HOMILÍA DEL DOMINGO VI DE TIEMPO ORDINARIO CICLO V.13 DE FEBRERO DE 2022.
El domingo pasado nos tocó reflexionar sobre el pasaje del c. 6 del Libros del Profeta Isaías que trata de la vocación del profeta. Hoy pasamos al Profeta Jeremías y nuestro pasaje comienza: “Maldito el hombre que pone su confianza en el hombre y en la carne busca su fuerza”. No se trata del excluir toda confianza en otros, por ejemplo cuando uno hace un contrato con otro. Desde luego no se puede vivir sin fiarse de alguna manera de otros. Si no, por ejemplo, no iríamos una panadería porque podríamos pensar que el pan está envenenado. Desde luego con tal actitud no se podría vivir. SE trata de poner nuestra confianza plena y absoluta en otro. “Y en la carne busca fuerza”. En la Biblia, la carne se refiere a lo humano en cuanto débil y frágil. San Pablo en muchas ocasiones en sus cartas se refiera a la carne y el Espíritu contrastando uno con el otro. Otro ejemplo se encuentra en la agonía de Jesús en Getsemaní cuando Jesús encuentra a los apóstoles que lo acompañaban dormido y dice quejándose del hecho de que no eran capaces de vigilar con él y que el “espíritu” sí lo quiere pero la carne es débil.
Con
frecuencia en la Biblia encontramos el término corazón y
no se refiere
meramente al organismo físico que es el corazón, sino lo más
íntimo que hay en el hombre, la conciencia. Jesús,
resumiendo todos los mandamientos dice “Amarás al Señor con todo
el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas y al prójimo
como a ti mismo”. Aquí como en lo que dice Jeremías, se trata de
una confianza plena y absoluta sin fisuras. Solo Dios merece tal
confianza y el que no se la da “aparta su corazón del Señor”.
Dios nos exige una
dedicación total y absoluta a él y a sus mandamientos por ser quién
es, el Señor, nuestro creador a quien debemos todo. El profeta
explica las consecuencias de no dirigir todo nuestro corazón a
Dios: “Sera como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien;
habitará la aridez del desierto”. No
podrá dar fruto por falta de agua, pues como todo mundo saben el
desierto tierra
salobre e inhóspita
no hay agua y sin
agua no hay vida, plantas sino arena que arrebata el viento. El
hombre que no se mantiene unido al Señor, cumpliendo su voluntad no
podrá dar ningún fruto.
El que pone su confianza en el Señor será bendito “será un árbol plantado junto al agua que junto a la corriente echa raíces; cuando llega el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta,no deja de dar fruto”. Hoy nuestro Salmo Responsorial del salmo 1 nos de el mismo mensaje. El mismo Jesús decía de manera similar “¿qué aprovecha al hombre ganar todao el mundo si pierde su alma?”.
Nuestro pasaje del Evangelio de San Lucas corresponde al Sermón de la Montaña en San Mateo que se da no en un a montaña sino en una llanura. Es posible o probable que Jesús hay dado más de una vez la misma enseñanza, una vez en la montaña y otra en una llanura. También San Lucas tiene cuatro bienaventuranzas en vez de las ocho que nos da San Mateo, y luego tiene cuatro “ayes”. San Lucas contrasta a los ricos comparados con los pobres, los que ahora están contentos porque luego vana a sufrir duelo y llorarán; igualmente si el mundo habla bien de ellos ahora les tocará el rechazo del mundo como sucedió con los profetas antiguos. Se trata de un mensaje similar al de Jeremías, poniendo la confianza en la riqueza o los ricos, en lo que puede dar el mundo al final resulta ser una apuesta equivocada que a la larga da pena y angustia.
Podemos aprender tanto del profeta Jeremías como del Jesús en el Evangelio de San Lucas lo que San Agustín dice al inicio de sus Confesiones, Dios nos ha hecho para sí solo en Él podemos alcanzar el descanso que anhelamos.
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