sábado, 23 de febrero de 2019

Exigencias extraordinarias de Jesús

HOMILÍA VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 24 DE FEBRERO DE 2019, CICLO C.

Según relata el Obispo norteamericano Robert Barron, hay una historia antigua según la cual un jefe de una tribu invitó a otro a visitarlo y le entregó grandes dones además de una comida exquisita. El otro, viendo tanta exhibición de generosidad y de dones tan valiosos sentía la necesidad de invitar al primero e intentar superarlo sea con la cena o con los dones que le obsequió. Así el otro a su vez sentía la necesidad de hacer lo mismo y superarse a si mismo en la ocasión anterior y al otro también. Según ciertos sociólogos y filósofos este tipo de situación constituiría el dilema del don o del regalo. El mismo obispo cuenta que en una ocasión se le presentó una señora que le preguntaba si había recibido su regalo y que le había extrañado el hecho de que no recibiera siquera una nota de gratitud. En el apuro, tuvo que reconocer que no se dio cuenta de que ni se había enterado de haber recibido el regalo de la señora. El filósofo Jacques Derrida denomina esto el dilema del regalo. Segurmente, todos hemos experimentado situaciones similares. Hemos recibido un regalo o un favor y sentimos la necesidad de la recirpocidad, de dar otro regalo y pagar el favor con otro. Aunque en teoría el regalo ha de ser una manifestación de amor y aprecio hacia la persona que lo recibe de parte del que lo da. Sería un gesto gratuito, pero tendemos a convertirlo en algo en el que se mete la mentalidad comercial.

Solo Dios es libre de esta mentalidad comercial al darnos sus dones. Dios es por definición absoluto, todopoderoso y no le falta ni la hace falta nada. Nosotros no podemos darle nada que necesite porque no necesita nada. En primer lugar, nos ha dado el don de la creación, sea del universo con todas sus maravillas, sea nuestra misma vida pues nuestra alma es creación directa de Dios, y nuestro cuerpo nos lo regala también, aunque con la colaboracíón de nuestros padres. El don más grande que nos ha dado se llama la gracia. La palabra gracia indica gratuidad, pues se nos da la participación en la naturaleza divina, nuestra filiación divina por nuestra unión con Jesucristo Nuestro Señor que se realizó en el bautismo, por la acción también del Espíritu Santo. San Agustín y los demás grandes teólogos que han intentado explicar el misterio de la Sma. Trinidad, nos dicen que el Espíritu Santo es DON, don por antonomasia, o como dice el himno Veni Creator Spiritus, altisimi donum Dei, don del Dios altísimo. 

Pasemos ahora a nuestro pasaje evangélico de hoy que está tomada del Sermón de la Llanura que nos entrega San Lucas. Lo que aquí dice Jesús nos puede asustar. Por ejemplo: A vosotros que escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. Bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan" etc, Todo lo que nos dice Jesús en el pasaje que nos toca hoy nos parece imposible de cumplir o tal vez Jesús está utilizando un lenguaje retórico que no se tiene que tomar al pie de la letra. Otro ejemplo: Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Incluso los paganos aman a los que los aman. Es más, prosigue Jesús: dar prestado al que pide sin esperar que lo de vuelva. ¿Cómo podemos tomar en serio estas palabras de Jesús? ¿No habrá algún modo de intepretarles "razonablemente"?

Claro, con la mentalidad humana y mundana, ciertamente no podemos cumplir esto que dice Jesús. Sin embargo, aquí entra el don de la gracia, que nos eleva y transforma, asemejándonos a Jesús, que es el Hijo Unigénito y nosotros hijos adoptivos de Dios. Esta filiación divina e identificación con Jesús no es mera retórica y ha de llevarnos a comportarnos como él mismo hizo. No solo nos da el mandato, sino también nos da la fuerza de hacer todo esto debido a que Él es "nuestra fuerza, nuestra luz y salvación". En la Última Cena dice Jesús a sus apóstoles: Sin mí no podéis hacer nada y San Pablo afirma Todo lo puedo en aquel que me conforta o me da fuerza. Así podemos llegar a hacer cosas humanamente imposibles como perdonar unas ofensas gravísimas, amar y hacer bien al enemigo que nos perjudica y hace mal. Si nos llamamos cristianos y católicos y no somos mejores que los paganos, que es lo que menciona Jesús específicamente, entonces no somos verdaderos seguidores de Jesús. Dice también: "El que me ama, guardará mis mandamientos, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él". 

Hay cosas sumamente difíciles de lograr como superar las adicciones, sean las que sean, al alcohol, al sexo, al juego o lo que sea. Alcohólicos Anónimos propone como primer paso darse cuenta de que uno solo no puede superar la adicción al trago, o lo mismo a cualquier otra cosa, y la necesidad de pedir a Dios con toda la sinceridad de nuestra alma de venir en nuestra ayuda. Lo mismo sucede en el caso de los milagros. El que es beneficiado con un milagro, sea en el caso de Jesús en los evangelios, sea otros casos posteriores, para que se dé el milgro se necesita darse cuenta de la propia debilidad y la imposibilidad de alcanzar la naturalidad o la virtud por nuestras propias fuerzas y clamar a Dios para que nos ayude. Este es el caso no solo en la superaciónd de vicios y adicciones sino también en el progreso del amor a Dios y al prójimo.

Es cierto que Jesús nos hace unas exigencias aparentemente extraordinarias dada nuestr debilidad y fragilidad, nuestro vicios o malos hábitos, pero no hay nada imposible para él, ni para nosotros en cuanto a alcanzar la santidad una vez que nos entreguemos a Él y somos sinceros en nuestro empeño de ser santos. Este es el don de la gracia que nos da y nos quiere dar si nos abrimos a su acción.

sábado, 16 de febrero de 2019

UN ÁRBOL SECO Y OTRO FRONDOSO

HOMILÍA DEL VI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 17 DE FEBRERO DE 2019

Nuestra primera lectura de hoy proviene del c. 17 del Libro del Profeta Jeremías. El libro de Jeremías es un libro bíblico de gran importancia, aunque no fácil de seguir. Este profeta sufrió muchísimo porque, como dice el dicho popular, no tenía pelos en la lengua al denunciar los males de los más poderosos de su tiempo, de acuerdo a la vocación profética  que Dios le dio. En este libro como en el resto de la Biblia, el gran pecado, el pecado por antonomasia es la idolatría. Los reyes y demás autoridades en Jerusalén caían en este pecado al hacer pactos con las grandes potencias paganas de la época, cosa que implicaba aceptar los dioses paganos de estos imperios y colocarlos en el templo de Jerusalén, una abominación como bien denunciaba Jeremías y el resto de los profetas. Los sacrificios hechos a los dioses paganos se hacían sobre las colinas y llegaban los reyes, como es el caso de Acaz en tiempos del Profeta Isaías, a pasar a su hijo por el fuego, o sea sacrificarlo quemándolo. También la Biblia habla de palos altos en las colinas que se refiera a la idolatría,

Inspirado por Dios, Jeremías, declara; "Maldito el hombre que pone su confianza en el hombre y en la carne busca su fuerza". La carne es todo lo que no es Dios, no solamente el placer de la carne, sino la soberbia, el egoísmo y en general todos lo que no es Dios ni es digno de ser enaltecido como si lo fuera. La palabra idolo proviene de una palabra  griega que significa imagen.  Se trataba de las estatuas de los dioses que los paganos mantenían en sus templos. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza y solo Él es digno del culto que le ha de dar el hombre, que es la adoración. Ha de amar a Dios con todo el alma, con todas sus fuerzas y con todo su ser. Si una persona se dedica a sus negocios, a juntar dinero y gozar de lo que el dinero puede comprar, pues adora los negocios y el dinero. Según dice San Agustín, nos identificamos con lo que amamos: Amas tierra, eres tierra. Otros dedican todos sus fuerzas en alcanzar el mayor coto de placer, sea a través del sexo, de la gula que no es solamente comer en exceso sino con demasiada exquisitez. Para otros el ídolo al que rinden culto será la buena fama y lo que buscan es ser reconocidos y apreciados por los demás. Los hay cuyo dios es el fútbol, porque le dedican todo su empeño. Todos esos son modos de poner nuestra confianza en la carne  y los que se dedican es estas cosas tienen su corazón puesto en cualquier cosa que no es Dios, como dice Jeremías. El hombre está cableado para Dios como dice San Agustín: Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti.

El que procede de esta manera y dedica su vida a la búsqueda de bienes terrenales, efímeros que no pueden satisfacer los anhelos que Dios ha colocado en el corazón del hombre, lo compara el profeta con "un cardo en la estepa y no llegará el bien" y habitará en el desierto, tierra salobre e inhóspita". Así es la imagen del hombre superficial y frívolo que ni sabe porque vive, qué tiene que hacer en este mundo y piensa que alcanzará la felicidad acumulando los bienes y placeres que este mundo le puede otorgar. Su vida es un fracaso. Es como un árbol plantada en el desierto cuyas raíces no alcanzan llegar a los manantiales profundos de agua y no da fruto y sus hojas están medio secas.

En cambio, tanto Jeremías como nuestro salmo responsorial, el salmo primero, presentan la imagen de otro tipo de árbol de raíces profundas o que está plantada al lado de la acequia y es frondoso y da su fruto en su sazón: Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cunado llegue el estío, no lo sentirá; su hoja será verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. Se  trata de un árbol de hondos raíces que llegan a los manantiales profundos. Para que esto se dé hay una serie de condiciones. Hay que abonar y cuidar el árbol en sus primeras fases. Así es con nosotros también. Al ambiente propicio para que un niño se desarrolle según el proyecto de Dios es la familia cristiana que cumplirá con las condiciones para que aprenda a practicar la virtud, a corregir sus defectos, y aprenderá a amar de verdad, a superar el egoísmo y demás vicios. Entonces, cuando llegará a la adolescencia, apoyado por sus padres que son buenos cristianos superará los obstáculos del mal ejemplo de los compañeros, no se dejará liar y meterse en una vida viciosa.

Hay un dicho antiguo que traduzco del latín que reza: Parvus error in principio fit maius in fine. UN pequeño error al inicio se hace mayor al final. Si Dios nos ha hecho libres y capaces de conocer su voluntad, de distinguir entre el bien y el mal, es esencial que desde pequeños aprendamos a practicar la virtud, que consiste en adquirir buenos hábitos y en eso el papel de los padres es esencial. No amarán de verdad a sus hijos si les permiten ser flojos, irresponsables, si no corrigen sus errores y si no los orientan hacia el bien. ¿Pero cómo lo van a hacer si ellos mismos son unos superficiales e irresponsables, si no son como ese árbol frondoso que echa raíces hondas y produce buen fruto incluso en años de sequía?

sábado, 9 de febrero de 2019

EL PODER EXTRAORDINARIO DE LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADO EN LA LLAMADA A SEGUIR A JESÚS

HOMILÍA DEL DOMINGO V DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 10 DE FEBRERO DE 2019,

Normalmente en las lecturas litúrgicas dominicales se encuentran coincidencias entre la primera lectura y el evangelio. Hoy la coincidencia es muy grande. En primer lugar, se trata del c. 6 del Libro del Profeta Isaías en el que encontramos el relato de la vocación del profeta y en el c. 5 del Evangelio de San Lucas tenemos el episodio de la pesca milagrosa que se da en el Lago de Galilea y en la barca del San Pedro, seguido de la vocación de Pedro y sus compañeros de ser ya pescadores de hombres.,
Isaías se encuentra orando en el templo y tiene una experiencia extraordinaria de Dios y su corte celestial. El profeta se acuerda perfectamente cuando se dio esta experiencia extraordinario, en el año de la muerte del Rey Osías. Esta indicación es importante porque cualquier cristiano que tiene una  o más experiencias de Dios en su vida no se olvida nunca del hecho y normalmente cambia radicalmente su vida. Lo mismo pasa en nuestro evangelio de hoy con San Pedro. Puede que en nuestro caso no se haya dado algo tan majestuoso como la visión de Isaías en el templo, pero en el caso de una vocación al sacerdocio o a la vida religiosa suele haber algo memorable que nos dio la certeza de que Dios nos está llamado a una vocación concreta. Isaías ve a Dios sentado en su trono excelso y su manto llenaba el templo. Aquí vemos como el cielo se une a la tierra a través de esta imagen del manto de Dios que se encuentra acompañado de los serafines que cantan "Santo, Santo, Santo el Señor de los Ejércitos. La tierra está llena de tu gloria", canto que repetimos en cada Misa al final del Prefacio. Temblaban las jambas de las puertas y el templo estaba lleno de humo, señales de la presencia del Dios Todopoderoso.

En la Biblia cuando Dios se manifiesta a alguno a quien entrega una misión, este se llena de temor y el profeta suele expresar su indignidad e incapacidad de cumplir la misión que Dios le entrega. Es el caso de Moisés y de Jeremías, por ejemplo. Aquí Isaías se declara hombre de labios impuros que vive en medio de de un pueblo de labios impuros que no se siente digno de estar en la presencia del Rey y Señor. Uno de los serafines toma un ascua del fuego del templo y le toca la boca diciendo que se culpa ha desaparecido y su pecado está perdonado.  Este reconocimiento del propio pecado es importante, pues nadie es digno de estar en la presencia de Dios, pero hoy en día mucha gente piensa que no tiene pecado, que es "buena gente". Este es un obstáculo grave para entrar en la presencia de Dios. Luego Dios pregunta a quién mandará, quién irá de su parte y el profeta responde "Aquí estoy, mándame".

Pasemos ahora a comentar el caso de Pedro en el evangelio de hoy. Jesús sube a la barca de Pedro. Pedro y sus compañeros era pescadores y hemos de suponer que conocían su oficio. Pero al subir a la barca de Pedro, Jesús toma el mando y le dice a él y a sus compañeros: "Remad, mar adentro y echad las redes a pescar" o en Latín "duc in altum", una frase muy apreciada por San Juan Pablo II. Pareciera como si una persona su al coche de uno y se apodera de él diciendo que vaya a tal parte. Pedro queda perplejo, y responde diciendo: "Maestro, hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada, pero, por tu palabra echare las redes". No está muy convencido de que vaya a pescar nada. máxime cuando es de día y de noche se tiene mucha mayor posibilidad de ser exitoso en la pesca, pero con deferencia y confianza en Jesús, obedeció.

La pesca es abundante y tienen que pedir la ayuda de sus compañeros de otras barcas para poder llevarla a la orilla. Ante este milagro extraordinario, Pedro reacciona de manera semejante a Isaías y los demás profetas cuando el Señor entra en su vida, y les manifiesta su misión: "Apártate de mí, Señor que soy pecador". 

El evangelista comenta que tanto Pedro como sus compañeros se llenaron de asombro y Jesús le  dijo a Pedro,  "De ahora en a delante, serás pescador de hombres". 

Podemos constatar, pues, tres pasos que se dan en todas las vocaciones: primero, la manifestación de Dios en todo su poder y majestad, cosa que provoca asombro; segundo, el reconocimiento de parte del que es llamado por Dios de su pecado e indignidad; y en tercer lugar Dios o Jesús asegura al que es llamado y le entrega la misión. Le dice, por ejemplo, a Jeremías que se consideraba incapaz de cumplir la misión debido a su corta edad: Al poner su mano en la boca del profeta dice Dios: Mira, he puesto mis palabras en tu boca hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y los reinos  para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar".