Una de las palabras más usadas en los medios de comunicación en estos meses es “crisis”. Todo mundo sabe en qué consiste la crisis económica, la ralentización de la actividad económica juntamente con la quiebra de un número notable de entidades financiera debido a su imprudencia a la hora de conceder créditos. Esto a su vez se ha debido a la abundancia de dinero proporcionado por los bancos centrales a bajos tipos de interés. Ha habido un exceso de especulación, falta de controles de parte de las entidades públicas encargadas de controlar los bancos. Luego han venido los planes de rescate de parte de los gobiernos en los que han comprometido ingentes sumas de dinero público para salvar los bancos que han actuado con imprudencia. Parece que nada ha funcionado y la crisis sigue, pese a lo que algunos afirman respecto a supuestos “brotes verdes” que no acaban de aparecer. Se habla de deflación, o bajada de precios que se considera un fenómeno peligroso en cuanto provocaría un mayor espiral de desconfianza. La gente viendo que los precios bajan, dejaría de comprar porque esperarían nuevas bajadas. Mientras tanto más empresas irían a la quiebra por no poder vender sus productos. Otros no ven esto un peligro, pues indican que los precios de los ordenadores y otros objetos electrónicos constantemente bajar de precio, pero aumenta el mercado. Otros todavía temen la llegada de la hiperinflación debido a los abultados defécit que los planes de rescate y los planes de estímulo están provocando. Algunos bancos centrales deciden imprimir más dinero y comprar los bonos de tesoros que otros no quieren comprar. Es decir, un arma del estado, el Tesoro emite bonos, y otro el Banco Central los “compra”, lo que se denomina “método no convencional”, pero que tiene como resultado devaluar la moneda y posiblemente provocar la hiperinflación.
Todo esto puede parecer lejano del ciudadano de a pie, pero sí le toca muy de cerca. Aumenta el paro. Se crea un ambiente de gran desconfianza. Los ahorradores que tienen su dinero invertido en planes de pensiones por ejemplo, pierden un buen porcentaje de sus ahorros. Los que están endeudados debido a imprudencia en el momento de sacar créditos no productivos están con la soga al cuello. Aumenta la morosidad y los bancos se exponen a falta de liquidez o la insolvencia. Luego vienen más rescates y más dinero del contribuyente comprometido en ellos. Cuestiones de dinero y deudas también provocan no pocos conflictos en el seno de las familias y entre las parejas.
Recientemente vi un programa en la Televisión Católica Eternal Word (fundada por una monja de clausura en Irondale, Alabama en Estados Unidos). Se trataba de una entrevista con dos personas expertas en cuestiones de finanzas que daban consejos a las familias para poder abordar la crisis económica. Allí descubrí uno de los factores importantes que han provocado esta crisis económica y que no se menciona, y es el factor demográfico. Los que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial (llamados en inglés “baby boomers”), ya están llegando a la edad de la jubilación. Son muchos y ellos no han tenido el mismo número de hijos. Sus nietos son menos todavía, de manera que se ha ido formando una pirámide al revés. Esta generación en Estados Unidos venden las casas grandes que ya no necesitan, pero no hay quien quiera comprar casas grandes porque la generación actual se casa más tarde y tiene menos hijos. Ya no están en la edad productiva y el sistema de la Seguridad Social, que es un esquema piramidal comienza a hacer aguas. Japón es el país con el mayor porcentaje de personas mayores de edad y ha llevado toda la década de los 90 en una crisis prolongada. La mayoría de los países europeos están involucrados en un suicidio demográfico, particularmente España e Italia. Está claro que si un país quiere tener una economía pujante, necesita abundancia de la mayor riqueza que es la persona, lo que llaman “capital humano”.
Otro factor es que en Estados Unidos muchos jóvenes se endeudan enormemente para estudiar en una universidad prestigiosa. Retrasan el matrimonio hasta que hayan logrado quitarse de encima esta deuda. Otros se endeudan con las tarjetas de crédito para concederse lujos que no pueden pagar. La crisis financiera con el consiguiente bajón de las bolsas de valores ha significado que muchos han perdido grandes cantidades en sus planes de pensión privados. Falla la Seguridad Social y fallan los planes privados de ahorro y de pensión de manera que no alcanzarán la seguridad esperada.
¿El ciudadano normal católico que cuenta con unos sólidos principios en la Biblia y en la Doctrina Social de la Iglesia puede hacer algo para evitar la angustia, las peleas y discusiones en el seno d e la familia para salir del agujero en el que se ha metido? Primero debe recordar que el dinero es un medio, no un fin en sí mismo, que debe de utilizarse con la debida prudencia. La prudencia, que debe guiar toda actividad del hombre, es una participación en la sabiduría divina con la que Dios gobierna el universo, que que se llama también la Providencia. La prudencia nos lleva a escoger los medios adecuados para alcanzar los fines que Dios nos propone en la vida, que en definitiva es la vida eterna o la salvación. Los fines intermedios deberían de llevarnos a alcanzar al final ese fin último. Jesús da unos ejemplo de este tipo de prudencia en el evangelio cuando habla del general de un ejército que sopesa sus fuerza para calcular si con 10,000 hombres puede hacer frente a otro que viene en su contra con 20,000. Si no, mandará emisarios al otro para pedir condiciones de paz. O igualmente el que desea construir una torre que se sienta y hace cálculos para ver si tiene con qué terminarla para no dejar la obra sin concluir y exponerse al ridículo de los vecinos. Se necesita un plan, en primer lugar para salir de la deuda si es que uno está endeudado debido a imprudencia pasada. Tal plan no excluye la generosidad con los más necesitados, no como algo que atendemos si nos sobra algún dinero, sino como una prioridad. San Pablo alaba a los corintios por haber contribuido a la colecta para los pobres de Jerusalén, pese a ser pobres ellos mismos. Le recuerda que “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.
Estos expertos recomiendan que las parejas hablen claramente sobre las cuestiones de dinero porque un gran porcentaje de las peleas tienen su origen en el dinero. Se recomienda un gran esfuerzo por reducir y eventualmente eliminar las deudas no productivas. Éstas son las por ejemplo las de tarjetas de crédito, o créditos de consumo. El pago de la hipoteca sería una deuda productiva porque normalmente el bien raíz se revaloriza a lo largo de los años que uno la va pagando. Un examen de conciencia sobre lo que nos motivo al momento de gastar nos puede revelar que caemos con frecuencia en uno o varios de los pecados capitales como pueden ser la avaricia o la codicia, incluso la lujuria, no en lo referente a la sexualidad, sino el deseo desmedido de consumo. A muchos los mueven a gastar la impresión que quieren hacer en los vecinos o compañeros de trabajo, es decir, la vanidad. También recomiendan una actitud positiva, no hundirse ante las deudas. Poner la confianza en Dios pensando que la crisis, como toda crisis, puede ser una oportunidad para llevar una vida más humana. Al gastar menos podemos tener más tiempo para profundizar en las, relaciones familiares, ejercer la generosidad siendo voluntario, enriquecernos con la lectura, utilizando los fondos de las bibliotecas etc.
Hace uno meses el Papa Benedicto XVI, hablando de la crisis económica, decía que la economía mundial, o la macroeconomía como se le denomina tiene que regirse con las misma normas que debe aplicar una familia. Lamentablemente, los gobiernos en ninguna parte están operando con la debida prudencia, pues cuando una familia se encuentra en quiebra o con una reducción drástica de sus ingresos, inmediatamente recorta gastos. En España el gobierno está involucrado en una carrera de gastos que no deja de ser un despilfarro. Aumenta los sueldos de los funcionarios, que son más de tres veces el número que existía al final de la época franquista, mientras al aumento de población ha sido solamente un 16%, de manera que ya hay más funcionarios que empresarios. Además el nivel de absentismo de los funcionarios alcanza y supera el veinte por ciento. Aquí hay una falta de moral. Ellos cobran del erario público el dinero del contribuyente y se dan el lujo de ausentarse del trabajo un veinte por ciento es decir, un día la semana. Otra cosa es la falta de productividad entre ellos, de manera que el peso de la burocracia que cae sobre el ciudadano es increíble. También es inmoral que los gobiernos aumenten la deuda, provocando un aumento de los intereses que se tienen que pagar para financiar tal deuda y cargan eso a los hijos y nietos de la generación actual.
martes, 16 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario