HOMILÍA, DOMINGO XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO, 14 DE OCTUMBRE DE 2018.
"Y la preferí (la sabiduría)a cetros y tronos y en nada tuve a la riqueza en comaración de ella". Palabras tomadas de nuestra primera lectura de hoy del Libro de la Sabiduría. Buena parte de la Bibla consiste en un grupo de libros que nosotros denominamos sapienciales, que tradicionalmente se atribuyen al Rey Solomón, aunque este libro proviene de Alejandría en Egipto y fue escrito en griego alrededor del año 50 a. C., siendo, pues el úlitmo libro del Antiguo Testamento. Si El Rey Saolomón era el representante ¿Por qué la Biblia le da tanta importancia a la sabiduría y por qué tiene tanto valor, e incluso los hombres sabios de los países paganos como los de Egipto y Grecia? El Libro de los Proverbios declara: "El temor de Dios es el principio de la sabiduría y los necios desprecian la sabiduría y la instrucción" (1,7). En el Salmo 14 encontramos lo siguiente: Dice el necio en su corazón, no hay Dios" cfr. 1-3). Por lo tanto, la sabiduría a la que refiere la Biblia es religiosa y lo que podríamos llamar piedad o devoción, dedicación y entrega al cumplimiento de la voluntad de Dios. La sabiduría conicide con la sensatez, es decir, vivir la vida dando prioridad a lo que de verdad vale, es decir la vida eterna. Volveremos a esto en unos momentos cuando comentemos el evangelio de hoy llamado del Joven Rico. Hágamos, pues, un examen de conciencia para descubrir si de verdad somos sabio o necios.
¿En nuestro mundo de hoy, existen muchas personas sabias, sensatas prudentes? Ciertamente que existen personas muy capaces en el campo de los negocios, de las inversiones en bolsa y llegan a ser riquísimas, pero dao que por más dinero y propiedades que acumulan, nada de eso les servirá cuando llegue el momento de su muerte ni lo pueden llevar a la tumba. Hay gente tan insensata y necia que incluso mandan que se congele su cuerpo en la esperanza de que en el futuro se descubra un método de resucitación de manera que esperan volver a la vida otra vez. En este negocio, los listos no son los omerciante que mandan conegelar su cuerpo cuando hayan muerto sino comerciantes que ofrecen este servicio ridículo para el consuelo vano de los clientes. Además, ¿hoy en día, quién piensa en o habla del temor de Dios? Existe un concepto de una misericordia falsa según el cual Dios perdonará a todos sin que se arrepientan? Ésta es otra necedad como la que le está relacionada, la de opinar que no existe el infierno, pues según esto Dios es demasiado misericordioso como para haber creado algo tan horroso como el infierno. Sin embargo, estos necios se olvidan o no quieren reconocer que Jesús habló clarmente del infierno y decía que muchos van a él hasta catorce veces en el Evangelio.
Según nuestra lectura, dice el Rey Solomón, que según la Biblia era la persona más rica de su época, peor "Ni a la piedra más preciosa la comparé porque todo el oro a su lado es un puñado de arena y barro parece la plata. La amé más que la salud y la belleza". ¡Cuántos son los que se levantan temprano para ir a un gimnasio o salir en la calle a correr para tener un cuerpo esblelto, pues hoy en día la delgadez y la juventud es lo más cotizado"! Al final, ya de viejos y decrépitos se sienten como un peso a los demás y el sistema de salud, que ha gastado el dinero del contribuyente en abortos y operaciones de cambio de sexo, ahora los anima a mandarse matar por una inyección, pues siempre habrá médicos que querrán lucrar tanto del aborto como de la eutanasia. ¿Y qué dice Jesús de toda esta necedad, que obviamente proviene del pecado? ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo se echa a perder su alma? (Mt 16,26). Es decir, si acaba en el infierno. Y todo esto lo llaman calidad de vida.
Vemos lo que según Jesús constituye la verdadera calidad de vida. En nuestro evangelio de hoy, nos encontramos con el caso de uno que se supone es joven que se encuentra con Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna. Jesús responde citando varios de los mandamientos de la ley de Dios y el joven responde que todo eso lo ha cumplido desde pequeño. Ciertamente, no era una persona insensata y se daba cuenta de que algo le faltaba.: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme". El evangelista cuenta que frunció el señoy se marchó pesaroso, porue era muy rico". Luego Jesús comenta a los discípulos lo difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios. El obstáculo no es necesariamente tener riquezas, sino tener apego a ellas o a cualquier otra cosa que no sea Dios y el siguimiento de Jesús. No es que Jesús quiera que todos los que tengan riquezas las vendan y den el dinero a los pobres. Las riquezas pueden ser un medio para hacer el bien a otros, por ejemplo, creando puestos de trabajo y tratando luego a los empleados con dignidad. Los que reciben el talento de los negocios deberían de utilizarlo para bien de los demás, y desprenderse de las comodidades que tales riquezas le pueden proporcionar. Ciertamente esto es algo más difícil que lograr que vivir con estrechez, pero igual la persona a quien le falta lo necesario puede tener apego a la riqueza que no posee, sino que su corazón puede estar quemado por las ganas de tener riqueza mundano, más que la verdadra riqueza que consiste en la sabiduría, es decir, sopesar todas las cosas a escoger lo que nos lleva a la verdadera vida que es la vida eterna o el cielo.
San Antonio Abad estuvo un domingo en la Iglesia y escuchó este pasaje del Evangelio. Sus padres habían fallecido y tenía una hermana. Decidió seguir lo que dijo Jesús al joven rico y vender todo lo que había heredado de sus padres, unos campos y luego encargar el cuidado de su hermana a unas vírgenes y salir de su casa a vivir como ermitaño en el desierto. No todo mundo está obligado a seguir este ejemplo, pues también los deberes familiares forman parte de la voluntad de Dios y no conviene entregar todo a los pobres dejando desamparados a los que dependen de uno. Tampoco eso es caridad.
Probablemente ninguno de nosotros es rico, pero de igual manera podríamos ser necios, vida eterna. Al joven le faltaba generosidad aunque tenía buenos deseos, le faltaba generosidad para dar el último paso del desprendimiento de los bienes materiales pasajeros para alcanzar los bienes verdaderos, un tesoro en el cielo. Recordemos cómo Jesús en la parábola del tesoro en el campo y la de la perla preciosa nos invita al mismo tio de generosidad y a la verdadera sabiduria que nos lleva a sopesar al auténtico valor de las cosas y lo que nos lleva a la vida eterna con la que nada en este mundo puede compararse. San Pablo, citando al profeta Isaías escribía a los Corintios: " Ojo no ha visto, ni oído escuchado, ni el corazón ha alcanzado las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman". (1 Co 2,9)
sábado, 13 de octubre de 2018
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