HOMILÍA DEL CUATRO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C, 31 DE MARZO DE 2019.
En los años 70, conocí una familia que vivía primero en el Contado de Westchester. Se trataba de católicos devotos y bastante acaudalados. Como es bien conocido, se dieron muchas barbaridades tanto en la Iglesia como en la sociedad en aquella época. Llegó un sacerdote "moderno" a su parroquia y se puso a "liberalizar" varios aspectos de la vida parroquial, pero tanto esta familia como otras muchas se opusieron. El cura decidió que las Primeras Comuniones se celebrarían cualquier domingo y sin que los niños se vistiera como es tradicional. Se crearon dos bandos en la parroquia y tanta fue la crispación que esta familia decidió vender su casa e ir a vivir en un pueblo de Connecticut. Habían enviado a su hijo a estudiar en el Colegio de los Jesuitas de Fordham en el Distrito de Bronx en Nueva York. Resulta que el chico se hizo rebelde, cosa que los padres consideraban culpa de los Jesuitas también ellos en la vorágine de los años 70. Se hizo hippy y se fue a Arizona donde al parecer vivía con una colonia de jóvenes de las mismas tendencias. Luego de un tiempo de haber perdido el contacto con los padres, se presentó en su finca en Connecticut en una furgoneta juntamente con una chica. En la época era común que los jóvenes consiguieran una furgoneta de este tipo le pusiera alfombra y un aparato de música y se fueran a viajar por el país. El padre, cuando descubrió que el hijo estaba allí con la chica y obviamente que convivía con ella, les mandó marcharse, pues consideraba que él no iba a facilitar la fornicación en la que obviamente vivían. Más adelante, tuve ocasión de visitar a la familia, y el hijo estaba presente luego de haberse reconciliado con su padre. Esta historia en parte se parece a una versión moderna de nuestro evangelio de hoy, normalmente conocido como la Parábola del Hijo Pródigo, aunque sería más correcto llamarla la Parábola del Padre Misericordioso.
En su homilía para hoy, Monseñor Barron, Obispo Auxiliar de Los Ángeles, tomando una idea del teólogo protestante alemán Paul Tillich, presenta la distinción entre lo que es la heteronomía, la autonomía y lo que llama la teonomía. Estas palabras provienen del griego, heteros signifca otro, y nomos ley. Quiere decir que uno se somete a una ley proveniente de otros, mientras autonomía se refiere a una ley proveniente de uno mismo, mientras teonomía se refiere a una ley que proviene de Dios. Hoy en día, en una época en la que se piensa que la libertad consiste en hacer lo que a uno le viene en gana y sobre todo no estar sometido a los dictados y mandatos de otro, a la gente le cuesta mucho someterse a tales leyes, Este es el caso de los niños que se someten porque no tienen más remedio a las normas impuestos por sus padres. Es lo que Freud llamaba el superego. Lo normal es que cuando llega la adolescencia los chicos se rebelan en contra de las normas impuestas por sus padres. Esto sería una expresión del rechazo de la heteronomía, y el intento de regirse por la autonomía. Sin embargo, esto tiene su lado oscuro, porque si cada quien quiere hacer lo que le viene en gana, se crea el caos. Un filósofo inglés del siglo XVII, Thomas Hobbes, pensaba que al inicio la sociedad humana era bellum omnium contra omnes (guerra de todos contra todos) y que se necesitaba una mano dura para imponer orden. La imposición externa del orden en contra de la voluntad de uno puede ser causa de rebelión, pero la autonomía tiene sus consecuencias nefastas también. Entonces, Tillich propone la teonomía, es decir, la sumisión a la ley de Dios que es el Creador y que busca nuestra mayor bien. Además, aunque Dios está en otro nivel comparado con nosotros, nos ha creado a su imagen y semejanza y a través de la razón humana nos ha dado una participación en su ley eterna que coincide con su divina providencia con la que gobierna el universo.
Veamos ahora cómo esto se puede ver aplicado en nuestra parábola de hoy. El hijo mayor se habría quedado en el nivel del niño siempre obediente, pero viendo los mandatos del padre como una imposición un poco odiosa. Se queja de que ha servido lealmente al padre siempre, pero que no ha tenido ninguna fiesta con sus amigos. En cambio, el hijo menor sería como el adolescente que pide injustamente a su padre lo que le corresponde de la herencia, aunque en realidad según las costumbres de la época no se entregaba la herencia hasta la muerte del padre. Había malgastado sus bienes con mujeres y fiestas y al final se quedó en la ruina. Tal era su ruina que no le quedaba más remedio que trabajar en cuidar los puercos de uno de los vecinos de la región. Es fácil imaginar la degradación que implicaría para un judío tener que cuidar cerdos, un animal considerado impuro.
El padre, en cambio, que simboliza a Dios, no solo entrega parte de sus bienes al hijo y lo deja marcharse, sino que cuando volvió lo vio desde lejos y en vez de regañarlo, mata el becerro cebado, le coloca un anillo en su dedo y un manto nuevo y hace fiesta "porque el que estaba perdido o muerto lo ha recuperado". En cambio, el hijo mayor que siempre ha obedecido al padre, pero más o menos de mala gana, se queja por la bondad y la misericordia del padre, que lo invita a entrar en la fiesta. Ambos habían fallado, el mayor representa la actitud del fariseo que cumple escrupulosamente la ley de Dios, pero tiene mucha dureza de corazón y en realidad aunque piensa que gracias a su cumplimiento escrupulosa de la ley va a recibir el premio merecido de Dios, necesita cambiar de actitud y adquirir la del padre que es generoso y perdona lo peor gracias a que el hijo menor había tocado fondo y se había dado cuenta de que había perdido la dignidad que tenía como hijo en la casa del padre y estaba dispuesto a regresar pero ser aceptado como criado en la casa del padre, cosa que el padre no aceptaba de ninguna manera.
Ciertamente, vemos la necesidad que ambos hijos tenían de crecer y madurar, de aprender de las actitudes del padre que por un lado perdona las barbaridades hechas por el hijo menor y enseña al mayor que pese a su aparente fidelidad, le faltaba mucho. Le faltaba la misericordia y la capacidad de perdonar. Así en este domingo de Cuaresma se nos presenta un aspecto fundamental de Dios, su misericordia, su bondad, los extremos a los que llega para lograr el arrepentimiento del hijo menor aceptándolo como hijo que era, y no criado y ayuda al mayor a superar su actitud mezquina e infantil para que pudiera asemejarse él también al padre en generosidad, bondad y misericordia.
sábado, 30 de marzo de 2019
sábado, 23 de marzo de 2019
LA URGENCIA DE LA CONVERSIÓN EN ESTE TIEMPO DE CUARESMA
HOMILÍA PARA EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C, 24 DE MARZO DE 2018,
El pasaje evangélico que nos toca hoy del Evangelio de San Lucas no cuenta un par de episodios que se dieron en Jerusalén precisamente cuando Jesús predicaba allí. Pilato había mandado matar a unos galileos que estaban haciendo sus sacrificios en el templo. Por un lado, Pilato era muy sanguinario y algunos otros Procuradores romanos, cosa contribuyó notablemente a la rebelión de los judíos en el año 66 A.D. y la guerra que los romanos emprendieron contra ellos que acabó en el año 70 A, D, con la conquista y la destrucción de Jerusalén y del templo. Por otro lado, los galileos tenían una merecida fama de ser revoltosos y revolucionarios. Ya antes del tiempo de Jesús se había dado varias revueltas de revolucionarios provenientes de Galileo. También Jesús se refiere a la caída de una torre en Jerusalén en la cual murieron 18 personas.
También, debemos de recordar la mentalidad común de los judíos, propiciada por los rabinos, según la cual si uno sufrir alguna desgracia se interpretaba como un castigo por los propios pecados. De igual manera, los discípulos de Jesús reaccionaron cuando se encontraron con el ciego de nacimiento en el c. 10 del Evangelio de San Juan, Preguntaron a Jesús: ¿Quién pecó, él o sus padres? Jesús rechaza este tipo de razonamiento y aprovecha la ocasión para enseñar una importante lección sobre la necesidad que todos tenemos de la conversión. Responde Jesús: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
En el ministerio de Jesús, la conversión es de una importancia fundamental. En el Evangelio de San Marcos, al dar inicio a su predicación, Jesús proclama: "El Reino de Dios estás cerca, convertíos y creed el evangelio", o la buena noticia. En el griego del Nuevo Testamento la palabra que se utiliza aquí es "metanoia" que significa cambiar de mente o de mentalidad. Conviene tener en cuenta que como fruto del pecado original y luego los pecados personales y el ambiente de pecado en el que vivimos nuestras facultades espirituales que son la mente o la inteligencia y la voluntad, juntamente con las emociones y los instintos se encuentran en una situación de debilidad de manera que como dice San Pablo "el bien que quiero hacer, no lo hago, y el mal que no quiero hacer eso hago". La conversión no es un acto único gracias al cual ya estamos salvados, como dicen algunos Protestantes, sino es algo que hay que realizar a lo largo de toda la vida.
También hay otra palabra que se refiere a la conversión, "epístrofe" que significa un cambio de rumbo o de dirección en la vida. Podemos entender eso, recordando que al viajar a veces nos equivocamos de camino y hay que dar una vuelta en U. Claro, si no nos damos cuenta a tiempo, es posible que hayamos ido muy lejos del camino que nos lleva a nuestro destino y el volver provocar una serie de inconvenientes. La conversión viene siendo lo mismo que la penitencia, o reorientar nuestra vida para que no pongamos en el camino correcto que nos lleva a la vida eterna. El tiempo de Cuaresma es un tiempo especial de gracia en el que la Iglesia a través de la liturgia nos exhorta a profundizar en nuestra relación con Dios a través de la oración, convertirnos y hacer penitencia, a través del ayuno que puede ser ayuno de alimentos y de otras cosas como pueden ser los vicios y las adicciones. En tercer lugar, este esfuerzo cuaresmal ha de manifestarse en la misericordia o la limosna. Podríamos examinarnos en nuestro cumplimiento de las obras de misericordia. sea las corporales o las espirituales que son:
Corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Luego Jesús cuenta la Parábola de la Higuera Estéril. De esta parábola podemos sacar la conclusión de si no damos fruto en un tiempo razonable, es posible que nos conceda algún tiempo más. Habla de cavar en torno a la higuera, echar abono y esperar un año más a ver si produce el fruto deseado, y si no cortarla. ¿Cuántas personas que vivieron la Cuaresma pasada y ya no están con nosotros. La insistencia de Jesús en la necesidad de aprovechar el tiempo que Dios nos conceda para convertirnos, abandonar los vicios y ponernos en el camino de la salvación es grande y se repite mucho.
Examinémonos pues en nuestro cumplimiento de estas 14 obras de misericordia y procuremos corregir aquello en el que descubrimos que estamos fallando y así aprovechar este tiempo de Cuaresma porque no sabemos si nos tocarán otras oportunidades. En nuestra segunda lectura, San Pablo nos advierte: "El que está de pie, que vea para que no caiga".
El pasaje evangélico que nos toca hoy del Evangelio de San Lucas no cuenta un par de episodios que se dieron en Jerusalén precisamente cuando Jesús predicaba allí. Pilato había mandado matar a unos galileos que estaban haciendo sus sacrificios en el templo. Por un lado, Pilato era muy sanguinario y algunos otros Procuradores romanos, cosa contribuyó notablemente a la rebelión de los judíos en el año 66 A.D. y la guerra que los romanos emprendieron contra ellos que acabó en el año 70 A, D, con la conquista y la destrucción de Jerusalén y del templo. Por otro lado, los galileos tenían una merecida fama de ser revoltosos y revolucionarios. Ya antes del tiempo de Jesús se había dado varias revueltas de revolucionarios provenientes de Galileo. También Jesús se refiere a la caída de una torre en Jerusalén en la cual murieron 18 personas.
También, debemos de recordar la mentalidad común de los judíos, propiciada por los rabinos, según la cual si uno sufrir alguna desgracia se interpretaba como un castigo por los propios pecados. De igual manera, los discípulos de Jesús reaccionaron cuando se encontraron con el ciego de nacimiento en el c. 10 del Evangelio de San Juan, Preguntaron a Jesús: ¿Quién pecó, él o sus padres? Jesús rechaza este tipo de razonamiento y aprovecha la ocasión para enseñar una importante lección sobre la necesidad que todos tenemos de la conversión. Responde Jesús: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
En el ministerio de Jesús, la conversión es de una importancia fundamental. En el Evangelio de San Marcos, al dar inicio a su predicación, Jesús proclama: "El Reino de Dios estás cerca, convertíos y creed el evangelio", o la buena noticia. En el griego del Nuevo Testamento la palabra que se utiliza aquí es "metanoia" que significa cambiar de mente o de mentalidad. Conviene tener en cuenta que como fruto del pecado original y luego los pecados personales y el ambiente de pecado en el que vivimos nuestras facultades espirituales que son la mente o la inteligencia y la voluntad, juntamente con las emociones y los instintos se encuentran en una situación de debilidad de manera que como dice San Pablo "el bien que quiero hacer, no lo hago, y el mal que no quiero hacer eso hago". La conversión no es un acto único gracias al cual ya estamos salvados, como dicen algunos Protestantes, sino es algo que hay que realizar a lo largo de toda la vida.
También hay otra palabra que se refiere a la conversión, "epístrofe" que significa un cambio de rumbo o de dirección en la vida. Podemos entender eso, recordando que al viajar a veces nos equivocamos de camino y hay que dar una vuelta en U. Claro, si no nos damos cuenta a tiempo, es posible que hayamos ido muy lejos del camino que nos lleva a nuestro destino y el volver provocar una serie de inconvenientes. La conversión viene siendo lo mismo que la penitencia, o reorientar nuestra vida para que no pongamos en el camino correcto que nos lleva a la vida eterna. El tiempo de Cuaresma es un tiempo especial de gracia en el que la Iglesia a través de la liturgia nos exhorta a profundizar en nuestra relación con Dios a través de la oración, convertirnos y hacer penitencia, a través del ayuno que puede ser ayuno de alimentos y de otras cosas como pueden ser los vicios y las adicciones. En tercer lugar, este esfuerzo cuaresmal ha de manifestarse en la misericordia o la limosna. Podríamos examinarnos en nuestro cumplimiento de las obras de misericordia. sea las corporales o las espirituales que son:
Corporales:
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Espirituales:
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Luego Jesús cuenta la Parábola de la Higuera Estéril. De esta parábola podemos sacar la conclusión de si no damos fruto en un tiempo razonable, es posible que nos conceda algún tiempo más. Habla de cavar en torno a la higuera, echar abono y esperar un año más a ver si produce el fruto deseado, y si no cortarla. ¿Cuántas personas que vivieron la Cuaresma pasada y ya no están con nosotros. La insistencia de Jesús en la necesidad de aprovechar el tiempo que Dios nos conceda para convertirnos, abandonar los vicios y ponernos en el camino de la salvación es grande y se repite mucho.
Examinémonos pues en nuestro cumplimiento de estas 14 obras de misericordia y procuremos corregir aquello en el que descubrimos que estamos fallando y así aprovechar este tiempo de Cuaresma porque no sabemos si nos tocarán otras oportunidades. En nuestra segunda lectura, San Pablo nos advierte: "El que está de pie, que vea para que no caiga".
sábado, 16 de marzo de 2019
LA TRANSFIGURACIÓN, DESCUBRIENDO QUE SOMOS CIUDADANOS DEL CIELO
HOMILÍA, II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C, 17 DE MARZO DE 2019.
Este segundo domingo de Cuaresma es tradicional que examinemos el Evangelio de la Transfiguración y este año nos corresponde la versión de San Lucas. En primer lugar indica que el episodio se dio cuando Jesús estaba orando. Notamos que los contemporáneos de Jesús al constatar los milagros extraordinarios que realizaba solían preguntar "¿quién es? y el asombro se apoderaba de ellos. A diferencia de los animales, que al morir, su alma simplemente muere con su cuerpo, el hombre posee un alma espiritual que no puede ser destruida y es inmortal. Muchos santos y místicos, como por ejemplo, Santa Teresa de Jesús, tuvieron unas experiencias extraordinarias mientras todavía vivían en este mundo. Los relatos de la resurrección de Jesús indican que era capaz de aparecer y desaparecer sin pasar por ninguna puerta. El Papa Benedicto XVI señala en su libro Jesús de Nazaret que la resurrección es un nueva dimensión de la realidad que se da en primer lugar en Jesucristo tal y como lo experimentaron los discípulos. Como veremos, la transfiguración es un adelanto, un modo en el que los tres apóstoles que acompañaban a Jesús vislumbraban lo que luego sería la vida gloriosa y resucitada de Jesús. Veamos, pues, en primer lugar, los que podemos sacar de la primera y la segunda lectura que nos ayude a alcanzar comprender algo de esta nueva dimensión.
La primera lectura del Libro del Génesis trata del encuentro de Abrán con Dios luego de haber llegado a lo que llamamos ahora Tierra Santa. Dios lo había sacado de su tierra y de la casa de sus parientes en Ur de los Caldeos, que está cerca del Golfo Pérsico y lo mandó primero a ir a Harán, que está en Siria, para luego llegar a Caná y también visitar Egipto. En esta ocasión Dios le promete a Abrán una herencia innumerable, pese a que tanto él como su esposa Sara eran ya ancianos. Dios le manda hacer un sacrificio con un carnero, una tórtola y un pichón y cae la noche. "Un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él? Un humarada de horno cayó y una antorcha ardiendo pasó entre los miembros descuartizados". Aquí tenemos un ejemplo de una intervención extraordinaria de Dios. Para poder entrar en comunión con Dios, necesitamos excluir o dejar en segundo plano toda nuestra experiencia de este mundo. Por ejemplo, nos parece normal cerrar los ojos para poder concentrarnos mejor en la oración.
Pasemos ahora a la segunda lectura y lo que podemos aprender de lo que nos dice San Pablo en su carta a los cristianos de Filipo. "Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos a un Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa con esa energía que posee para sometérselo todo". San Pablo entendía lo que significaba la ciudadanía y el hecho de haber nacido como ciudadano romano. Si somos ciudadanos del cielo, entonces es nuestra verdadera patria, el lugar donde nos corresponde no por nuestra naturaleza sino por el misterio de la gracia por el que hemos sido elevados a ser Hijos de Dios en y por Jesucristo, y eso se dio en el bautismo. Se trata, pues de esa nueva dimensión de la realidad que Jesucristo por su resurrección ha inaugurado. Si somos ciudadanos del cielo, hemos de actuar de manera que nuestra vida en este mundo no es permanente o duradera. Como dice en varias ocasiones la Biblia es como paja que arrebata el viento. Si esa nueva vida a la que hemos nacido de nuevo por el bautismo es eterna y además tiene unas características que apenas podemos imaginar en la vida actual, no debemos entretenernos con toda el alma en los asuntos mundanos sino a través de nuestro paso por este mundo, ir aprendiendo cómo vivir de acuerdo al paradigma que nos ha dejado Jesús, pues para eso vino al mundo, murió en la cruz y resucitó a esa vida nueva en la resurrección. San Pablo utiliza la palabra metamorfosis, que significa transformación o también transfiguración. Resulta que en esta vida a partir de nuestro bautismo estamos como en el vestíbulo de esta nueva situación y no la poseemos plenamente.
Veamos ahora algunos aspectos de esta vida nueva y resucitada según como la describe Santo Tomás de Aquino. En primer lugar, se trata del mismo cuerpo que se había separado en el caso de Jesús por la muerte en cruz, pero la misma alma la vuelve a asumir. No se trata de un fantasma, ni se crea un cuerpo nuevo, es decir, que hay identidad entre el cuerpo nuestro y el que tendremos en la resurrección. Se trata, pues, de un cuerpo espiritual, es decir, bajo el poder del espíritu. Los cuerpos gloriosos son resplandecientes, como constatamos en el episodio de la Transfiguración. El cuerpo glorioso es incorruptible. Otra característica del cuerpo glorioso es la integridad. Será impasible, pero no insensible. Será sutil. Poseerá la agilidad de manera que podrá rápidamente trasladarse a cualquier lugar con la rapidez del pensamiento. La claridad. "“En la renovación universal, dice Sto. Tomás, todos los seres serán engrandecidos. Los espíritus inferiores, las almas, adquirirán las propiedades de los espíritus superiores, que son los ángeles. Así lo enseña el mismo Evangelio: “Los hombres serán semejantes a los ángeles”. El alma gloriosa tendrá dominio total sobre el cuerpo no como sucede hoy. Y “Todo ser, dice Sto. Tomás, rehuye invenciblemente su destrucción. Por tanto, cuando las criaturas desean ardientemente el fin de este mundo, no desean su aniquilamiento, sino su libertad y renovación.” De aquí infieren lógicamente los doctores que las criaturas no serán destruidas, sino purificadas por el fuego al fin del mundo, al modo que el oro no se destruye al pasar por el crisol, sino que se purifica y abrillanta.
La Transfiguración es un gran misterio porque dejó a los tres apóstoles con una visión de lo que sería luego la vida eterna a la que Jesús nos invita y que inaugurará en la resurrección. Ellos no eran capaces de entender por qué Jesús tenía que sufrir, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día para inaugurar el nuevo mundo al que nos quiere llevar a todos. Por tanto, ¿qué mejor momento que la Cuaresma en la que nos disponemos a celebrar este año la Pascua, el misterio del paso de Jesús a través del dolor y la muerte a la gloria de la vida verdadera en la que se sienta a la derecha de su Padre en la compañía de los santos y nosotros estamos de camino para llegar a esta meta, no por nuestros propios esfuerzos sin por su gracia maravillosa.
Este segundo domingo de Cuaresma es tradicional que examinemos el Evangelio de la Transfiguración y este año nos corresponde la versión de San Lucas. En primer lugar indica que el episodio se dio cuando Jesús estaba orando. Notamos que los contemporáneos de Jesús al constatar los milagros extraordinarios que realizaba solían preguntar "¿quién es? y el asombro se apoderaba de ellos. A diferencia de los animales, que al morir, su alma simplemente muere con su cuerpo, el hombre posee un alma espiritual que no puede ser destruida y es inmortal. Muchos santos y místicos, como por ejemplo, Santa Teresa de Jesús, tuvieron unas experiencias extraordinarias mientras todavía vivían en este mundo. Los relatos de la resurrección de Jesús indican que era capaz de aparecer y desaparecer sin pasar por ninguna puerta. El Papa Benedicto XVI señala en su libro Jesús de Nazaret que la resurrección es un nueva dimensión de la realidad que se da en primer lugar en Jesucristo tal y como lo experimentaron los discípulos. Como veremos, la transfiguración es un adelanto, un modo en el que los tres apóstoles que acompañaban a Jesús vislumbraban lo que luego sería la vida gloriosa y resucitada de Jesús. Veamos, pues, en primer lugar, los que podemos sacar de la primera y la segunda lectura que nos ayude a alcanzar comprender algo de esta nueva dimensión.
La primera lectura del Libro del Génesis trata del encuentro de Abrán con Dios luego de haber llegado a lo que llamamos ahora Tierra Santa. Dios lo había sacado de su tierra y de la casa de sus parientes en Ur de los Caldeos, que está cerca del Golfo Pérsico y lo mandó primero a ir a Harán, que está en Siria, para luego llegar a Caná y también visitar Egipto. En esta ocasión Dios le promete a Abrán una herencia innumerable, pese a que tanto él como su esposa Sara eran ya ancianos. Dios le manda hacer un sacrificio con un carnero, una tórtola y un pichón y cae la noche. "Un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él? Un humarada de horno cayó y una antorcha ardiendo pasó entre los miembros descuartizados". Aquí tenemos un ejemplo de una intervención extraordinaria de Dios. Para poder entrar en comunión con Dios, necesitamos excluir o dejar en segundo plano toda nuestra experiencia de este mundo. Por ejemplo, nos parece normal cerrar los ojos para poder concentrarnos mejor en la oración.
Pasemos ahora a la segunda lectura y lo que podemos aprender de lo que nos dice San Pablo en su carta a los cristianos de Filipo. "Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos a un Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa con esa energía que posee para sometérselo todo". San Pablo entendía lo que significaba la ciudadanía y el hecho de haber nacido como ciudadano romano. Si somos ciudadanos del cielo, entonces es nuestra verdadera patria, el lugar donde nos corresponde no por nuestra naturaleza sino por el misterio de la gracia por el que hemos sido elevados a ser Hijos de Dios en y por Jesucristo, y eso se dio en el bautismo. Se trata, pues de esa nueva dimensión de la realidad que Jesucristo por su resurrección ha inaugurado. Si somos ciudadanos del cielo, hemos de actuar de manera que nuestra vida en este mundo no es permanente o duradera. Como dice en varias ocasiones la Biblia es como paja que arrebata el viento. Si esa nueva vida a la que hemos nacido de nuevo por el bautismo es eterna y además tiene unas características que apenas podemos imaginar en la vida actual, no debemos entretenernos con toda el alma en los asuntos mundanos sino a través de nuestro paso por este mundo, ir aprendiendo cómo vivir de acuerdo al paradigma que nos ha dejado Jesús, pues para eso vino al mundo, murió en la cruz y resucitó a esa vida nueva en la resurrección. San Pablo utiliza la palabra metamorfosis, que significa transformación o también transfiguración. Resulta que en esta vida a partir de nuestro bautismo estamos como en el vestíbulo de esta nueva situación y no la poseemos plenamente.
Veamos ahora algunos aspectos de esta vida nueva y resucitada según como la describe Santo Tomás de Aquino. En primer lugar, se trata del mismo cuerpo que se había separado en el caso de Jesús por la muerte en cruz, pero la misma alma la vuelve a asumir. No se trata de un fantasma, ni se crea un cuerpo nuevo, es decir, que hay identidad entre el cuerpo nuestro y el que tendremos en la resurrección. Se trata, pues, de un cuerpo espiritual, es decir, bajo el poder del espíritu. Los cuerpos gloriosos son resplandecientes, como constatamos en el episodio de la Transfiguración. El cuerpo glorioso es incorruptible. Otra característica del cuerpo glorioso es la integridad. Será impasible, pero no insensible. Será sutil. Poseerá la agilidad de manera que podrá rápidamente trasladarse a cualquier lugar con la rapidez del pensamiento. La claridad. "“En la renovación universal, dice Sto. Tomás, todos los seres serán engrandecidos. Los espíritus inferiores, las almas, adquirirán las propiedades de los espíritus superiores, que son los ángeles. Así lo enseña el mismo Evangelio: “Los hombres serán semejantes a los ángeles”. El alma gloriosa tendrá dominio total sobre el cuerpo no como sucede hoy. Y “Todo ser, dice Sto. Tomás, rehuye invenciblemente su destrucción. Por tanto, cuando las criaturas desean ardientemente el fin de este mundo, no desean su aniquilamiento, sino su libertad y renovación.” De aquí infieren lógicamente los doctores que las criaturas no serán destruidas, sino purificadas por el fuego al fin del mundo, al modo que el oro no se destruye al pasar por el crisol, sino que se purifica y abrillanta.
La Transfiguración es un gran misterio porque dejó a los tres apóstoles con una visión de lo que sería luego la vida eterna a la que Jesús nos invita y que inaugurará en la resurrección. Ellos no eran capaces de entender por qué Jesús tenía que sufrir, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día para inaugurar el nuevo mundo al que nos quiere llevar a todos. Por tanto, ¿qué mejor momento que la Cuaresma en la que nos disponemos a celebrar este año la Pascua, el misterio del paso de Jesús a través del dolor y la muerte a la gloria de la vida verdadera en la que se sienta a la derecha de su Padre en la compañía de los santos y nosotros estamos de camino para llegar a esta meta, no por nuestros propios esfuerzos sin por su gracia maravillosa.
sábado, 9 de marzo de 2019
Jesús tentado en el desierto
HOMILÍA DEL PRIMER DOMINGO DE CUARESMA, 10 DE MARZO DE 2019, CICLO C.
Este año nos toca la versión de San Lucas de Jesús en el desierto enfrenándose con las tentaciones del demonio, San Lucas tanto en su Evangelio como en el Libro de los Hechos de los Apóstoles resalta el papel del Espíritu Santo. Dice que Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo. Ya en la anunciación el ángel le había dicho a María que "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sobra y el que va a nacer será llamado Hijo de Dios". El Espíritu Santo es la fuerza y el poder de Dios en persona, de manera que toda la vida de Jesús está guiada por el mismo Espíritu.
En la Biblia el desierto tiene un lugar muy importante en la obra de salvación realizada por Dios, de manera especial en el caso de Israel que vagaba por el desierto durante 40 años hasta llegar a la Tierra Prometida, Retirarse al desierto significa despojarse de todo lo que no es esencial en la vida. Buena parte del cometido de la Cuaresma cada año es precisamente el de llevarnos a fijarnos en lo esencial, en lo "único necesario" que es Dios y su voluntad.
Jesús ayunó durante cuarenta días en el desierto y tuvo hambre, algo totalmente obvio. El ayuno es parte de la disciplina de la Cuaresma y en general debería de caracterizar toda nuestra vida cristiana. Sin embargo, en los últimos cincuenta años parece que el ayuno como ofrenda, sacrificio hecho a Dios ha desaparecido. La liturgia de la Cuaresma nos recuerda con frecuencia la importancia del ayuno y el hecho de que Jesús ayunó en el desierto debería de indicarnos de que no es algo superfluo. El ayuno va de la mano de la oración y la misericordia o la limosna como las tres actividades características de la disciplina cuaresmal. Nuestra vida ajetreada y estresada hoy en día nos deja pocas oportunidades de volver a sí mismo y reflexionar sobre el sentido de la vida, nuestro fin último. La oración entendida como la elevación de la mente y del corazón a Dios es algo difícil porque nuestra mente está llena de muchas preocupaciones pasajeras. Superar este problema es parte del fin de crear un desierto y relegar lo pasajera al segundo término.
San Pablo con frecuencia compara la vida del cristiano con un combate, una batalla y para ello como cualquier soldado hemos de entrenarnos, ejercitarnos en diversos esfuerzos que también provocan dolor y nos exigen constancia y perseverancia. Pues bien, el gran enemigo contra quien tenía que combatir Jesús y también nosotros, es el demonio, Satanás. Es un hecho que Satanás encuentra dentro de cada uno de nosotros un aliado, un caballo de Troya que la teología llama la concupiscencia que es resultado del Pecado Original, un resto que nos queda de la caída de nuestros primeros padres. Se trata de la debilidad que tenemos, la dificultad que encontramos en orientar las fuerzas de los instintos y pasiones bajo el dominio de la razón iluminada por la fe. Nos cuesta mucho más no hacer el bien que hacerlo. El Papa del siglo V (440-461) decía que el ayuno nos ha de fortalecer para superar los vicios. Dentro de nosotros tenemos una serie de vicios que hay que vencer: la soberbia, el egoísmo, la envidia, la pereza y muchos más.
Los pueblos tribales antiguos solían imponer a los adolescentes una serie de pruebas sea de tipo físico como adiestramiento de tipo militar, aprendizaje en la caza, en una palabra el chico tenía que aprender a superar sus vicios y a llegar a ser un hombre responsable capaz de liderar una familia, a contribuir a la defensa de la tribu de los enemigos etc. Jesús, siendo Dios, pero al mismo tiempo hombre en todo igual que nosotros menos en el pecado, tenía que enfrentarse con las pruebas o tentaciones que le presentó Satanás, que hubieran podido poner en peligro su misión mesiánica.
En primer lugar, el demonio intenta aprovecharse del hecho de su ayuno y le invita a convertir las piedras en pan. Le invitaba a hacer un milagro en provecho propio y así desviarse de su verdadera misión. Jesús respondió diciendo: "No de solo pan vive el hombre sino de toda palabra que sale dela boca de Dios". En segundo lugar, lo lleva a una montaña alta y le enseña todas las naciones de la tierra. Además, dice que son suyas. Es decir, las grandes potencias están en sus manos, le sirven a él. Esto debido a que el poder es como una droga y es muy fácil de hacer mal uso de él. Ciertamente, el poder en si mismo no es malo, pues en el Credo profesamos nuestra fe en Dios Todopoderoso. En general el hombre por su misma naturaleza tiene poder y Dios se lo ha dado para dominar la naturaleza y a los animales y así cumplir su misión de ser representante de Dios, su gerente en la tierra. También a Dios le corresponde la gloria, pero buscar gloria terrena, fama y halagos de los hombres es una gran tentación. Satanás le prometió a Jesús todas esas naciones si lo adoraba. En tercer lugar, lo llevó al pináculo del templo y le invitaba a tirarse para abajo porque citando la Escritura, dice Satanás que los ángeles lo sostendrán. El templo era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo y el centro de todo el culto y la vida del pueblo de Israel. La misión de Jesús la tenía que cumplir en la humildad, en el dolor que lo llevaría hasta la cruz, no en crear une espectáculo en el templo. Se trataba de hacer en todo y en cada momento la voluntad de Dios.
¿Qué lecciones podemos aprender de este episodio de la tentación de Jesús en el desierto de parte de Satanás? En primer lugar, hemos de pensar que si Jesús fue tentado o puesto a prueba, también lo seremos nosotros. ¿Cómo vamos a superar esta prueba? Cualquiera que se enfrenta con una prueba de tipo deportivo, de tipo artístico etc, tiene que haberse entrenado bien. Precisamente, este es uno de los fines de la Cuaresma, el de ayudarnos a superar los vicios, a fortalecernos en la práctica de la virtud, en le cumplimiento de la voluntad de Dios para poder superar cualquier prueba. No olvidemos la promesa hecha por Jesús antes de subir al cielo "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Dado que en el bautismo hemos sido incorporados a Cristo y hechos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia, no estamos solos sino él nos acompaña siempre. No solo nos da un ejemplo sino que a través de la oración, de la Eucaristía y por habernos enviado el Espíritu Santo nos da la fortaleza de salir airosos de todas las pruebas. Ejercitémonos bien en la disciplina de la Cuaresma y pongamos nuestra confianza en el Señor que no nos fallará nunca.
Este año nos toca la versión de San Lucas de Jesús en el desierto enfrenándose con las tentaciones del demonio, San Lucas tanto en su Evangelio como en el Libro de los Hechos de los Apóstoles resalta el papel del Espíritu Santo. Dice que Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu Santo. Ya en la anunciación el ángel le había dicho a María que "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sobra y el que va a nacer será llamado Hijo de Dios". El Espíritu Santo es la fuerza y el poder de Dios en persona, de manera que toda la vida de Jesús está guiada por el mismo Espíritu.
En la Biblia el desierto tiene un lugar muy importante en la obra de salvación realizada por Dios, de manera especial en el caso de Israel que vagaba por el desierto durante 40 años hasta llegar a la Tierra Prometida, Retirarse al desierto significa despojarse de todo lo que no es esencial en la vida. Buena parte del cometido de la Cuaresma cada año es precisamente el de llevarnos a fijarnos en lo esencial, en lo "único necesario" que es Dios y su voluntad.
Jesús ayunó durante cuarenta días en el desierto y tuvo hambre, algo totalmente obvio. El ayuno es parte de la disciplina de la Cuaresma y en general debería de caracterizar toda nuestra vida cristiana. Sin embargo, en los últimos cincuenta años parece que el ayuno como ofrenda, sacrificio hecho a Dios ha desaparecido. La liturgia de la Cuaresma nos recuerda con frecuencia la importancia del ayuno y el hecho de que Jesús ayunó en el desierto debería de indicarnos de que no es algo superfluo. El ayuno va de la mano de la oración y la misericordia o la limosna como las tres actividades características de la disciplina cuaresmal. Nuestra vida ajetreada y estresada hoy en día nos deja pocas oportunidades de volver a sí mismo y reflexionar sobre el sentido de la vida, nuestro fin último. La oración entendida como la elevación de la mente y del corazón a Dios es algo difícil porque nuestra mente está llena de muchas preocupaciones pasajeras. Superar este problema es parte del fin de crear un desierto y relegar lo pasajera al segundo término.
San Pablo con frecuencia compara la vida del cristiano con un combate, una batalla y para ello como cualquier soldado hemos de entrenarnos, ejercitarnos en diversos esfuerzos que también provocan dolor y nos exigen constancia y perseverancia. Pues bien, el gran enemigo contra quien tenía que combatir Jesús y también nosotros, es el demonio, Satanás. Es un hecho que Satanás encuentra dentro de cada uno de nosotros un aliado, un caballo de Troya que la teología llama la concupiscencia que es resultado del Pecado Original, un resto que nos queda de la caída de nuestros primeros padres. Se trata de la debilidad que tenemos, la dificultad que encontramos en orientar las fuerzas de los instintos y pasiones bajo el dominio de la razón iluminada por la fe. Nos cuesta mucho más no hacer el bien que hacerlo. El Papa del siglo V (440-461) decía que el ayuno nos ha de fortalecer para superar los vicios. Dentro de nosotros tenemos una serie de vicios que hay que vencer: la soberbia, el egoísmo, la envidia, la pereza y muchos más.
Los pueblos tribales antiguos solían imponer a los adolescentes una serie de pruebas sea de tipo físico como adiestramiento de tipo militar, aprendizaje en la caza, en una palabra el chico tenía que aprender a superar sus vicios y a llegar a ser un hombre responsable capaz de liderar una familia, a contribuir a la defensa de la tribu de los enemigos etc. Jesús, siendo Dios, pero al mismo tiempo hombre en todo igual que nosotros menos en el pecado, tenía que enfrentarse con las pruebas o tentaciones que le presentó Satanás, que hubieran podido poner en peligro su misión mesiánica.
En primer lugar, el demonio intenta aprovecharse del hecho de su ayuno y le invita a convertir las piedras en pan. Le invitaba a hacer un milagro en provecho propio y así desviarse de su verdadera misión. Jesús respondió diciendo: "No de solo pan vive el hombre sino de toda palabra que sale dela boca de Dios". En segundo lugar, lo lleva a una montaña alta y le enseña todas las naciones de la tierra. Además, dice que son suyas. Es decir, las grandes potencias están en sus manos, le sirven a él. Esto debido a que el poder es como una droga y es muy fácil de hacer mal uso de él. Ciertamente, el poder en si mismo no es malo, pues en el Credo profesamos nuestra fe en Dios Todopoderoso. En general el hombre por su misma naturaleza tiene poder y Dios se lo ha dado para dominar la naturaleza y a los animales y así cumplir su misión de ser representante de Dios, su gerente en la tierra. También a Dios le corresponde la gloria, pero buscar gloria terrena, fama y halagos de los hombres es una gran tentación. Satanás le prometió a Jesús todas esas naciones si lo adoraba. En tercer lugar, lo llevó al pináculo del templo y le invitaba a tirarse para abajo porque citando la Escritura, dice Satanás que los ángeles lo sostendrán. El templo era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo y el centro de todo el culto y la vida del pueblo de Israel. La misión de Jesús la tenía que cumplir en la humildad, en el dolor que lo llevaría hasta la cruz, no en crear une espectáculo en el templo. Se trataba de hacer en todo y en cada momento la voluntad de Dios.
¿Qué lecciones podemos aprender de este episodio de la tentación de Jesús en el desierto de parte de Satanás? En primer lugar, hemos de pensar que si Jesús fue tentado o puesto a prueba, también lo seremos nosotros. ¿Cómo vamos a superar esta prueba? Cualquiera que se enfrenta con una prueba de tipo deportivo, de tipo artístico etc, tiene que haberse entrenado bien. Precisamente, este es uno de los fines de la Cuaresma, el de ayudarnos a superar los vicios, a fortalecernos en la práctica de la virtud, en le cumplimiento de la voluntad de Dios para poder superar cualquier prueba. No olvidemos la promesa hecha por Jesús antes de subir al cielo "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Dado que en el bautismo hemos sido incorporados a Cristo y hechos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia, no estamos solos sino él nos acompaña siempre. No solo nos da un ejemplo sino que a través de la oración, de la Eucaristía y por habernos enviado el Espíritu Santo nos da la fortaleza de salir airosos de todas las pruebas. Ejercitémonos bien en la disciplina de la Cuaresma y pongamos nuestra confianza en el Señor que no nos fallará nunca.
sábado, 2 de marzo de 2019
GUÍAS CIEGO Y LA NECESIDAD DE LA SINCERIDAD
HOMILÍA DEL VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 2 DE MARZO DE 2018.
Nuestro pasaje evangélico de hoy es la conclusión de los que en San Lucas se llama "El Sermón de la Llanura". Ya sabemos que San Mateo reúne una buena parte de la doctrina moral en el Sermón de la Montaña. En todo caso, San Mateo nos presenta un evangelio muy ordenado con Jesús como el nuevo Moisés y el evangelio está organizado en cinco grandes discursos, siendo el Sermón de la Montaña el primero. Así como se atribuye a Moisés la autoría de los primeros cinco libros de la Biblia, o el Pentateuco, para San Mateo, el Nuevo Moisés que nos entrega la nueva , Jesús, la resume en cinco discursos. Aquí San Lucas termina su discurso con unas indicaciones muy importantes para nosotros.
En primer lugar, Jesús afirma que si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en una fosa. Se trata de un mensaje importante para cualquiera que ejerce la misión de pastor o guía de las almas, o director espiritual. No sé si alguien ha visto a un ciego guiar a otro ciego. Yo ciertamente no lo he visto. Es algo prácticamente inaudito. Jesús recurre a esta imagen para indicar que cualquiera que asume la misión de guiar a otros, primero debería de examinarse para averiguar si él cumple los consejos que da a su discípulo. Ya sabemos cuánto condenaba Jesús a los fariseos por cargar a las espaldas de los demás cargos pesados sin levantar un dedo para ayudarles a llevarlo. En España, hace más o menos un mes, se dio el cao del niño Julen de dos años que se cayó a una fosa y cómo a través de los medios de comunicación todo el país estaban vilo esperando que los expertos en excavación pudieran rescatar al niño en vida, cosa que al final no se dio. Pues, en la Palestina de tiempos de Jesús, no era raro que al andar por los campos uno no tropezara con unos hoyos debido a que la gente los cavaba en búsqueda de agua y con no poca frecuencia no encontraba la tan deseada agua, en un lugar tan desértico.
Hoy en día, hay un gran número de gurús de diverso tipo que se presentan en la televisión, en Internet y en libros ofreciendo sus recetas para vivir mejor, para alcanzar la salud, cosa que a todo mundo le interesa en nuestro tiempo, pese a que por otro lado tiene unas prácticas poco saludables. En estos tiempos también en la Iglesia, como parte de la crisis del abuso de menores, muchos obispos y sacerdotes son acusados de ser malos pastores y no guiar bien al pueblo encomendado en el seguimiento de Jesús, sino hacer más caso a los criterios del mundo y tener miedo de la desaprobación de la prensa. San Juan de la Cruz recomienda que cualquiera que busca un director espiritual, que proceda con prudencia, pues el santo consideraba que un buen director espiritual es uno en 10,000. Santa Teresa también da consejos sobre el asunto y recomienda que el guía de las almas sea "letrado" y que tenga experiencia en la vida espiritual, y si no tiene tanta experiencia, al menos sea "letrado", es decir, que haya estudiado y al menos podría guíar a sus discípulos basándose en los consejos que ha aprendido de los santos. Dice Jesús también que el discípulo será como su maestro, algo que implica una gran responsabilidad para el maestro, se encuentra en una situación en la que ha de tener un influjo positivo en el alumno y ciertamente enseñarle más con su ejemplo que con sus palabras. Hay un dicho en inglés que reza "las palabras son baratas". Nuestra virtud se ve, pues en lo que hacemos y no tanto en lo que decimos.
Nuestra primera lectura del Libro de Sirácida trata del tema de lo que nos conviene decir, como a través de la conversión llegamos a darnos a conocer, algo así como lo que dice Jesús: "de la abundancia del corazón habla la boca". Recomienda no alabar a nadie antes de que hable. Combinando lo que dice Sirácide, el hombre sabio de Jerusalén con lo que dice Jesús, podemos concluir que sí nuestras palabras revelan lo que hay en nuestro corazón, pero también lo que hacemos revela incluso más.
Jesús procede a dar otro consejo que pudiera parece un poco curioso. No intentar sacar un pequeña pedazo de madera del ojo de otro cuando tenemos una viga en el nuestro. Ciertamente, se trata de un lenguaje e imágenes que nos ayudan a comprender lo que Jesús quiere decir, porque se puede imaginar lo absurdo que sería la situación. El hecho es que somos muy rápidos en descubrir los defectos de otros e incluso comentárselo cuando con no poca frecuencia tenemos tal vez los mismos defectos nosotros y no los reconocemos. Esto también corresponde a lo que suelen recomendar los grandes maestros de la vida espiritual sobre la importancia del conocimiento propio, y la gran facilidad que tenemos de engañarnos a nosotros mismos.
Luego Jesús pasa a otra imagen al decir "un árbol bueno produce fruto bueno y un árbol podrido produce fruto no puede producir buen fruto. Jesús insiste en la urgencia que tenemos de asegurarnos de que solo si nuestro corazón es sano podemos producir buenas obras. Recordemos la polémica de Jesús en contra de los fariseos por presentarse como buenos ayunando con la cara larga, rezando en lugares públicos para atraer la atención de la gente etc. También en otro lugar insiste que lo que entra en el vientre del hombre no es lo que lo hace impuro, sino lo que sale de su corazón y da una lista de vicios. Además, recordemos que al final de nuestra vida nos toca el juicio particular y Dios es infinitamente inteligente y sabio y no hay modo de engañarle. Él conoce el corazón de cada uno. Cuando la Biblia habla del corazón a lo que normalmente se refiere es lo más íntimo del hombre, es decir,, su conciencia. Constatamos que las palabras de Jesús son tan claras y contundentes que no hay modo de malinterpretar lo que dice.
Aprovechemos este domingo que en este año es el último antes de la llegada de la Cuaresma para lograr la conversión, el cambio de mentalidad y ser sinceros de manera que nuestra palabra sea "sí, sí o no, porque lo demás viene del maligno". Estamos, pues en vísperas de la Cuaresma de este año y sabemos que cada año es una gracia y una ocasión de purificación de nuestra mente y nuestra conciencia. ¿Cuántos que nos acompañaron en la Cuaresma del año pasado ya no están con nosotros? Aprovechemos, pues porque no sabemos ni el día ni la hora.
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