sábado, 27 de junio de 2020

LA AYUDA MUTUA Y LA HOSPITALIDAD

HOMILÍA DEL DOMINGO XIII, CICLO A , 28 DE JUNIO DE 2020.

Hoy nos toca una lectura del Segundo Libro de Reyes, Hace no mucho hemos leído otro pasaje de este mismo libro acerca del Profeta Elías. Ahora corresponde a su sucesor Eliseo que después de la desaparición de Elías en un carro de fuego, recogió su manto y prosigue con la misión profética.  El profeta pasaba por un pueblo llamado Sunam y una señora rica lo invitó a su casa. Luego, cada vez que pasaba por allí visitaba a esa buena señora y su marido y le daba de comer y un lugar donde descansar hasta que la señora sugirió a su esposo que hicieran un cuarto bien equipado para que Eliseo pudiera descansar al pasar por el pueblo, El esposo estaba de acuerdo y lo hicieron. Ella percibía que era un profeta y un hombre santo que merecía ese trato. Resulta que la pareja no tenían hijos que en la Biblia siempre es algo doloroso, pues los hijos son una gran bendición de Dios. El profeta le dice que en un año volverá  y habrá tenido un hijo y así fue.
Ciertamente la hospitalidad era algo muy apreciado en la Biblia y eso queda claro en las palabras recogidas en nuestro Evangelio de hoy:  El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Además, en aquella época no  se viajaba con la comodidad con la que hoy en día viajamos y si no logramos llegar a tiempo a nuestro destino tenemos la posibilidad de alojar en algún hotel. En aquellos tiempos, se viajaba de pie y solo los ricos a caballo. El favor de la señora para con el profeta era un acto notable de caridad y de bondad. También constatamos en los Hechos y en las Cartas cómo San Pablo siempre encontraba a personas amables y curativas con quienes podía alojar. 

En estos meses en los que hemos tenido no solo la experiencia del confinamiento obligatorio con amenaza de multas, sino incluso en muchos casos han quedado cerradas las Iglesias y la práctica totalidad de las actividades pastorales e incluso en muchas partes la misma Eucaristía suspendidas. Algunos sacerdotes han hecho un gran esfuerzo por mantenerse en contacto con sus feligreses, mientras otros menos. La misión y vocación sacerdotal está al servicio de los feligreses y el sacerdote se debe a ellos. San Juan Enrique Newman comentaba a su obispo en una conversación que nosotros los sacerdotes sin los fieles no tenemos ningún sentido. De hecho, si el sacerdote tiene un techo, si tiene de qué comer y cómo movilizarse, se debe a las contribuciones de los fieles. 

Los sacerdotes diocesanos viven  solos y en después de un domingo de varias misas y otras obligaciones pastorales termina su día llegando a su casa vacía. El sacerdote tiene la obligación de atender los requerimientos de los feligreses dentro de lo posible. Lo bueno sería que tanto él como ellos no se olvidasen que todos somos imperfectos y ser comprensivos unos con otros. A veces, algunos fieles, ver la parroquia como una proveedora de servicios, y consideran que tienen "derechos del consumidor" como pasa en el caso de las tiendas. Creo que tanto a él como ellos les ayudaría hacer un repaso de las cartas de San Pablo y aprender unas buenas lecciones sobre la comunión y la fraternidad que debería de existir entre unos y otros. San Pablo comienza sus cartas expresando su alegría al comunicarse con sus cristianos y los alaba, aunque uno capta más adelante que hay gente complicada, que hay defectos. Por ejemplo, en la Carta a los Romanos, al final manda muchos saludos a diversas personas mencionando sus nombres. Es inevitable que hay algunos roces o desacuerdos, pero como dice el refrán "hablando se entiende la gente"

Ojalá todos, clero y laicos aprendamos cada vez más a ser corteses, agradecidos, comprensivos y no fijarnos tanto en los derechos, cosa que se exagera en la cultura en la que estamos inmersos, 





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