sábado, 2 de abril de 2022

NO PEQUES MÁS

HOMILÍA PARA EL QUINTO DOMINGO DE CUARESMA CICLO C, 3 DE ABRIL DE 2022.


En esta homilía voy a seguir una pauta dada por Monseñor Robert Barron, muy conocido como predicador y escritor. En primer lugar llama la atención sobre el pasaje del Profeta Ezequiel, en la época del exilio en Babilonia cuando tanto el templo como la ciudad de Jerusalén fueron destruidos por el Rey Nabocadonosor de Babilonia en el año 587/586 a. C. Exequiel se encontraba en Babilonia y tuvo una visión de la gloria de Dios separándose del templo como una nube y yendo hacia oriente, hace el Monte de Olivos. Aunque después el templo fue reconstruido, no hay ningúna mención de la vuelta de la gloria del Señor al templo en el Antiguo Testamento. En el c, 8 del Evangelio de Juan, se dice: “Más Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el tiemplo, y todo el pueblo acudía a él. Por lo tanto, podemos ver la vuelta de Jesús del Monte de los Olivos como el retorno de la gloria de Dios al templo donde se puso a predicar a la gente.


En segundo lugar, Monseñor Barron parte de un aspecto del pensamiento de un gran filósofo francés, René Girard, un católico devoto sobre el conflicto entre humanos y de manera concreta sobre la costumbre de provocar unos chivos expiatorios (“scapegoating) en inglés. La teoría de Girard se denomina “deseo mimético”. La teoría de Girard se expresa muy bien en nuestro pasaje evangélico de hoy.


Se trata de la mujer pillada en flagrante adulterio que se encuentra en el c. 8 del Evangelio de San Juan. Se trata de un pasaje que pareciera más común en el Evangelio de San Lucas o San Mateo, de manera que algunos autores consideran que fue agregado al de San Juan posteriormente. En primer lugar, “los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adultera, la ponen en medio y le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Uno pudiera preguntarse cómo fue descubierta en flagrante adulterio. La llevan al templo donde había una muchadumbre y anuncian que fue pillada en flagrante adulterio. Por un lado, se trata de un ataque a Jesús, porque le presentan con un dilema. Si fuera a no reconocer que se trataba de un pecado grave, ya se confirman en su idea de que no puede ser el Mesías, porque el mismo Moisés había declarado en la ley que una adultera fuera apedreada. Por otro lado, podría parecer poco misericordia. De hecho, San Agustín comentaba que el episodio trataba de miseria y misericordia. Ciertamente, es un típico ejemplo del chivo expiatorio.

El mecanismo del chivo expiatorio es bien conocido e incluso niños lo utilizan en el colegio contra otros. Se va formando un grupo se va formando gracias al chismorreo, pues era verdad que la mujer había pecado, pero no es la única que peca aquí. No aparece el hombre con el que cometió el pecado. No hay ningún interés en el caso de los fariseos y escribas a lograr que la mujer se arrepienta como hace Jesús sino presentarse como los defensores de la ley sin un mínimo de compasión hacia la mujer. Más bien ellos se presentan como los virtuosos, los que quieren aplicar la ley a rajatabla.

Jesús se agacha y se pone a escribir en el suelo. Curiosamente, ésta el la única ocasión en la que Jesús escribe algo. No sabemos lo que escribió. Algunos de los grandes Padres de la Iglesia como San Agustín, especulaban que Jesús escribía los pecados de los acusadores de la mujer, pero no sabemos porque el evangelio no nos entrega este detalle. Lo que sí sabemos es que los acusadores iban abandonando la escena uno detrás del otro, comenzando con los mayores. Al final, Jesús se levanta y encuentra que la mujer se quedó sola. Jesús le pregunta si nadie la había acusado y dijo que no. Luego dijo Jesús “tampoco yo te acusa”. “Vete y no peques más”. Fácilmente, podemos imaginarnos el alivio que sentiría la mujer al escuchar estas palabras de Jesús. Hay un abismo entre los esfuerzos de los fariseos y escribas al intentar crear un chivo expiatorio y la actitud de Jesús, que no quiere condenarla, pero le dice la palabra más oportuna “no peques más”. Obviamente, Jesús no iba aceptar el pecado, pero con su actitud de misericordia, supera la miserid de los fariseos. El domingo pasado, hemos reflexionado sobre los dos hijos, ambos muy lejos de la actitud del padre, pero el primero realmente se arrepiente mientras el mayor manifiesta una actitud de “miseria”, no sabemos si entró y participó de la fiesta. En ambos casos encontramos un modelo de comportamiento en el caso de Jesús o el padre cuya actitud logra no hacer leña del árbol caído sino lograr que se arrepiente el pecador.

 

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