Algunas de las palabras más duras y contundentes de Jesús en todo el Evangelio están en nuestro pasaje de hoy y tratan del "escándalo de los pequeños". Primero, ¿en qué consiste el escándalo? Según la palabra original griega "skandalon", se trata de una piedra de tropiezo que uno puede encontrar en el camino y le hace caer". Sabemos que en la Iglesia primitiva lo que más atraía a los paganos era la vida santa, entregada, caritativa de los cristianos. Así es cómo muchos paganos se convirtieron en cristianos. No basta la predicación con la palabra, tiene que estar avalada por el ejemplo. Hoy en día, probablemente más que en otras épocas, se rechaza la hipocresía. Debido, pues a esta importancia del testimonio para propagar el cristianismo, se puede ver lo nefasto que es el escándalo, que tiende a ser un obstáculo para los que no son católicos en el momento de considerar si convertirse y en general una gran rémora a la misón evangelizadora de la Iglesia.
En la politica, los escándalos están a la orden del día. Si no es malverisón de fondos, es el intento del político de pretender que tiene títulos universitarios que no tiene, o si los tiene son el producto de fraude y plagio. En la Iglesia, el gran escándalo de las úlitmas décadas ha sido el de la pederastia entre algunos miembros del clero. En nuestro mundo de la revolucíón sexual, éste parece ser la única transgresión que todavía se condena. Además, como la Iglesia condena el uso de los anticonceptivos, la masturbación, el sexo homosexual, las fantasías sexuales, el adultero, la pornografía, en todo tipo de lujuría. Ahora bien, si resulta que un cierto porcentaje de los sacerdotes han caído en el pecado de abusar sexualmente a menores, eso le da al mundo secularista una confirmación de su idea de que el sexo no es más que una forma de recreación, un placer que ha de estar a disposición de adultos que consienten en cualquier momento, un poco como tomar un helado. Atacan el celibato sacerdotal pues es una afrenta para este mundo obsesionado con el sexo, la crisis de la pederastia les confirma en su convicción de que en realidad la castidad es imposible y los que la profesan no la cumplen.
Jesús dice que el que escanaliza "a uno de estos pequeños", será mejor que se le cuelga una piedra de molino y se le echa al mar. Los pequeños no son necesariamente los niños o adolescentes, aunque también. Se trata de personas con una fe débil que en vez de fortalecerla con ciertos actos y modos de operar atacan esta fe débil. San Pablo trata del tema del escándalo en su Primera Carta a los Corintios cuando habla de un problema que tenían sus primeros cristianos, el de comer carde sacrificado a ídolos. San Pablo delcara que dado que los ídolos no son nada, èl no tiene problema con comer tal carte. Luego añade que si comer carne fuera a escandalizar a otro de conciencia débil, dejaría de cmer carte para siempre. Tanto San Pablo como Jesús son buenos pastores que se preoucpan por la conciencia de sus ovejas y no permiten bajo ningún pretaxto causarles escándalos.
En primer lugar, hemos de darnos cuenta de que el escándalo es un pecado grave en sí sobre todo cuando se exponen a los débiles, de manera especial a los pequeños a unos malos ejemplos que les pueden hacer perder la fe o malformar su conciencia. Un sacerdote, un obispo, un religioso no sólo han de practicar la virtud y seguir el ejemplo de Jesús, no sólo por la profesión que han hecho que les exige un tipo de comportamiento de mayor rigor que los demás fieles. Los fieles esperan de ellos tal comportamiento ejemplar, si no ¿cómo van a ser convencidos de lo que predican los obsipos y sacerdotes?
Jesús procede a dar un ejemplo más radical: "si tu mano es motivo de escándalo, córtetela; "si tu ojo es motivo de escándalo, arráncalo..." Jesús considera que es mejor entrar en el cielo manco o tuerto que ir al infieron cn dos ojos o la mano entera. De estas frases de Jesús, podemos deducir dos cosas: Primero, el escándalo es un pecado grave que nos puede mandar al infierno, y en segundo lugar, hemos de tomar medidas drásticas para evitar caer en el escándalo de otros llegando al exremo de cortanos el brazo o arrancarnos el ojo. Esta es una manera práctica de hacernos caer en la cuenta de la gravedad del asunto.
Jesús quiere que evitemos llegar al infierno a todo coste. ¿Y nosotros? Aquí Jesús habla del escándalo a los débiles, pero tambén hay otros vicios que nos pueden llevar al infierno. En primer lugar, tenemos que creer que el cielo y el infierno existen. Hay muchos que tratan de convencer se de que Dios es tan bueno o bonachón que no es capaz de enviar a nadie al infierno, que es pura misericordia. Es lógico que a los buenos se les premie y a los malos se les castigue. Sería bonito que no existieran cárceles, pero no es realista. Si nuestra alma es inmortal y si al final de esta vida no acabamos como un poco de polvo, hemos de convencernos de que nuestro comportamiento en este mundo nos dará como premio el cielo o como castigo el infierno. Del cielo dice San Pablo, citanado a su ves la Profeta Isaías, "ojo no ha visto, ni oido ha escuchado las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman". Recordemos los momentos de felicidad que hemos gozado en esta vida e imaginemos que serán no solo momentos sino una eternidad y de un goce infinitamente mayor de loq ue podemos imaginarnos. Por eso, Dios metio en nuestra alma el deseo de la felicidad.
Segurmente, hemos leido o conocido caso de sufrimiento tremendo, provocado a veces por las adicciones como la droga, la depresión, la frustración, además de las penas físicas, como el que proviende del fuego. Según enseña la Iglesia hay dos tipos de pena en el infierno, una llamada de daño y pena de sentido. Esta trata del dolor que provoca el darse cuenta del fracaso total y absoluto de nuestra vida por haber rechazado a Dios nuestro fin último. Se trata de una inmensa frustración al verse privado de la visión beatífica o todo el amor, el gozo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman y han sido fieles en su vida. La pena de sentido se considera ser como la de fuego, siendo un tipo de fuergo físico pero distinto del que conocemos en esta vida. No sería solamente el dolor del arrepentimiento de la conciencia por darse cuenta del fracaso de nuestra vida. Además, la eternidad del infierno es producto de gran dolor. El refrán dice que "no hay mal que dure cien años", pero en el caso del infierno no solo dura cien años sino ad aeterna et ultra.
Hemos visto cómo Jesús realiza una condena tremenda en contra de los que escandalizan a los débiles y cómo insiste que cualquier sufrimiento sería poco con tan de no llegar al infierno. Primero tenemos que ser conscientes de lo que es el cielo y el infierno. Claro, no es tan fácil esta tarea porque no podemos imaginarnos lo que Dios nos tiene preparado en el cielo o lo horrorosos que son las penas del infierno. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de no vivir nuestra vida con frivolidad sino dándonos cuenta de lo que significa ser responsable y sí alcanzar el premio del cielo y evitar las penas del infierno.