DOMINGO XXXII DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 11 DE NOVIEMBRE DE 2018
Nuestra primera lectura está situada en el 9o siglo antes de Cristo, en tiempo del Profeta Elías, de rey Acab y sus esposa pagana Belzebul que hacía.todo lo que estaba en su poder para causarle problemas al profeta. En la época se había dado una gran sequía, algo no infrecuente en Tierra Santa en la antigüedad. Elías se dirigía a un pueblo llamado Sarepta. Al llegar, encuentra a una mujer que era viuda con su hijo. En la Biblia, la viuda es la persona más desamparada. Si no tenía a familiares que le ayudaban, estaba en una verdadera crisis, pues la mujer no podía en la época dedicarse a un trabajo remunerativo fuera de la casa ni había un sistema de seguridad social. El profeta le pide un poco de agua y se la trae cuando le pide también un panecillo. Ella no tenía más remedio que decirle que no tenía más que un poco de harina y otro poco de aceite y que pensaba hacer un pan para que comiera ella con su hijo y que luego tendría que morir de hambre. En un tiempo y lugar en el que privaba la hospitalidad, esto debía de ser algo duro para ella, no poder convidar nada al huesped o forastero que iba de viaje. Elías insiste y le dice que le haga el pan y que luego comería ella, y su hijo. Tal respuesta no debía de darle mucha confianza, pues era obvio que no le quedaría nada para ella y su hijo, lo hizo. Resulta que no se terminó ni la harina ni el aceite hasta que volvió a llover en Israel.
En el evangelio de hoy, nos encontramos con otra viuda, esta vez delante del templo donde se encontraba el arca de las ofrendas para el templo. Antes, Jesús había denunciado a los escribas por haberse apoderado de los bienes de las viudas mientras se presentaban ante el pueblo con devotos y grandes maestros. Jesús va observado a la gente mientras coloca sus ofrendas en el arca y el evangelista dice que los ricos echaban mucho dinero. Llegó una pobre viuda y echo dos monedas, que serían las de menos valor. Jesús comenta a los apóstoles como los demás echaban lo que les sobraba y esta viuda echó lo último que le quedaba para vivir.
En ambos episodios, aparece un principio fundamental de la Biblia que se repite con frecuencia y expresado por San Francisco en su famoso cántico: es en dar que recibimos y lo que recibimos es lo más valioso de todo, la vida eterna. En la parábola de los talentos,al que recibió uno y lo escondió en la tierra devolviéndolo sin haber ganado nada es castigado y su telento se da al que tiene 10, y es echado a las tinieblas exteriores "donde hay llanto y rechinar de dientes", es decir al infierno. Se trata de una de las paradojas más grandes del evangelio, que también San Pablo expresa: "cuando estoy débil, entonces estoy fuerte, porque el poder se manifiesta en la debilidad" o "Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza".
Si nosotros nos empeñamos a acaparar bienes, nos serán quitados, pero si los regalamos a los más necesitados, entonces alcanzaremos el bien más grande posible, que es la vida eterna. En el fondo, se trata del misterio de la cruz, "el que no toma su cruz cada dia y me sigue" no entrará en la vida eterna. El que tuvo una gran cosecha y decidió construir graneros nuevos y piensa para sí que tendrá biens para largo tiempo, escucha el mensaje de Dios esa misma noche: "Necio, esta misma noche se te pedíra tu vida y esas cosas de qué te servirán?".
Dios Padre y Jesucristo Nuestro Señor sn muy exigentes con nosotros, aunque siempre recibimos la gracia necesaria para hacer el bien y evitar el mal. ¿Por qué? Si Jesús no invita a seguirlo y a imitarlo, y constatamos la infinite generosidad, paciencia, bondad y misericordia que manifestó con los pecadores, e incluso con los apóstoles que no comprendían casi nada de lo que les decía, nos ama tant y el amor es la cosa más difícil y exigente en el mundo. No quiere una parte o un aspecto de nuestra vida, la quiere entera. Aprendamos, pues a ser generosos, y no medir lo que vamos a dar a Dios con cuentagotas.
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