sábado, 16 de junio de 2018

EL PRINCIPIO DE LA SEMILLA DE MOSTAZA

HOMILÍA PARA EL DOMING XI DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 17 DE JUNIO DE 2018.

Hoy nos toca reflexionar sobre la Parábola de la Semilla de Mostaza. Si examinamos tanto la Sagrada Escritura como la historia de la Iglesia, nos damos cuenta de que éste el principio que Dios siempre sigue en todas sus obras en relación tanto con la creación como la salvación. En primer lugar, si la teoría del Big Bang o explosión primitiva es cierta, el inmenso universo que estamos lejos de haber explorado en su totalidad, empezó como una pequeña bola durñisima que contenía una increíble cantidad de energía que explotó y así comenzó la creación del universo. Lo que posiblemente sea incluso más asombroso es que ese mismo inmenso universo, una vez que haya termnado su período de expansión, comenzará a reducirse de tamáño hasta volver a ser otra vez una bola pequeña como empezó.

Veamos unos ejemplos en la Biblia en los que Dios aplica el "principio de la Semilla de Mostaza". Abrahán y unos cuantos familiares y seguidores, siguiendo lo que Dios les había indicado salierond e Ur de los Caldeos, cerca del Golfo Pérsico y se pusieron de camino hasta Jarán a unos 900 km al norte, en lo que es ahora Siria, para luego viajar a Egipto y quedarse finalmente en Caná. Tenía unos 77 años y su esposa Sará más o menos lo mismo. Sin embrago, todo el futuro proyecto de Dios de formar su pueblo escogido, Israel, la misma venida de Jesucristo casi dos mil años más tarde dependía de esos primeros pasos pequeños y la promesa hecha por Dios a una pareja de edad avanzada que tendrían a un hijoy que sus descendencia sería más numerosa que las estrellas del cielo o de la arena de la playa. No sólo con esos pasos pequeños, ciertamente desconocidos por los grandes pueblos de la época como eran los egipcios y los caldeos, pero el proyecto de Dios se realiza. Es más, no sólo se cumplió la promesa con la creación del Pueblo de Israel y todas sus vicisitudes, bajo Moisés, sino a través de la venida de su Hijo Jesucristo al mundo y toda su misión, de manera especial su resurrrección de entre los muertos, su ascensión al cielo y la Ascensión como la venida del Espíritu Santo en Pentecostés que fue el nacimiento de la Iglesia. Se trataba de otra obra maravillosa de Dios, en realidad el fin de todo lo anterior, pues no parecía cadi nada, unas 120 personas. Los apóstoles se ponen a predicar y se comienza una transformación absolutamente increíble del mundo que ya lleva 2000 años.

A lo largo dela historia de la Iglesia, Dios ha seguido actuando según  este mismo principio. Pongamos el caso de San Francisco y el Movimiento extraordinario que empezó con él. ¿Quién iba a pensar que ese joven soñador que escuchó la voz de Dios en su interior pidiéndole que reconstruyera la Iglesia y el mismo Francisco pensaba que se trata de una iglesia demolida en las afueras de Asís de San Damino. La Madre Teresa de Calcuta empezó su obra de ayuda a los más pobres de los pobres sola, luego de  haber escuchado la voz del Señor que la initaba a esta misión. Ahora es santa de la Iglesia y su obra está en los cinco continentes.

El principio de la semilla de mostaza no la aplica Dios solo  a obras pequeñas que luego llegan a ser muy grandes, sino también la aplica a cada uno de nosotros. Dice Jesús que el Reino de Dios es semejante a una semilla de mostaza. También en otro pasaje dice que "el Reino de Dios está dentro de vosotros". Claro, si está de verdad dentro de nosotros se manifestará en el exterior, en nuestras palabras y acciones. Entonces podemos estar seguros de que el Espíritu Santo nos inspira y nos mueve a realizar pequeñas acciones que mejorarán nuestra vida y la de los que están a nuestro alrededor. Puede ser privarnos de algo superfluo para colaborar en una obra de caridad. Puede ser invitarnos a escoger palabras prudentes para ayudar a otros, sobre todo jóvenes para que no insulten a otros con palabras soeces. Que cada uno piense qué cosas pequeñas le está pidiendo el Señor hoy para mejorar su vida, practicar la virtud, logar que de verdad Cristo reine en su corazón y no dudemos que esas cosas pequeñas hechas por amor no pasará desapercibidas en el día del juicio y podrán estimular a otros a hacer cosas similares.

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