HOMIÍA, XXII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2018.
Todas las lecturas de hoy tratan de la Ley. Empecemos con nuestra primera lectura del Libro del Deuteronomi, el quinto libro de la Biblia, que significa segunda ley. Está situado al otro lado del Jordán antes de la entrada del pueblo de Israel en la tierra prometido y se trata de un largo discurso de Moisés, que se caracteriza por una reflexión sobre la grandeza de Dios que ha amado y escogido a su pueblo, tan pequeño comparado con los otros pueblos de alrededor, pero que experimenta la predilección de Dios sobre todo debido a la ley que le ha entregado.
En los tiempos que corren, la gente considera que la libertad consiste en hacer lo que a uno le viene en gana y no estar sometido a la voluntad de otro o a unas leyes que restringen esta opción. Ciertamente el Libro del Detueronomio no lo ve así: ¿Cuál es la gran nación, cuyos mandtos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy? Resulta que todos los deportes tienen sus reglas y si no las tuvieran no se podría gozar del juego porque sería un caos. En el fútbol, sólo el portero puedo coger el balón con la mano. Si otro hace eso, el arbitro castigo a su equipo con una pena que favorece al otro equipo. En el golf hay una gran cantidad de reglas que llenan un libro. ¿Acaso uno es más libre si se le ocurre hacer lo que le da la gana y no aplicar las reglas? Seguramente perderá el partido y al hacer el ridiculo, se convertirá en el hazmereir del resto, tanto de jugadores como espectadores. Lo mismo sucede con la disciplina y las reglas que hay que aplicar para tocar el piano o el violín. Si se quiere tener éxito en un deporte o en la música hay que dedicar muchos años a la práctica del instrumento o del deporte hasta que uno llega a la excelencia. De lo contrario, el que no toca bien el violín, seguramente producirá unos sonidos horrorosos. Lo mismo dígase del artista, que tiene que entrar en un taller y aprender como pintar o esculpir hasta que domina las técnicas que que el arte llegue a ser parte de él. ¿Cómo es posible que mucha gente piense que en la vida puede saltarse las reglas de la convivencia, hacer lo que le da la gana y así llegar a ser una persona madura y responsable?
El nño es egoista por naturaleza, pero los padres le tienen que enseñar a salirse de sí mismo, a repetar a sus hermanos, a pedir perdón cuando ha ofendido a otro, a ser cortés y respetar a los mayores etc. Esto requiere un esfuerzo notable porque si hace bronco tiene que ir aprendiendo que tal compoartamiento ofende a otro y no le conviene a él tampoco. El niño quiere el cariño los padres y si ve que se porta bien y le dan un beso o un abrazo y le dicen que están contentos porque ha hecho algo bueno, irá aprendiendo a hacer el bien y evitar el mal, a ser responsable que este tipo de comportamiento le hace más feliz y recibe cariño y aprecio de los padre y otros. De esta manera funciona la ley de Dios, se trata de una manifestación de su amor hacia nosotros y es cómo alcanzamos la tan anhelada felicidad y no haciendo lo que nos da la gana. Santiago nos dice en la segunda lectura: "Todo beneficio, todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra". Luego prosigue: "Aceptad dócilmete la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros". La ley de Dios, pues, es como una semilla que se planta y se hace parte de nosotros para luego dar fruto. Hacemos el bien a través de la repetición de actos buenos, y en eso consiste la virtud, palabra que en girego areté significa excelencia. Claro, hacer constantemente el bien implica evitar el mal y converitrnos en buenas personas. La ley de Dios es una grandísima ayuda proveniente del amor de Dios que quiere nuestro verdadero bien y al final nuestra verdadera felicidad eterna en el cielo. No podemos decir que somos buenas personas, pero resulta que hacemos cosas malas.
Pasemos al Evangelio de hoy. Resulta que los escribas y fariseos, si bien manifestaban un gran aprecio por la ley de Dios, pero con poca inteligencia y prudencia de manera que se enzarazaban en disputas sobre un sin fin de detalles muchas veces olvidando los grandes preceptos. Estos preceptos, como nos enseña Jesús, se resumen en Amarás al Señor tu Dios, con toda el alma, con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo". La prudencia es la virtud que nos dispone a buscar los medios más aptos para alcanzar el fin. Ante todo, debemos tener en mente nuestro fin último y luego medir todo lo demás de manera que nos ayude a alcanzar ese fin. En el caso del pasaje de hoy, se trata de que los discípulos comáin con las manos impuras, no lavándalas tanto como los judíos. Ellos le daban una importancia enorme a este tipo de norma menor. Además de las 613 preceptos que se encuentran en la Biblia, ellos habían inventado miles más con el intento de proteger la ley con un cerco, que llamaban "las tradiciones de los antiguos". Para Jesús la verdadera pureza es la pureza interior del corazón. Por lo tanto, insiste que lo que mancha al hombre no es lo que entran en su boca y llega la vientre sino las acciones que salen de su corazón, es decir, de lo más íntimo del hombre o su conciencia.
A continuación, Jesús da una lista del tipo de vicio que sale del corazón del hombre: ""los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, desenfreno, envidia difamación, orgullo, frivolidad". Estos vicios son contrarios a los mandamientos del decálogo, aunque el orden que da Jesús aquí no es el mismo.Interesante que pone en primer lugar la fornicación que hoy en día casi nadie consdera pecado, pues el sexo se ve como juego. En la época de Jesús y los apóstoles como la nuestra el desenfreno sexual era muy común entre los paganos. Un cristiano tenía que aprender a controlar sus instintos. Resulta hoy que los pecados sexuales son igualmente comunes entre los católicos como los nocatólicos. Muchos aprenden que tal desenfreno tiene su lado negativo no sólo en relación con las enfermedades sexualmene transmitidas, sino las personas se seinten usadas.
No olvidemos nunca que la ley de Dios es una manifestación y no un modo de fastidiarnos o una suerte de puritanismo. Así como el universo tiene su orden establecido por Dios en las leyes de la física, así también el orden moral es esencial para poder alcanzar la felicidad que todo mundo anhela.
sábado, 1 de septiembre de 2018
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