sábado, 1 de octubre de 2016

LA FE, UNA REALIDAD ABSOLUTAMENTE ESENCIAL EN LA BIBLIA

DOMINGO XXVII DE TIEMPO DURANTE EL AÑO O TIEMPO ORDINARIO, 2 DE OCTUBRE DE 2016, CICLO C. 

Hoy en día el tema de la fe no es bien visto. Se da como dogma secularista que la fe es inferior e incluso contraria a la ciencia. Se piensa que no proporciona certeza, como supuestamente lo hace la ciencia. La palabra fe en castellano proviene del latín fides (griego pistis) que tiene que ver con la palabra latina fiducia o confianza. Se distingue entre fe humana y fe divina. En realidad sin la fe humana no podríamos vivir. Si, por ejemplo, hemos encargado algún producto a una empresa como Amazon y nos asegura que se entregará tal fecha. Normalmente nos fiamos de tal promesa, a no ser que tengamos una experiencia negativa con tal empresa. Confiamos en que cuando salimos a la calle a ir a alguna tienda que vamos a poder hacerlo, que no hay algún obstáculo, por ejemplo, disturbios, o que por algún motivo desconocido la tienda simplemente se cerró sin avisar. Si hemos encargado un servicio para que nos entegue el pan para el desayuno normalmente damos por supuesto que el pan llegará antes de la hora del desayuno. Supongamos que no hemos estudiado la teoría de la evolución, pero creemos que es cierta debido a que otros la han estudiado y al parecer es algo comúnmente aceptado. Hoy en día, se da por asentada la teoría del calentamiento global y un día sí y otro los políticos y  los medios de comunicación nos aseguran de los desastres inminentes debido a un aumento del gas CO2 en la atmosfera. Probablemente creemos que tal teoría es correcta. Sin embargo, hay un número de científicas que se basan en mediciones objetivas que niegan la validez de esta teoría, o que aseguran que aunque haya calentamiento o aumento de CO2, no es nada negativo, sino al contrario favorece el crecimiento de los árboles y el aumento de las cosechas. El ateo cree que Dios no existe, que el universo se produjo por mera casualidad, basándose en unas probabilidades que a una persona sensata parecieran una locura, y un larguísimo tiempo, piensa que se produjo el univers, la vida de las plantas, los animales y el hombre por pura casualidad. ¿El ateo, pues, tiene fe, o no la tiene? Ciertamente, tiene fe, pero más bien se trata de credulidad o lo que llamamos fideísmo, que es una fe a la que le falta racionalidad. No es razonable que algo provenga de la nada. Es de sentido común que todo lo que existe tiene una causa que lo trajo a la existencia.  El ateo tiene tanto fideísmo que lo que cree es más absurdo que creer que si uno tuviera todas las letras de la Biblia o el Quijote  en un recipiente y las echara por la ventana a la calle que se juntarían exactament como se encuentran en estas obras. 

Por lo tanto, la fe human es esencial para que podamos vivir, y no volvernos locos en el proceso. En la Biblia, la fe es algo esencial. No se trata solamente de un asentimiento intelectual a una serie de verdades, como las que profesamos en el Credo. La palabra fe en la Biblia signfiica "estar firme" o tener fundamento. En nuestra primera lectura de hoy del libro de Habacuc, en primer lugar, el profeta se lamenta ante Dios por la situaicón dolorosa o casi catastrófica en la que se encuenta el Pueblo de Dios. El imperio neobabilónico va conquitando y sometiendo a todos los pueblos del Medio Oriente y el profeta pide desesperadamente explicaciones a Dios por este desastre que parece inminente para el pueblo. Dios responde que el que no tiene el alma recta, el malvado, socumbre, pero "el justo vivirá por su fe". A lo largo de toda la Biblia, Dios se ha manifestado como fiel, de fiar y que cumple sus promesas. Según Santo Tomás de Aquino: "creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”. Más allá de lo que podemos descubir con la razón, hay otras verdades que Dios ha revelado pero en sí mismas no tienen suficiente evidencia para que la razón las acepte. Es el caso de los dogmas de la fe como la Santísima Trinidad, la Encarnación, el misterio de la transubstanciación por el que el pan y el vino se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo. La voluntad interviene, movida poar la gracia de Dios para que la inteligencia asienta a tales dogmas de fe que la Iglesia nos propone. No basta un mero asentmiento intelectual, aunque es muy importante. Lo que Dios nos ha revelado es para nuestra salvación y nos invita a entrar en comunión con Él a través de la gracia que se expresa luego en la fe, la esperanza y la caridad. 

En nuestro pasaje evangélico, los apóstoles piden a Jesus que aumente su fe. Tal petición nos indica qu ela fe no es algo meramente teórico, que sí creo en Dios, pero tal fe incide poco o nada en mi vida concreta, en mis acciones de cada día. Santiago nos asegura en su carta que los demonios creen en Jesús, pero no les trae ningún beneficio (Sant 2,1), y en el evangelio vemos que los demonios saben quien es Jesús (Mc 1,24.25). La fe, pues, es una realidad dinámica, no estática y es capaz de aumentar de crecer e influir más ítima y profundamente en nuestra vida concreta. También Santiago asegura que la fe sin obras es muerta. 

Parece que la gran mayoría de los católicos no cree que "el justo vivirá por su fe". Hace unos día me encontré con una señora que me dijo que no participa en la Eucaristía porque le cae mal el Cura Párroco de su pueblo y lo  considera un soberbio. ¿Vive por la fe? No parece, si cuando Jesús la invita y convoca para celebrar la Eucaristía domincal en unión con la comunidad parroquial, en común con toda la comunidad de la dióces, y con la Iglesia extendida por todo el mundo, se fija en un elemento subjetivo, un mero sentimiento y rehúsa acoger la invitación del Señor. Prefiere privarse del alimento de la Palabra de Dios, del Cuerpo del Señor y basar su comportamiento en una antipatía que siente hacia el cura. Puede ser que sea antipático, que sería un juicio subjetivo, pues he de suponer que su madre no lo considera antipático. En una palabra, no vive de la fe. Si tuviera una fe viva, aunque le cayera mal el cura, se daría cuenta del hecho de que el Señor es tan poderoso que se hace representar por personas indignas, y que en realidad ningún sacerdote es digno de la vocación y misión que ha recibido. En realidad,  ningún fiel cristiano es digno de ser miembro del Cuerpo de Cristo, que e es la Iglesia, y que Dios nos amó primero, que no nos ama por ser buenos, sino amándonos nos hace buenos. Nos transformará  si le abrimos la puerta por la fe y lo dejamos entrar en nuestra vida. "He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno me abre entraré y centarmos juntos" (Apoc 3,20).  

En el evangelio que hemos escuchado Jesús pone una comparacion acerca del poder de la fe: Si tuviérais fe del tamaño de una semilla de mostaza, podríais decir a esa morera, "arráncate y plántate en el mar" y os obedcería". ciertamente se trata de hipérbole y no se ha de tomar al pie de la letra. No obstante, no se puede negar que la verdadera fe que mueve montañas sí existe, y en la historia de la Igleisa podemos encontrar muchos ejemplos.  Viene a la memoria el caso de San Francisco de Asís, cuya fiesta celebramos en un par de días. Fue tocado profundamente por la gracia de Dios y la llamada a seguir a Jesús exactamente como queda escrito en los evangelios. Abandonó la vida burgués en la que había nacido. Su padre, que era un cristiano normal, pensaba que había perdido el juicio cuando regaló sus telas a los pobres. Llegó a desnudarse en la plaza de Asís delante del Obispo y otros muchos desprendiénsose de su padre y de todas las cosas del mundo para seguir la vocación a la que Jesús lo había llamado. Tales gestos fueron el inicio del gran movimiento franciscano que cambió la Iglesia y a lo largo de 800 años ha tenido un impacto en la vida de millones de personas en todo el mundo. Otro ejemplo más cercano a nosotros es el de la Madre Teresa de Calcuta, recientemente declarada santa por el Papa Francisco. Ella, movida por una fuerte experiencia de encuentro con el Señor, dejó la relativa seguridad de una vida religiosa en la que enseñaba en un colegio de gente más bien acomodada en Calcuta, para dedicarse a ayudar a los "más pobres de los pobres" en los tugurios más miserables del mundo. Cuenta el libro "Sé tú mi luz", lo duro que fue dejar todo lo que había vivido, su comunidad, sus amistades, para ponerse a levantar a muribundos en las calles de Calcuta. Sin embargo, llegó a ser uno de los más grandes personajes del siglo XX, juntamente con el Papa San Juan Pablo II, a recibir el Premio Nobel de la Paz y sobre todo fundar la Congregación de las Misioneras de la Caridad que trabaja en todo el mundo con las personas más abandonadas como los que sufren de SIDA y otros. Así la historia de la Iglesia cuenta con muchísimos casos similares de personas de todo tipo cuya fe hizo más que mover montañas físicas, sino cambió el mundo. 

Hace pocos años el Papa Benedicto XVI convocó el Año de la Fe, precisamente porque veía que cada vez más la fe se va debilitando en el mundo, y de manera especial en Europa. Una generación de padres se ha preocupado del bienestar material y han renunciado, explícita o implícitamente a la fe en Dios y en Jesucristo como fundamento de su vida. No la han comunicado a los hijos y se ha roto la cadena de la comunicación de la fe de una generación a otro en España y otros países después de casi 70 generaciones. Los resultados están a la vista, con un aumento vetriginoso de los suicidios entre los jóvenes, la búsqueda desesperada del placer a través del sexo, la droga, el alcohol en la forma del famoso "botellón" el entretenimiento en discotecas etc. Hay padres que se pesentana ante un juez para quitarse de la necesidad de dar alojamiento y alimento a sus hijos vagos que "ni estudian ni trabajan" (NINI). Hay otros padres que han hecho un esfuerzo notable por educar a sus hijos en la fe cristiana, pero éstos se han desviado dejándose guiar por el ambiente neopagano que hay y el qué dirán de los compañeros. Hay hasta cardenales  y obispos, y obviamente teólogos que desean adaptar la doctrina moral que la Iglesia ha enseñado a lo largo de sus 20 siglos de historia, basada en la doctrina de Jesucristo, al mundo actual. Sin embargo, en el evangelio constatamos que Jesús, al final del c. 6 del evangelio de San Juan en el que expone la doctrina de la Eucaristía como Pan de Vida, y muchos incluso de sus seguidores lo abandonaron. Dado que Jesús enseñaba la verdad, estaba dispuesto a no tener ningún discípulo si no aceptaban la verdad que anunciaba. Preguntó a los apóstoles si ellos también querían marcharse, y Pedro respondió de parte de todos: ¿A quién iremmos, tú tienes palabras de vida eterna?

Examinémonos en este domingo para descubrir si realmente tenemos una fe vida y operante, no meramente intelectual y teórica, y pidamos al Señor con las mismas palabras de los apóstoles: "Señor, aumenta nuestra fe". Esta petición no está pidiendo un milagro, pues la fe y la razón han de ser la estructura fundamental de nuestra vida, y si no se nota, es que no existe y casi no existe. 

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