Tradicionalmente, este domingo se le ha llamado Domingo in Blanco (Domenica in Albis) debido que se trata de la Octava de la Pascua y los neófitos llevaban el vestido blanco que se les colocaba en el momento del bautismo en la gran Vigilia Pascual y a partir de hoy volvían a llevar sus vestidos normales. Hace unos años, el Papa San Juan Pablo II, siguiendo la petición del Señor revelada a la monja polaca San Faustina Kowalaska, lo declaró Domingo de la Misericordia.
En palabras de las revelaciones que la santa polaca recibió a partir del año 1931 y recogió en un diario de 600 páginas, "Deseo que esta Fiesta de la Misericordia sea un refugio para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores". También el Papa Benedicto XVI declaró: "Es un mensaje realmente central para nuestro tiempo: La misericordia como fuerza de Dios y como límite divino contra el mal del mundo". Entre otros aspectos, el Señor declaró que sin misericordia no habría paz, que cuando el mundo reconozca la misericordia divina será señal de los últimos tiempos, que cuando la misericordia de Dios es rechazada, la justicia es inminente. La Fiesta de la Misericordia será la última oportunidad para que muchos se salven. También el Señor le indicó que la misericordia divina debería de ser adorada y la imagen venerada, cosa que se nota ya en un gran número de iglesias y hogares católicos. La segunda encíclica del papa polaco trató de la divina misericordia.
En estos días de pandemia, y en España en concreto que ha sido el país que más muertes por coronavirus por millón de habitantes ha tenido, encomendemos de manera especial en este domingo, confiando en las promesas del Señor comunicados a Santa Faustina, las almas de las tal vez 30,000 fallecidas y el personal sanitario que en circunstancias difíciles han intentado atenderles de la mejor manera, también a los familiares de ellos que mayormente no han tenido la oportunidad de despedirse de sus seres queridos ni participar en las exequias. Ofrezcamos esta Santa Misa de hoy por esta intención confiando en la infinita misericordia del Señor para que los tenga consigo en el cielo.
A lo largo de estos 50 días que la Iglesia dedica a la celebración de la Pascua, la fiesta más grande e importante de todo el año, la primera lectura está tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Se trata de un importante número de episodios de los primeros años de la Iglesia de la mano de los apóstoles, de manera especial San Pedro y San Pablo, entre otros. Los apóstoles formaban el grupo más cercano a Jesús, a quienes dedicó más tiempo y esfuerzo para compartir su vida con ellos y entregarles su mensaje de manera que con la asistencia del Espíritu Santo pudieron entregar a los primeros cristianos todo este cúmulo de doctrina y experiencia para que luego San Lucas pudiera recogerla por escrito para bien de todos los cristianos de todos los tiempos. Recomiendo la lectura del libro de los Hechos entero en estos días de Pascua y así captar la frescura de aquellos primeros pasos de la Iglesia y sentirnos también nosotros interpelados por ellos en estos días.
Comentemos, pues, nuestra primera lectura de hoy que es un resumen de la vida de la Iglesia en aquellos momentos: Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común;vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y
comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón;eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando".
Aquí podemos constata tres aspectos que han de caracterizar la vida de la Iglesia no solamente en aquellos momentos sino siempre: En primer lugar, la atención a la enseñanza de los apóstoles, pues Jesús les había dicho a ellos "el que a vosotros os escucha, a mí me escucha" ; en segundo lugar, la vida común, que implica que un cristiano no puede serlo solo sino como parte de una comunidad y esto implica la caridad fraterna y en tercer lugar "la fracción del pan y las oraciones", señalando la celebración de los sacramentos y en primer lugar la Eucaristía como centro y culmen de la vida de la Iglesia y las otras oraciones.
El primer deber de la Iglesia es la evangelización de los pueblos, tal y como decía Jesús resucitado su aparición en la montaña de Galilea al final del Evangelio de San Mateo: "Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Es un deber de todos los católicos desde el Papa y los obispos hasta el último de los fieles. En primer lugar, está lo que se llama el kerigma o anuncio de que Jesucristo es el Salvador. En primer lugar, nadie puede salvarse a sí mismo y ni puede pensar que no necesita la salvación. Podemos darnos cuenta con más claridad de este hecho en estos días de la pandemia del coronavirus. Un microbio soltado por unos chinos en una ciudad china que ni siquiera sabíamos donde está ha puesto en jaque todo el planeta. Si leemos la Biblia desde las primeras páginas, nos damos cuenta de que el pecado está presente en todas las épocas. A partir de Adán y Eva pasando por Caín, el hombre se rebela contra Dios y el orden que ha establecido en el mundo, y por más que se esfuerce en intentar crear un mundo perfecto o lo que se llama una utopía (palabra que significa "en ninguna parte") le sale peor. En el siglo XX, la utopía comunista y la nazi ha provocado la muerte de unas 120 millones de personas. El desaguisado que ha creado el hombre a lo largo de los siglos es tan colosal que solo Dios lo puede remediar, y lo ha hecho en la persona de Jesucristo muerto y resucitado. Para que los miles de millones de personas en el mundo lleguen a conocer tanto la doctrina como la persona de Jesús, a nosotros nos corresponde darlo a conocer tanto a través de la doctrina como de nuestro testimonio. Para ello, ante todo, tenemos que conocer y vivir todo lo que nos han dejado los apóstoles de manera especial en los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas Apostólicas. También nos ayuda el testimonio de los mártires y demás santos a lo largo de los veinte siglos de la historia de la Iglesia.
En segundo lugar, San Lucas nos indica la importancia de la "vida común", que en griego se dice "koinonía" o vida en comunidad. Ciertamente la evangelización es una obra de cada uno, pero obviamente no se puede realizar sin la comunidad. Como señalaba Tertuliano en el siglo II, "uno no hace cristiano. se hace", y esto implica la incorporación a la comunidad cristiana por medio del bautismo. Además, es evidente que el ser humano es un ser eminentemente social, pues el niño no puede sobrevivir sin los padres o quienes los puede suplir. Necesita aprender la lengua, la cultura y tiene un sin fin de necesidades que no puede proporcionarse a sí mismo. De igual manera, toda persona necesita a los demás para poder sobrevivir y florecer. En la comunidad cristiana, una de las principales maneras de vivir esta vida comunitaria es la ayuda que se presta a los más necesitados. Esto ha caracterizado a los cristianos desde los primeros tiempos. San Lucas indica que "Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común;vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno".Sin entrar en el debate sobre la propiedad privada que en todo caso ha de contribuir al bien común, vemos aquí una situación que posteriormente se ha dado solo en las comunidades religiosas, pero es un ejemplo y un ideal que hay que tener en cuenta. En primer lugar, uno tiene que ganar el pan para uno mismo y su familia y las demás necesidades diarias, sin olvidar la necesidad de ahorrar y vivir frugalmente de manera que no tenga ahorros para emergencias, pero más allá de eso uno está obligado a contribuir al bienestar de los pobres. ¿Acaso nosotros vivimos con suficiente frugalidad para así poder donar a favor de los pobres, o por el contrario nos hemos dejado guiar por el consumismo rampante en nuestra sociedad". También aquí vamos a tener una oportunidad importante cuando termina la pandemia y arrecie la inevitable crisis económica.
En tercer lugar, está "la fracción del pan y las oraciones". ¿Cómo es posible que 80% o más de los que se consideran católicos prefieren quedarse en la cama el domingo en la mañana y no participar en la celebración de la Eucaristía que es "fármaco de la inmortalidad" como decía el Mártir San Ignacio de Antioquia? Muchos buscan una felicidad barata y engañosa yendo a conciertos, bailes, botellones y demás entrenamientos en el fin de semana. No es que necesariamente sea malo el esparcimiento si se realizan de manera digna y prudente, pero olvidarse de Dios y de la verdadera felicidad que no termina que solo Él nos puede dar es una gran estupidez. Si Dios ha creado el universo y le ha dado las leyes de la física y la biología para que funcione con orden, así también al crear el hombre con inteligencia y libre albedrío y quiere nuestro bien, nos ha dado la ley moral que por una parte la misma razón humana puede conocer, pero para manifestar su amor al hombre de manera más clara y radical se ha revelado a nosotros mandando a su Hijo al mundo para que pudiera salvarnos de todas nuestras estupideces muriendo en la cruz y resucitando a una vida nueva y eterna. ¿No parece lógico seguir lo que Él nos manda? El mismo Jesús dijo; "El que me ama guardará mis mandamientos, y el Padre lo amará y haremos morada el él"
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