sábado, 22 de abril de 2017

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO, LA MISERICORDIA Y LA FE

HOMILÍA, II DOMINGO DE PASCUA, DOMINGO IN ALBIS Y DE LA MISERICORDIA, 23 DE ABRIL DE 2017.

Tradicionalmente este domingo se denomina domingo in albis, es decir domingo en blanco. También hace no muchos años, siguiendo lo pedido por el Señor a la monja polaca Santa Faustina, el Papa San Juan Pablo II lo declaró Domingo de la Misericordia. Lo de domingo en blanco procede del hecho de que en la Iglesia antigua, cuando se realizaba un gran porcentaje de los bautizos, o en realidad los tres sacramentos de la iniciación cristiana en la Gran Vigilia Pascual, era costumbre de vestir a los neófitos con un vestido blanco. El simbolismo era que el bautismo perdonaba todos los pecados en primer lugar el pecado original, y como en aquella época, la mayoría de los que se bautizaban era adultos, se les perdonaban sus pecados personales y quedaban limpios de toda mancha de pecado. A lo largo de la semana de la Octaba de Pascua, acudían todos los días a la Iglesia y era costumbre que el Obispo les diera una catequesis llamada mistagógica, referiéndose ante todo al misterio de la Eucaristía, cosa que no se daba en la catequesis de los catecumenos, en parte debido a la disciplina del arcano, o la costumbre de no dar a conocer con detalle el misterio de la Eucaristía, que era también un método pedagógico.

Dado que se lee la aparición de Jesús a los apóstoles en la tarde del domingo de Pascua del capítulo 20 de San Juan, podemos ver también una relación con la misericordia. Jesús al aparecer ante los apóstoles llenos de miedo, no sólo les deseaba la paz, sino también sopló sobre ellos y les comunicó el Espíritu Santo diciendo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados quedarán perdonados. A quienes se los retenés, quedarán retenidos". El Concilio de Trento señala que este el el prinicpal pasaje referente a la institución del Sacramento de la Penitencia o la Reconciliación. Por lo tanto, gracias a la comunicación del Espíritu Santo, que es el soplo de Dios, su amor en persona el Señor resucitado  constituía a los apóstoles y a sus sucesores como ministros de la misericordia de Dios, que en palabras del Papa San Juan Pablo II,  es la expresión más exquisita de la misericordia de Dios.

Los apóstoles se encontraban metidos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Era lógico después de  ver lo que habían hecho con su Maestro. El hombre siente dolor, miedo, angustia ante la muerte y ellos tenían motivos razonables para sentir esto mismo. Jesús se presenta en medio de ellos y lo primero que les dice es Paz a vosotros. De hecho, lo repite tres veces. Les muestra las manos y los píes y el evangelio dice que se llenaron de alegría al ver al Señor. La muerte y el peligro de la muerte nos provoca en todos miedo y angustia. Prueba de ellos es la inmensa estructura sanitaria que el hombre moderno ha creado para alargar la vida, mantener la salud y reducir el dolor. El único verdaderamente capaz de superar la muerte y su aguijón como lo llama San Pablo, es Jesucristo con su triunfo sobre la muerte en su resurrección. San Pedro en nuestra primera lectura lo expresa maravillosamente: ""Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" . Por su gran misericordia, pues si Dios no hubiera tenido una misericordia infinita hacia nosotros, estaríamos perdidos. "Nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible ".  Al decir reengendrado, el apóstol se refiere a la nueva vida que nos entrega en el bautismo que es una participación en su vida divina, un partiicpación también en su muerte y sepultuara para luego participar en su resurreccón gloriosa. Además, esta nueva vida que nos ha regalado no es algo pasajero destinado a acabar como todo lo que conocemos en este mundo.  ¿Qué ha de los grandes monumentos que levantaron las grandes civilizaciones como la romana hace miles de años? Pues quedan unas ruinas, como podemos constatar si vistamos Roma. 

Tomás no estaba presente con los demás apóstoles cuando se les apareció Jesus. Desconocemos el motivo. Cuando los demás le contaron lo que había sucedido no quiso creerlo y exigiía poder poner sus dedos en las llagas provocados por los clavos y su mano en el costado de Jesús. Su ausencia nos indica la improtancia de la Iglesia como el lugar del encuentro con Jesús recusitado. Ocho días más tarde, Jesús volvió a parecer a los apóstoles y Tomás sí estaba presente. Jesús lo invita a meter los dedos en las llagas y su mano en el costado y que no sea "incrédulo sino fiel". Jesús también anuncia una nueva bienaventuranza de los que no han visto y sí han creído. Nosotros no hemos conocido a Jesús en la carne, pero creemos en él basados en el testimonio de los apóstoles y demás discípulos que sí lo conocieron tanto antes como después de resucitado de entre los muertos. Tomás debía de haber creído el testimono de sus compañeros  . Sin embargo, Jesús le da esta oportunidad para superar sus dudas y poder alcanzar pronunciar el acto de fe más clara y contundente que se encuentra en toda la Biblia: "Señor mío y Dios mío". La resurrección es un grandísimo misterio de fe, aunque también ha dejado su huella en nuestro mundo. Por la fe ponemos nuestra confianza en Dios y aceptamos lo que Él nos ha revelado, no debido a la evidencia intrínseca de lo que Dios revela, sino la voluntad tiene que mandar al entendimiento a asentir. Hay ciertamente motivos de credibilidad como el testimonio fidedigno de los apóstoles, como la misma existencia de la Iglesia, que sin que se diera la resurrección de Jesús ciertamente no existiría, pero no la luz de la fe fe no es una luz plena, sino que tiene un cierto aspecto de oscuridad. Es un don gratuito de Dios, como se constata en el caso de Santo Tomás, pues pasa de ser incrédulo a profesar la fe en Jesús resucitado de manera condundente. Dios nos regala el don de la fe a través de la fe de la Iglesia, pues hemos sido bautizado en la fe de la Iglesia.  

No caigamos en la rutina acostumrándonos a estos grandes misterios como si fueran cualquie cosa, sino más bien llenemónos de sorpresa,  asombro y de alegría como sucedió con los apóstoles, y también San Pedro en su carta en la segunda lectura. El mundo, por más mal que tiene, no está sin remedio. Ese único remedio es Jesucristo resucitado que nos ofrece vida nueva, que ha cargado con nuestros pecados, dolores y angustias y ha pasado (recuérdese que la palabra Pascua significa paso) por la muerte a la victoria de la resurrección. No nos olvidemos las palabras consoladoras del libro del Apocalipsis que constituyen lectura apropiada para la Pascua: ¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza». También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo (21,5-7).                

   



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