HOMILÍA DEL V DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 6 DE FEBRERO DE 2022.
El domingo pasado nos tocó la vocación del Profeta Jeremías. Hoy seguimos con las vocaciones, esta vez del Profeta Isaías y de los apóstoles y de manera especial de Pedro. La Biblia nos presenta dos versiones de la vocación de Moisés y otros grandes personajes tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, como por ejemplo Gedeón y Sansón en el libro de los Jueces, además de Jeremías y Isaías, está la vocación del profeta Ezequiel que se dio en Babilonia, y en los Evangelios constatamos que la vocación de los apóstoles se presenta en todos los cuatro evangelios. No olvidemos la importancia de la conversión y vocación de San Pablo de la que hay tres versiones en el Libro de los Hechos de los Apóstoles y otra en la Carta del mismo apóstol en su Carta a los Gálata, todo lo cual revela la importancia de las vocaciones que manifiestan el plan de Dios sobre los grandes personajes bíblicos. Dios no solo nos da la vida sino también tiene un proyecto para cada uno y nos toca encontrarlo y ser fieles a lo que Dios nos pide.
Una característica de estas vocaciones es que superan la capacidad humana del llamado, normalmente le da miedo y se siente incapaz de cumplirla. En el caso de Moisés, presentó la excusa que no sabía hablar bien y por ello no se sentía preparado para presentarse al Faraón y pedirle la liberación del Pueblo de Dios de la opresión a la que lo tenía sometido el Rey de Egipto. Como vimos el domingo pasado, Jeremías respondió que era un mero muchacho y por ello incapaz de cumplir lo que Dios le proponía. Dios normalmente invita a su profeta o apóstol a no tener miedo, que él está con ellos.
Hoy nos toca la vocación del más grande de los profetas, Isaías que se encontraba en el templo, suponemos orando. Se dice cuando se dio, el año de la muerte de rey Ozías. Se trata de una visión impresionante de Dios en el cielo rodeado de ángeles, serafinas que cantan “Santo, Santo, Santo, el Señor de los Ejércitos, la tierra está llena de su gloria” (canto que repetimos en cada Misa al inicio de la Plegaria Eucarística) e incluso un terremoto. No es de extrañar que el profeta se asuste. Además, el templo estaba lleno de humo, suponemos de incienso. Responde “Ay de mi, estoy perdido! Yo hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos”. Un ángel saca un ascua del fuego y lo acerca a los labios del profeta con unas pinzas indicando que se le purifica y perdona sus pecados. A diferencia del caso de Jeremías y otros Dios dice “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte? El profeta, sin poner ningún obstáculo, responde “Aquí estoy mándame”.
Pasemos ahora a la versión de San Lucas de la vocación de los apóstoles, y especialmente San Pedro. Se trata de la primera época del ministerio de Jesús en Galilea que manifiesta una gran acogida del pueblo a su predicación y sobre todo está movido por los milagros. Jesús estaba predicando al lado del Lago Genesaret y vio dos barcas junto a la orilla. Los pescadores estaban desembarcados y lavando las redes. Jesús, al parecer sin recibir ninguna invitación, subió a uno de los barcos que era de Pedro y se sentó y enseñaba a la gente. Es interesante la autoridad que manifestaba Jesús, pues el evangelista no indica que lo haya invitado Pedro ni que haya pedido permiso al apóstol.
Al terminar, otra vez Jesús toma la iniciativa y le dice a Pedro y sus compañeros : “Rema mar adentro y echar las redes para pescar”. Pedro responde que habían estado pescando todo la noche sin coger nada pero a la palabra de Jesús estaba dispuesto de hacerlo. Conviene recordar que el mejor momento para la pesca es la noche, cosa que obviamente Pedro sabía y en la noche no había pescado nada. Resulta que se dio una pesca superabundante de manera que Pedro tenía que pedir la ayuda de los de la ora barca, que eran Santiago y Juan.
Podemos imaginar el asombro de Pedro que se arrojó a los pies de Jesús y decía “”Apártate de mí que soy un pecador”. Es decir, la misma reacción que el Profeta Isaías. Jesús lo tranquiliza diciendo “De ahora en adelante, pescarás a hombres”. La reacción de Pedro y sus compañeros era tan poderosa y extraordinaria que “sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”. Este hecho nos ayuda a captar el impacto que tuvo Jesús en la vida no solo de los apóstoles sino en el pueblo. Lo mismo hizo Mateo abandonando su despacho de recaudador para seguir a Jesús y estando tan contento que hizo un banquete para Jesús, sus discípulos y sus compañeros en el oficio de recaudador de impuestos. Aquí hay una lección para todos nosotros: Cuando Dios nos llama, cuando manifiesta su voluntad sobre nosotros lo que hay que hacer es dejar al lado nuestro propios proyectos y seguir a Jesús.
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