceros de manera que nuestra palabra sea "sí, sí o no, porque lo demás viene del maligno". Estamos, pues en vísperas de la Cuaresma de este año y sabemos que cada año es una gracia y una ocasión de purificación de nuestra mente y nuestra conciencia. ¿Cuántos que nos acompañaron en la Cuaresma del año pasado ya no están con nosotros? Aprovechemos, pues porque no sabemos ni el día ni la hora. 




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