viernes, 21 de agosto de 2020

LA RESPONSABILIDAD QUE VA CON TENER PODER.

 HOMILÍA PARA EL DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO A, 23 DE AGOSTO DE 2020.

   La primera lectura tomada del libro de Isaías comienza así: "Así dice el Señor a Sebná  mayordomo del palacio. Te echaré de tu puesto. Te destituiré de tu cargo..." Para comprender este episodio hay que volver atrás al c, 18. Sebná era el mayordomo del Rey Ezequías cuando Senaquerib, rey de Asiría llegó a Jerusalén y le puse sitio en el año 732 a. C.. Pese a tratarse de un momento de gran crisis en el país, a Sebná se le ocurre mandar construir una gran tumba fuera de la ciudad, probablemente en el Valle de Cedrón. Es el único individuo que condena Isaías probablemente por su egoísmo, máxime en un momento de gran crisis. Vemos en nuestro pasaje que es reemplazado por Eliacín, y reducido a ser meramente secretario del rey. La tamba serviría para que las futuras generaciones se acordaran de él. Sin embargo el profeta le avisa que morirá en el extranjero, de manera que de nada le serviría el monumento. Como dice el dicho latino "Sic transit gloria mundi", "así pasa la gloria de este mundo". 

Este pasaje nos ayuda a reflexionar sobre el poder y cómo hemos de manejarlo, Todos tenemos algún tipo de poder, aunque sea menor, así un padre de familia sobre los hijos, un maestro sobre sus alumnos, un jefe en un negocio. El poder en sí no es malo, pero no se necesita mucha inteligencia para darnos cuenta de que hay el peligro de abusar de él, y mientras más poder tiene una persona mayor es el peligro. Jesús decía a los apóstoles que él había venido "no para ser servido sino para servir y dar su vida para el rescate de muchos". Más poder significa la obligación de servir a más personas. El deseo de servir implica humildad y que a su vez, en palabras de Santa Teresa, es "andar en la verdad".  Hemos de tener presente que somos criaturas de Dios y como dice San Pablo ¿qué tienes que no hayas recibido". Si somos humildes, nos daremos cuenta de que tenemos muchos defectos y que otros son más virtuosos que nosotros, y por ello no deberíamos de compararnos con ellos considerándonos mejore que ellos. 

En el evangelio de hoy, hemos escuchado la profesión de Pedro que declara que Jesús es "el Mesías, el Hijo de Dios". Jesús alaba a Pedro porque esa confesión de fe no provino de ninguno de este mundo sino del Padre que está en el cielo. Enseguida Jesús comienza a explicarles a los apóstoles que él tendrá que sufrir a manos de las autoridades y morir en la cruz. A Pedro, ni a ninguno de los demás les entraba en la cabeza cómo el Mesías fuera a acabar de esa manera ignominiosa cuando entendían que sería el nuevo Rey David que conquistaría a los romanos y establecería su reino en Jerusalén a donde llegarían los paganos a dar culto al verdadero Dios en el templo. Jesús tuvo que reprender a Pedro e incluso llamarlo Satanás, u obstáculo en el camino. O sea el poder que iban a alcanzar eventualmente los apóstoles en la Iglesia se iba a alcanzar a través de la humildad y la entrega de sí mismos como Jesús en la cruz. Era una lección que en aquel momento, ni cuando fue preso Jesús en la noche de Jueves Santo acababan de captar porque todos ellos se escaparon con la excepción de San Juan y solo quedaron las mujeres como testigos de la muerte de Jesús en la cruz. 

Esta es una gran lección y pidamos al Señor por la intercesión de la Santísima Virgen María, la esclava del Señor que podamos aprender como manejar el poder que tengamos aunque sea poco, es decir, con humildad como María, 


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