sábado, 8 de octubre de 2016

LA LEPRA Y LA GRATITUD

DOMINGO XXVIII DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 9 DE OCTUBRE DE 2016

La lepra en la Biblia trata de varias enfermedades de la piel y ciertamente provocaba mucho miedo en la comunidad, de manera que el pobre que la sufría era expulsado de ella y obligado a vivir lejo.. Al ver a a lguna persona acercarse a él, tenía que gritar "impuro". Tenía conotaciones no solamente de enfermedad física, sino también de impureza ritual, de manera que el leproso, además de la separación de la vida de la comunidad, era excluido del culto del templo y de la sinagoga. era algo verdaderamente horroroso y provocaba mucha desazón. Esto lo podemos constatar del contexto más amplio del pasaje que hemos escuchado del Segundo Libro de los Reyes. Namaán el sirio era un hombre importante en su país, el jefe del ejército. Luego de haber descubierto alguna mancha en la piel, que   era considerada lepra, le sugerió una israelita que era esclava en su casa, probablemente caputrada durante alguna guerra, que fuera a Israel a que el profeta Eliseo  lo curara, pues este profeta era notable por los milagros que realizaba. Luego de haber conseguido una carta de recomendación de su rey, se dirige al Rey de Israel, que en un primero momento lo recibió con desconfianza, considerando que su llegada trataría de algún tipo de trampa. Luego acude a la casa del profeta, y éste ni siquiera sale a recibirlo, pero le manda bañarse siete veces en el río Jordán para ser curado. Se siente desairado, pues esperaba que el profeta saliera a recibirlo y lo curara de manera notable. Bañarse en el Jordán, un río bastante miserable comparado con los ríos de Siria no le parecía digno de su posición. Los de su cometiva le persuadieron que lo hiciera diciendo que si el profeta le hubiera mandado hacer algo más complicado seguramente lo hubiera hecho. Finalmente se baña siete veces en el Jordán y que curado. El hecho le convince que el Dios de Israel es más poderoso que cualquier otro dios, de manera que lleva consigo unos carros llenos de tierra de Israel para poder sacrificar a Él al volver a su casa. En la época pensaban que cada tierra tenía su dios, y por ellos se llevó la tierra de Israel para poder así sacrificar al Dios de Israel. Esto indica que quedó agradecido por el milagro, sino quiso rendir culto al verdadero Dios, el Dios de Israel.

Paralelamente en el evangelio de hoy, tenemos otro episodio de la curación de la lepra. Se trata de un episodio que se dio cuando Jesús andaba de viaje de Galilea a Jerusalén y estaba de paso por Samaria. Diez leprosos le pidieron limpiarlos de la lepra. Jesús los mandó presentarse al sacerdote, para que constatara el hecho de su curación, cosa necesaria para poder reintegrarse a la comunidad y participar otra vez en el culto. Quearon curados ya de camino al sacerdote. Uno de ellos, un samaritano volvió a agradecer a Jesús, mientras los otros nueva se fueron por su camino y no dieron las gracias por tan gran beneficio recibido. Jesús le pregunta al samaritano curado dónde están los otros nueve, y le llama la atención que sólo uno vuelve a dar gracias a Dios y que sea un extranjero.

Se trata de un tipo de comportamiento humano que no es poco común. Probablemente todos hemos experimentado algo semejante. Luego de habernos sacrificado para hacer un gran favor a otro, éste ni se acuerda de volver a agradecernos por el beneficio recibido. Es algo que molesta y bastante, porque la persona que se pasa de agradecer los favores hechos a su favor por otros es una persona mezquina que al parecer piensa que todo se le debe y ni se le ocurre agradecer. Por algo existe el refrán "es de bien nacidos ser agradecidos". ¿Cuántos de nosotros recordamos los inmensos beneficios que dones que hemos recibido de Dios, en realidad todo lo que somos y tenemos es don de Él? Somos tan superficiales que ni siquiera reflexionamos sobre este hecho y no agradecemos a Dios por el don de la vida, de la entega de su Hijo hasta la muerte en la cruz para salvarnos a nosotros de la condena a la eterna muerte que mereceríamos por nuestros pecados. La persona agradecida es humilde y la humildad es la tierra en donde crecen todas las demás virtudes (de hecho, la palabra humildad proviene de la palabra latina humus que signfica precisamente tierra). 

En el griego la palabra eucharistein signfica dar gracias bien. Jesús, según relata el evangelio, al bendecir los panes y peces que iba a multiplicar dio gracias. Hizo lo mismo en la Ültima Cena, Ya en todo el Antiguo Testamento, la acción de gracias y la alabanza a Dios son actitudes fundamentales que se encuentran de manera especial en los Salmos. En el Salmo 117, se canta: "Dad gracias al Señor, porque eterna es su misericordia", y San Pablo hace la pregunta retórica "¿Qué tienes que no hayas recibido?" 

Se suele dividir la oración en cuatro tipos: la petición, la intercesión, la acción de gracias y la alabanza. Si, como he señalado arriba, eucaristía signfica acción de gracias, es obvio que nuestra Celebración Eucarística es nuestr acción de graias por antonomasia. En realidad, no somos capaces de dar gracias a Dios debidamente por todo lo que nos ha dado y continúa dando, pues si no nos sostuviera en la vida en cada momento, caeríamos en la nada, al igual que toda la creación que no tiene su razón de ser en sí mimso sino en Él como Creador. La Plegaria Eucaristíca es la gran oración de acción de gracias y alabanza a Dios que es el centro de nuestra Misa en la que se cumple el mandato dejado por Jesús en la Ùltima Cena, haced esto en memoria mía. Al emepzar el Prefacio, el celebrante invita a los paritcipantes a dar gracias al Señor: Demos gracias al Señor Nuestro Dios" y todos responden es justo y necesario. El resto del Prefacion nos proporciona los motivos concretos de cada celebración, según sea la fiesta que celebramos,  por los cuales tenemos que dar gracias a Dios

La lepra simboliza también en cuanto que provocaba la separación de la comunidad, lo que es la realidad del pecado en nuestra vida. El pecado nos separa de la vida divina que hemos recibido en el bautismo. El pecado no sólo es una ofensa a Dios que nos ha creado y nos ha redimido por la sangre de su Hio derramada en la cruz, sino que también daña gravemente la Iglesia. Este hecho se puede constatar más claramente en el caso del escándalo, de manera especial en el caso de los ministros de la Iglesia, pero se da en todo pecado. Por ello, en el Sacramento de la Penitencia somos reconciliados con Dios, pero también con la Iglesia. Profesamos en el Credo nuestra fe en la Iglesia que es "una, santa, católica y apostólica". Lo es ante todo por su Fundador Jesucristo, por la Santísima Virgen, sin pecado concebida y preservada de pecado en toda su vida y en los santos que ya están en el cielo. También tiene que ser santa en nosotros. Que no seamos, pues como aquellos leprosos que ni siquiera regresaron a Jesús para darle gracias por el milagro. Vivamos cada Misa como auténtica acción de gracias,  y extendamos esta actitud que es un don de Dios y fruto de la humildada a los demás momentos de nuestra vida, tanto en relación con Dios como con los hermanos.


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