HOMILÍA PARA EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B, 28 DE FEBRERO 2021.
San Marcos introduce este episodio extraordinario diciendo que se da seis días después. Así relaciona la Transfiguración con el episodio anterior que está en el mismo centro de su evangelio, es decir, la confesión de fe de San Pedro en Cesarea Filipo. De hecho, toda la primera parte del evengelio plantea la pregunda ¿Quién es Jesús de Nazaret? Tanto su doctrina que expresa su autoridad no como la de los escribas que siempre empezaban su presentación de sus enseñanza refiriéndose a tal o caul rabino que dijo tal cosa. Jesús enseñaba con su propia autoridad y eso impresionaba a la gente. Las curaciones, la expulsión de los demonios y otros milagros como calmar la tormenta en el lago provocaron asombro en el alma de los apóstolés y se preguntaban ellos también ¿Quién es? Ahora bien, San Marcos no tiene ninguna duda sobre la ideentidad de Jesús, pues empieza su Evangelio con la afirmación Buena nueva de Jesús, Mesías Hijo de Dios. Obviamente, los apóstoles como también los lectores del evangelio tenían que ir descubriendo ésta, la verdadera identidad e Jesús. Queda expresada en su nombre Jesús, que signifiica Yahvé salva, o sea Jesucristo es el SALVADOR. Además, es el Mesías, palabra que en hebreo significa ungido y traducido al griego es Cristós. Sabemos que en la época en la que Jesús dio inicio a su ministerio público, que también coincidía con el bautismo de Juan en el Jordán, entre los judíos existia una gran expectación. La gente pensaba que algo importante iba a suceder, una intervención definitiva de Dios a favor del pueblo. De hecho, cuando llegaron los represtentantes del Sanhedrín a interrogar a Juan sobre quién era, le preguntaron si él era el Mesías, o el profeta y Jaun les dijo que no, que era una voz gritando en el desierto que tenía la misión de allanar el camino del Señor, afirmación que seguramente los del Sanhedrín entendían que se trataba del cumplimiento de lo que el Profeta Isaías había anunciado. Como hemos constatado en un par de domingos anteriores San Marcos al presentar a Jesús como Hijo de Dios también expresaba su verdadera identidad, un título incluso mayor que el de Mesías.
Ahora bien, el episodio de la Transfiguración es el inicio de la segunda parte del Evangelio de San Marcos, en la que Jesús no solo predica a las multitudes en los pueblos de Galilea, sino que se dedica con más intensidad a dar a entender a los apóstoles su verdadera identida, pero con una modalidad muy difíicil de captar para ellos. Sí era el Salvador, Mesías e Hijo de Dios, pero su misión se llevaría acabo a través de su entrega de parte de las autoridades para ser crucificado y luego resucitar al tercer día. Hay tres predicciones de este hecho, pero los apóstoles no captaban nada. Ellos, como el resto del pueblo estaban convencidos de que el Mesías sería un Rey al estilo de David que establecería un reino político, que libraría al pueblo del dominio de los romanos. Israel sería el instrumento de Dios para reunir a los pueblos en Jerusalén y establecer el verdadero culto allí. De ahí la importancia de la Transfiguración para que los tres apóstoles pudieran de alguna manera vislumbrar la verdadera naturaleza de Jesús como Hijo de Dios, confirmada con la voz del Padre. Si bien es cierto que el Libro de Isaías contiene cuatro Cantos del Siervo de Dios que sufre vicariamente y se entrega por el bien del Pueblo, no pudieran combinar estas profecías con las otras de la gloria del Mesías.
El esplendor de la luz en el rostro de Jesús y en su ropaje recuerdan al Hijo del Hombre en el Libro de Daniel. La Transfiguración se da también en una montaña alta, pues las grandes teofanías del Antiguo Testamento, particularmente la de Moisés en Sinaí, como la de Elías en el mismo monte, llamado también Horeb. La montaña en la Biblia es un lugar priveligiado para la manifestación de Dios. Al subir una montaña, uno se aleja del bullicio de la ciudad y todos los asuntos que se realizan en ella. La presencia de Moisés y Elías hablando con Jesús significa el cumplimiento del Antiguo Testamento y de la promesa hecha por Dios al Profeta Jeremías (31.31) de una nueva alianza. Moisés representa la Ley entregada en Sinaí y Elías la profecía. Jesús lleva a su cumplimiento ambos aspectos de la revelación veterotestamentaria .
La propuesta de San Pedro de hacer tres tiendas hace referencia a la Fiesta de las Tiendas, que era la fiesta de la cosecha y una ocasión de gran alegría cuando la gente iba al campo alojándose en tiendas, y posteriormente hacían tiendas en la ciudad. Indica la gran alegría que sentían los tres apóstoles. Los tres discípulos eran testigos de la gloria de Jesucristo el Señor como una anticipación de lo que les esperaba una vez que se hubiera cumplido la pasión, la cruz y la resurrección. En la versión de San Lucas se dice que Moisés y Elías hablaban con Jesús sobre su Éxodo que se iba a dar en Jersualén, o sea la cruz y la resurrección.
Escuchan las palabras del Padre desde una nube, también algo característico de las teofanías del Antiguo Testamento. Este es mi Hijo amado, escuchadle. En el Prólogo del Evangelio el evangelista proclama solemnemente el Logos existía desde el principio, que estaba junto a Dios, que era Dios y se hizo carne. De ahí también la importancia de la escucha de la Palabra. Nos recuerda también el salmo 94 con el que normalmente se da inicio a la Liturgia de las Horas cada día: Ojalá escuchéis la voz del Señor, , no endurezcaís vuestro corazón como en Meribá,...".
El relato termina con la orden de Jesús a los discípulos de mantener secreto la experiencia "hasta el HIjo del Hombre hubiera resucitado de entre los muertos. Ellos cumlpieron esta mandato, pero entre sí discutían qué signifcaría aquello de resucitar de entre los muertos. Obviamente, no entendían y esto lo podemos constatar posteriormente en el relato de la Pasión.
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