HOMILÍA PARA LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, 7 DE JUNIO DE 2020
El domingo que sigue a Pentecostés lo dedica la Iglesia a recordar el misterio más grande y central del nuestra fe, el hecho de que Dios es una naturaleza y tres personas. Si nos fijamos, cada vez que nos persignamos lo hacemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si ponemos atención a la Santa Misa, veremos que desde el inicio hasta el final toda la oración de la Iglesia que es la Liturgia está dirigida al Padre, por Jesucristo su Hijo Nuestro Señor y el Espíritu Santo. No pocas personas piensan que no hace falta intentar reflexionar sobre este misterio, porque es un misterio y por ello más allá de nuestra capacidad de comprensión. Sabemos, como afirma Santo Tomás de Aquino, sabemos más sobre lo que Dios no es que lo que. San Agustín dice "Si comprehendis non est Deus", si lo comprende no es Dios. Es decir, Dios no forma parte de nuestro mundo que somos capaces de comprender. En todo caso, piensan que es una cuestión especulativa que poco o nada tiene que ver con la vida real y concreta, que se dediquen a reflexionar sobre la Trinidad los teólogos. Vamos a ver, pues que tal actitud esta´equivocada y que Dios no se ha revelado para satisfacer nuestra curiosidad sin para nuestra salvación, para que lleguemos dentro de lo posible a conocer el misterio de la creación y del hombre, que según nos dice el Libro del Génesis, Dios nos creó a su imagen y semejanza. Con la ayuda de las lecturas bíblicas que la Iglesia nos propone hoy procuraremos descubrir deberíamos interesarnos no solo del misterio del hombre sino que sin su relación a Dios que es uno y trino no es posible alcanzar a comprender al hombre, su naturaleza y su destino
San Pablo en la breve segunda lectura, tomada del final de su Segunda Carta a los Corintios se despide de la comunidad con este deseo: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros". Es uno de los textos importantes del Nuevo Testamento que en una frase se refiere a las tres personas y el aspecto central que se resalta es la gracia y el amor. Otro texto emblemático que también resalta el amor es el del Evangelio de San Juan que nos toca escuchar hoy, 3,16: "Tanto amó Dios al mundo que para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan vida eterna".
Pasemos ahora a nuestra `primera lectura, tomada del Libro del Éxodo. Se sitúa en el momento en el que después de recibir Moisés las dos tablas de la Ley de Dios en el Monte de Sinaí y de haber descubierto que el Pueblo juntamente con Aarón estaba adorando el becerro de oro, y en su ira haber roto las tablas y hecho polvo del becerro, Moisés vuelve a subir al monte. Notemos que Moisés al subir la montaña entra en una nube. Es algo común en la Biblia, Dios se manifiesta en una densa nube, significando que, como hemos visto que no lo conocemos cara a cara en este mundo. Por experiencia probablemente sabemos lo difícil es conducir un coche en medio de una niebla pesada y cómo se ve muy poco. En las grandes fiestas, la Iglesia suele utilizar el incienso en la Misa. Además del olor, el significado de la quema del incienso es formar este tipo de ambiente. También en Sinaí cuando Moisés estaba en la montaña se veía relámpagos y fuego. Todo esto tiende a indicar que es imposible ver a Dios directamente, al menos en esta vida.
Podríamos preguntarnos si Dios no hubiera creado el universo y todos nosotros, igualmente sería: "compasivo y misericordioso", expresión que encontramos en nuestra primera lectura de hoy. o si podríamos conocer estas características de Él". Obviamente, Dios no tenía ninguna necesidad de crear nada y si lo ha hecho es por pura bondad y el deseo de hacer que nosotros podamos participar en su felicidad eterna, o como dice San Juan "que tengamos vida eterna". Dado que la misericordia y la compasión son aspectos del amor, y en su Primera Carta, San Juan afirma que "Dios es amor", y San Juan Pablo II dice que la misericordia es el aspecto más exquisito del amor de Dios, no es algo extra o secundario. Por otro lado, Santo Tomás de Aquino nos recuerda que "todo lo que hay en Dios es Dios". Posee la plena perfección de manera infinita.
A lo largo de los primeros siglos de la vida de la Iglesia, se dieron varias herejías en contra de la doctrina de la Santísima Trinidad. Esta doctrina era un obstáculo para que algunos judíos se hicieron cristianos debido a su monoteísmo extremo. La principal herejía que se dio fue la de Arrio, un sacerdote de Alejandría que decía que "hubo un tiempo en el que el Verbo no existía". Sí era la criatura primera y más perfecta pero no divino. Se celebraron muchos concilios y no pocos cristianos se sumaron a este error. El Concilio de Nicea del año 325 se enfrentó con este error y publicó el Credo de Nicea. Es el que recitamos en la Misa, excepto que fue completado por otro Concilio en Constantinopla (año 381) porque solo decía "creo en el Espíritu Santo" de manera que se suele llamar el Credo Niceno-constantinopolitano. En el tiempo entre los dos concilios, surgieron otros herejes que fueron llamados "enemigos del Espíritu Santo" porque negaban la divinidad del Espíritu Santo.
Vamos a comentar un poco más lo que es a mi parecer el aspecto central de la doctrina trinitaria resumida por San Juan en su Primera Carta cuando afirma que "Dios es amor" 4,8). El islam niega rotundamente que Alá tenga "asociados" que sería el pecado más grave concebible. Es un dios lejano con el que no se puede entrar en una relación y más bien parece un tirano. Si Dios es amor, tiene que haber uno que ama, que es el Padre, principio y fundamento de la divinidad, uno que es amado, que es el Hijo y el amor entre ellos o como dice San Pablo "la comunión" del Espíritu Santo. Podemos afirmar esto de Dos por lo que nos ha enseñado Jesús. San Agustín en su obra maestra sobre la Trinidad se esfuerza por encontrar analogías y huellas de la trinidad en la creación y de manera especial en el hombre, imagen y semejanza de Dios. Por otra parte, si Dios nos ha creado con las características que tenemos y nos invita a entrar en comunión con Él, eso tiene que necesariamente ser posible. Tenemos un alma espiritual o inmaterial e inmortal, es decir, aunque está unida al cuerpo no depende tan radicalmente de la materia que es capaz de una vida separada del cuerpo, precisamente cuando morimos hasta la resurrección al final de los tiempos. Tiene que haber una cierta semejanza aunque obviamente la diferencia entre nosotros y Dios es mucho mayor para poder alcanzar la promesa de la vida eterna. Hace falta que haya una suerte de "enganche", para que podamos participar en la naturaleza divina (2 Pe 3-21). Esto se llama la gracia, que como hemos señalado arriba, San Pablo menciona en nuestra segunda lectura de hoy. Se da una elevación de la naturaleza humana nuestra para que podamos llegar a esta comunión con las divinas personas, cosa simplemente imposibles para los meros animales, incluso los más perfectos de ellos como los monos.
Espero haber podido explicar por qué el Misterio de la Santísima Trinidad no es algo remoto que no tiene que ver con nuestra vida concreta, algo sobre el que bien podrán discutir los teólogos y lejano de nosotros. San Pablo decía a los filósofos de Atenas "en el vivimos, nos movemos y existimos".
sábado, 6 de junio de 2020
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