La Pascua (pesaq)
era la primera de las grandes fiestas que celebraban los judíos a lo
largo del año, y la siguen celebrando. Sería su principal fiesta,
dado que lo que celebra es el evento fundante del Pueblo de Israel,
el Éxodo o la liberación del pueblo de la opresión del Faraón en
Egipto y el primer paso de su historia como Pueblo de Dios que llega
a ocupar la tierra prometida, no antes de haber realizado la Alianza
de Sinaí y de haber recibido el Decálogo por la mediación de
Moisés. De igual manera la Pascua llegó a ser desde los
primerísimos tiempos de la Iglesia la principal fiesta de los
cristianos, y como veremos más adelante, durante bastante tiempo la
única fiesta en el calendario anual. El hecho de que Jesús haya
celebrado la Última Cena, haya sido apresado, condenado y haya muerto
en la cruz en la ocasión de una Fiesta de Pascua no es fortuito.
Todas las grandes intervenciones de Dios en la historia a favor de su
pueblo Israel tienen su cumplimiento y su razón de ser en la persona
de Jesús y en su misión, que culmina en el Misterio Pascual de su
Pasión, Muerte y Resurrección. Por lo cual conviene examinar
brevemente el origen y la naturaleza de la Pascua tanto en el caso
del Pueblo de Dios de la Antigua Alianza, como entre nosotros los
cristianos.
Orígenes remotos
de la Pascua
Según
la opinión común de los estudiosos, la Pascua del Pueblo de Israel
tuvo su origen en una fiesta de primavera de los pastores tal vez
por el nacimiento de los nuevos corderos y la transhumación de
aquellos pueblos nómadas y semi-nómadas. Sabemos por el Libro del
Génesis que Abrahán y su sobrino Lot era unos semi-nómadas que
procedían originalmente de la Mesopotamia. Este hecho queda recogido
en el Libro del Deuteronomio en lo que se llama el credo histórico
del pueblo: “Mi padre ea un arameo errante qae bajó a Egipto y fue
a refugiarse allí siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande,
poderosa y numerosa” (26, 5-6). Habría sido una fiesta de la
familia o del clan de arte de aquellos pastores paganos con el fin
de encomendarse a su dios pidiendo buena suerte y alejar a los malos
espíritus. Se habría matado un cordero y celebrado un banquete,
luego de haber untado los postes de las tiendas con la sangre del
cordero.
En
los capítulos 12 y 13 del Libro del Éxodo encontramos las
prescripciones para la celebración de la Pascua. De hecho, Moisés y
Aarón le habían pedido al Faraón permiso de salir de Egipto para
celebrar una fiesta por orden de Yahvé: “Deja salir a mi pueblo
para que me celebre una fiesta en el desierto! (Ex 5,2). Suponemos
que tal fiesta sería la Pascua. Si bien los hebreos llevaban
bastante tiempo viviendo en Egipto, por lo cual ya habían abandonado
sus raíces pastoriles, es probable que habrían mantenido la
tradición de esa fiesta pastoril de antaño.
Más
que hacer celebraciones relacionadas con las estaciones, Israel
celebraba las intervenciones maravillosas y poderosas de Yahvé a
favor de su pueblo, la más grande de todas siendo el Éxodo o la
liberación de la esclavitud de Egipto y su eventual ocupación de la
Tierra Prometida por Yahvé ya a Abrahán. La descripción de la
fiesta con sus normas que se recoge en el Éxodo sería una
retroproyección de costumbres posteriores, pero lo importante es que
ya no tiene que ver con una pueblo semi-nómada sino con la
intervención de Yahvé que los salvó de la mano del ángel
exterminador mandado a matar a los primogénitos de Egipto. Hay mucha
discusión acerca del sentido de la palabra pezaq.
Volveremos
a esto más adelante. La
fiesta se caracterizaría por ser una celebración hecha de prisa
antes de la huida de Egipto, pues la tenían que celebrar “con los
lomos ceñidos” como quien se prepara para huir. Posteriormente se
les dio a los varios alimentos consumidos en la Pascua un significado
simbólico relacionado con el éxodo de Egipto.
También
el c. 12 del Éxodo nos entrega unas normas acerca de la fiesta de
los Ázimos: “Durante siete días comerséis panes ázimos; ya desde
el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que
coma pan fermentado ése tal será exterminado de en medio de Israel”
(15). Obviamente no se trata ya de nómadas ni semi-nómadas con sus
ovejas y cabras, sino de un pueblo asentado en la tierra que cultivo
cereales como el trigo y la cebada. Habría sido una fiesta que
probablemente los israelitas encontraron en Caná y asumieron, aunque
le dieron un nuevo significado relacionado con la intervención
poderosa de Yahvé y la unieron a la Pascua. Dado que la levadura la
hacían dejando fermentarse un poquito de la masa anterior, la fiesta
de los panes ázimos y el mandamiento de eliminar todo rastro de
levadura de la casa simboliza un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo
se conjuga bien con el sentido de la Pascua.
En
cuanto al significado de la a
lo largo de los siglos de la monarquía en Israel, parece que seguía
siendo una fiesta celebrada en familia en tiempos antes y durante
casi todo el tiempo de la monarquía. Luego alrededor del año 621,
a. C. vino la reforma promovida por el Rey Josías, a partir del
descubrimiento del libro de la Ley en el templo (2 Re 22-24, y de
manera especial 24,21-23). La centralización del culto en el templo
de Jerusalén era un elemento fundamental de tal reforma.
De
hecho, se podría deducir que la celebración de la Pascua había
caído en el olvido, cosa bien posible debido a la corrupción
religiosa y la imposición de cultos extraños en el mismo templo de
Jerusalén: “El rey dio esta orden a todo el pueblo: “Celebrad la
Pascua en honor de Yavéh, vuestro Dios, según está escrito en este
libro de la alianza. No se había celebrado la Pascua como está
desde los días de los Jueces que habían juzgado Israel ni en los
días de los reyes de Israel y delos reyes de Judá. Tan sólo en el
año dicieocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor
de Yavéh en Jerusalén”.
En
tiempos de Jesús, la pascua se celebraba en las casas, pero se
llevaba los animales a ser matados en el templo, de manera que al
menos en parte la fiesta tenía relación con el templo. Según el
evangelio de San Juan, la muerte de Jesús tuvo lugar en el día de
la Pareseve, es decir, la víspera de la Pascua, precisamente cuando
en el templo se realizaba la matanza de los corderos para la pascua.
Aquí el simbolismo es obvio en cuanto que Jesús es el “verdadero
cordero” que con su sacrificio en la cruz quitó el pecado del
mundo, y así puso fin a la multitud se sacrificios realizados en el
templo, poniendo fin también a sentido del mismo templo. Es el
sentido que Juan da al gesto de la expulsión de los vendedores del
templo: “Destruid
este santuario y en tres días lo levantaré” y e evangelista
explica que “el hablaba del Santuario de su cuerpo” ( cfr. Jn
2,13-22).
En
tiempos del Nuevo Testamento no hay noticia de la celebración de la
Pascua cristiana de parte de los fieles de las primeras generaciones.
Según lo que podemos deducir del Libro de los Hechos, acudían al
templo donde oraban, celebraban la “fracción del pan” en las
casas. Podemos suponer que esta celebración, en cumplimento del
mandato del Señor dado en la Última Cena “Haced esto en memoria
mía”, lo realizarían en la noche del sábado, que según la
costumbre judía de contar los días, sería ya domingo, como es el
caso todavía hoy en día en las grandes fiestas y los domingos
cuando se celebra la Eucaristía en la tarde del sábado o la víspera
de la fiesta, debido a que se consideraba que el día empezaba en la
tarde del día anterior. En el Apocalipsis leemos: “”Caí en
éxtasis un día del Señor...” (1,10), de lo cual podemos deducir
que la primera fiesta cristiana era El
Día del Señor
en té kyriaké
heméra o
en latín dies
dominica.
Esto indica que ya a finales del siglo I cuando se escribió el
Apocalipsis, el día domingo era ya día festivo establecido, aunque
era día de trabajo hasta tiempo de Constantino. Sería la única
fiesta cristiana.
Ya
a mediados del siglo II, aparecen los primeros indicios de la
celebración de la pascha
en las Iglesias cristianas. En la segunda mitad del siglo se dio lo
que fue posiblemente la primera gran controversia en la Iglesia y se
trataba de la fecha en la que se tendría que celebrar la Pascua. Las
Iglesias de Asia menor, apoyándose en una tradición apostólica
que probablemente se remontaba a San Juan el evangelista, insistían
en celebrar la fiesta en el mismo día en el que los judíos
celebrabansu Pascua, es decir, el 14 del mes lunar de nisan,
aunque cayera entre semana. A estos se les ha denominado
cuatridecimano. En
cambio, las otras Iglesias, con Roma a la cabeza consideraba que
Pascua cristiana, debía de celebrarse en el domingo, pues Jesús
había resucitado el domingo. El domingo era considerado el octavo
día,
el primer día de la nueva creación inaugurada por la resurrección
de Jesús, el
principio del nuevo mundo en el que Jesús nos ha introducido por el
bautismo. A mediados del siglo, San Policarpo, que había sido
discípulo de San Juan Evangelista de joven en su ciudad de
Esmirnia, ahora en Turquia, donde fue martirizado en el año 156,
viajó a Roma y discutió con el Papa Aniceto sobre este tema, pero
no lograron ponerse de acuerdo. El Papa Víctor a finales del siglo
II decidió excomulgar a aquellos cristianos que seguían la
costumbre de celebrar la fiesta el 14 de nisan.
San Ireneo, a su vez discípulo de San Policarpo en Esmirnia, y que
se habia trasladado a Occidente llegando a ser Obispo de León, sobre
el Río Ródano, en Francia, escribió al Papa Víctor, pidiéndole
que evitara medidas de fuerza y a resolver el tema pacíficamente. El
nombre Ireneo, que proviene de eirené
en griego, significa precisamente paz. No se sabe cómo al final se
resolvió la controversia, pero con el paso del tiempo aquellas
Iglesias de Asia Menor se sumaron también a la costumbre romana y
del resto de las Iglesias y dejaron atrás sus costumbre de celebrar
la fiesta de la Pascua el 14 de nisan.
Todavía
en el siglo IV parece que hubo problemas con el modo de fijar la
fecha de la fiesta de la Pascua porque intervino el Concilio de Nicea
(325 A.D.) y estableció que tendría que celebrarse el primer
domingo después de la luna nueva de marzo, que es lo que todavía
tenemos.
La Pascua en la Iglesia Antigua.
Aunque
se dio esta diferencia de criterio acerca de la fecha de la Pascua,
en lo que todos estaban de acuerdo era que antes de la celebración
tenía que realizarse al menos un día de ayuno, o tal vez dos. Se
trataba de ayuno completo, privándose de todo alimento, excepto en
el caso de los enfermos y de las mujeres embarazadas. La
celebración de la Vigilia Pascual se llevaba acabo a partir de
media noche hasta la madrugada. El énfasis no estaba en una memoria
histórica de los hechos protagonizados por Jesús antes de su
muerte, como llegó a ser en la Edad Media, sino una vivencia del
misterio del paso de Jesús a través del dolor y la muerta a la vida
nueva de su victoria definitiva en la resurrección. En este contexto
se puede comprender la importancia que tenía el bautismo dentro de
la celebración de la gran vigilia. En aquellos primeros tiempo en
medio de las persecuciones y las burlas de los vecinos paganos que
los consideraban caníbales,los acusaban de incesto y otras
barbaridades, los cristianos celebraban la Vigilia Pascual con la
máxima alegría y con la esperanza del retorno del Señor, pensando
que seguramente se daría precisamente en una noche de Pascua. La
veían como prolepsis
o anticipación de la segunda venida del Señor. Se leía hasta 12
lecturas bíblicas. Los ritos podían variar de una zona a otra, pero
igualmente coincidían en lo principal. El
bautismo se realizaba por inmersión, ya no en agua corriente como
indica la Didajé que podría ser de Siria y de alrededor del año
100 A.D., pero no necesariamente se cubría la cabeza con el agua.
Los neófitos llegaban vestidos de sayal en señal de penitencia. Se
volvían hacia occidente, que simbolizaba las tinieblas y el mal, y
renunciaban a Satanás y al mundo. Luego vueltos hacia oriente, que
simboliza la luz, a Jesucisto Luz del Mundo, el verdadero Sol de la
Justicia, y expresaban su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Se realizaba también las unciones pre y post bautismales y lo que
hoy llamamos el Sacramento de la Confirmación, llamado por los
griegos myron. Al haberse desnudado, ingresaban el la pila de
bautismo también desde occidente y los diáconos ayudaban de manera
que se les echaba el agua sobre la cabeza y salían hacia oriente. En
ese momento se les colocaba el vestido blanco simbolizando la nueva
vida que había nacido en ellos, y procedían a participar por
primera vez en la celebración de la Eucaristía, en la que además
de participar en en cuerpo y la sangre del Señor, participaban en
otra copa que contenía una mezcla de leche y miel, simbolizando su
ingreso en la verdadera Tierra Prometida, pues en el Antiguo
Testamento se trataba de una tierra que manaba leche y miel.
Toda
la ceremonia, con las 12 lecturas, una homilía del Obispo que podía
durar una hora y el canto de himnos y salmos terminaría al amanecer,
cuando los fieles volverían a sus casas llenos de una intensa
alegría. En el siglo tercero se fue introduciendo el catecumenado y
la Cuaresma como elementos importantes en la preparación de los
candidatos al bautismo. A partir de la época de Constantino, cuando
por mandado del mismo Emperador, los funcionarios tenían que ser
cristianos, la Iglesia estableció un catecumenado con mayor rigor
para evitar que ingresaran conversos poco preparados y con
intenciones equivocadas en la Iglesia. De esta época contamos con
una serie de catequesis pre-bautismales de algunos de los Padres de
la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente. Como son las de San
Cirilo de Jerusalmén, San Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia;
en Occidente los Padres más conocidos e influyentes en cuanto a la
predicació pascual son San Ambrosio y San Agustín. El mismo San
Agustín entrega algunos datos acerca de su propio bautismo en Milán
de la mano de San Ambrosio.
En
una carta escrito a un tal Genaro, que le había enviado otra carta
con unas consultas, San Agustín explica magistralmente el sentido de
la Pascua como misterio y no mera conmemoración de un
acontecimiento pasado. Hay que señalar que la palabra sacramento
en
griego se dice mysterion:
Hay sacramento en una
celebración cuando la conmemoración de lo acaecido se hace de modo
que se sobreentienda al mismo tiempo que hay un oculto significado y
que ese significado debe recibirse santamente. Es lo que hacemos
cuando celebramos la Pascua: no nos contentamos con traer a la
memoria el suceso, esto es, que Cristo murió y resucitó, sino que
lo hacemos sin omitir ninguno de los demás elementos que testimonian
su relación al significado de los sacramentos. Dice el Apóstol:
Murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación1.
En esta muerte y resurrección del Señor queda consagrado el
tránsito de la muerte a la vida. El mismo vocablo pascua no es
griego, como suele pensar el vulgo, sino hebreo; así lo dicen los
que conocen ambas lenguas. La realidad que se anuncia con esa palabra
hebrea no es la pasión, pues padecer se dice en griego pásjein,
sino el tránsito de la muerte a la vida, como he dicho. En el idioma
hebreo, el tránsito se denomina pascha, como dicen los que lo saben.
A eso aludió el mismo Señor al decir: Quien cree en mi, pasa de la
muerte a la vida2.
Se entiende que eso es principalmente lo que expresó el evangelista
cuando decía de la Pascua que iba a celebrar el Señor con sus
discípulos, y en la que les dio la cena mística: Habiendo visto
Jesús que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre3.
Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es
el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la
vida.
http://www.augustinus.it/spagnolo/lettere/index2.htm
San Agustín explica que el tránsito que se ha de dar en nosotros de
la muerte a la verdadera vida se realiza en la fe y
en la esperanza en cuanto que todavía no se ha realizado plenamente
en nosotros mientras estamos en este mundo. En la misma carta el
Santo de Hipona explica por qué se celebra la Pascua en domingo y no
el día que corresponde según el mes. El domingo es día de
descanso y vuelve al Libro del Génesis para recordar el sentido del
descanso, aunque en el paraíso el descanso se daría pero no sería
sempiterno.:
“
Ahora caminamos en fe y en
esperanza de lo que, como arriba expliqué, tratamos de alcanzar con
el amor: un santo y perpetuo descanso de toda fatiga y de toda
molestia. A ese descanso hacemos desde esta vida el tránsito, que
nuestro Señor Jesucristo se dignó anunciar y consagrar en su
pasión. En aquel descanso no reina una pereza desidiosa, sino una
inefable tranquilidad de la actividad reposada. Al fin se descansa de
las obras de esta vida, para empezar a gozar de la actividad de la
otra. Tal actividad se emplea en la alabanza de Dios, sin fatiga de
miembros, sin ansia de preocupaciones; no se entra en ella por el
descanso de modo que le siga la fatiga; es decir, no empieza a ser
actividad de modo que deje de ser descanso. No se vuelve a trabajar y
preocuparse; permanece en actividad lo que produce el descanso, sin
trabajar en fatigas ni vacilar en pensamientos. Y ya que por ese
descanso se vuelve a la vida primitiva, de la cual cayó el alma al
pecar, ese descanso está simbolizado en el sábado. La vida
primitiva, que se devuelve a los que regresan de la peregrinación y
reciben su primera estola56,
es figurada por el primer día de la semana, que llamamos domingo. Si
te fijas en los siete días del Génesis, hallarás que el séptimo
no tiene tarde, porque simboliza el descanso sin fin57.
La vida primitiva no fue sempiterna para el pecador; en cambio, el
descanso último es sempiterno. Por eso, el día octavo es la
bienaventuranza sempiterna; ese descanso, que es sempiterno,
desemboca en el día octavo sin anochecer; de otro modo no sería
eterno. Luego el día octavo será como el primero, porque no nos
quitan la vida primitiva, sino que nos la devuelven eterna. (# 17)
Los cambios que se dieron a finales de la Edad de los Padres y en la Edad Media,
En
los siglos posteriores, a lo largo de la Edad Media, se fue perdiendo
este sentido de la Pascua como misterio, y se fue perdiendo el
sentido originaria de la Pascua cristiana de los primeros siglos. Se
trataba de un único misterio del paso o tránsito del Señor a
través del dolor de la Pasión y la muerte hasta la gloria de la
resurrección, y nuestro tránsito de la mano del Señor a la nueva
vida prometida e inaugurada en el bautismo y llamada a ser completada
en la vida gloriosa del cielo. El primer paso en este sentido se dio
en a finales del siglo IV en Jerusalén que es donde se estableció lo
que ahora llamamos
La
Semana Santa.
Nuestro conocimiento de estos hechos lo tenemos gracias a la virgen
Egeria que realizó una peregrinación a Oriente incluyendo Tierra
Santa y fue testigo de las celebraciones de lo que sería la Semana
Santa, comenzando en la víspera del Domingo de Ramos con una salida
hacia Betania en recuerdo de la estadía de Jesús allí con Lázaro
y sus hermanas. En
canto al Domingo de Ramos cuenta con notables detalles cómo se
realizaba la procesión con las palmas y olivos:
Todos
los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben
andar por su
corta
edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de
palmas, y
otros,
ramas de olivo (cf. Mat. 21, 8). De este modo es llevado el obispo de
la forma que
entonces
fue llevado el Señor
Prosigue
Egeria con el relato de los diversos oficios que se realizaban de
Lunes Santo hasta el Miércoles Santo. El Jueves Santo la misa se
celebraba a eso de las 4.00 de la tarde y dice posteriormente acerca
de la salida del Obispo y del Pueblo hacia Getsemaní en la noche:
Luego,
bajan a pie cantando himnos a Getsemaní con el obispo hasta el más
pequeño
de
los niños, donde una gran multitud de gente, cansada de tanta
vigilia y agotados por
los
diarios ayunos, van bajando de tan elevada montaña muy lentamente,
poco a poco,
cantando
himnos hasta el monte Getsemaní. Se tienen encendidas muchísimas
antorchas
en
la iglesia para iluminar al pueblo
El
enfoque
de
la celebración del Viernes Santo era la cruz que era venerada por el
pueblo y luego una serie de lecturas, salmos e himnos. Este
proceso de ampliación de la celebración de la Pascua a toda la
semana, sobre todo en Jerusalén donde están los lugares santos, en
cierto sentido contribuyó a la pérdida del sentido original del
misterio de la Pascua y la convirtió en un memorial histórico de los
acontecimientos. Posteriormente, con el desarrollo de la liturgia y
la pérdida de la particpación activa de los laicos en ella, se iba
desarrollando lo que llamamos la religiosidad popular. La liturgia
era un asunto exclusivo del clero y los monjes. Este proceso se
aceleró a partir del siglo II, cuando se aumentó el comercio y la
urbanización. Se formaron los gremios, cada uno con su santo
protector y se solía celebrar su fiesta con una procesión.
Igualmente se fueron formando las cofradías que fueron facilitando
la participacíón de los laicos y la formación de una suerte de
liturgia paralela en la calle con las procesiones del Corpus y de la
Semana Santa. A lo largo del primer milenio, los crucifijos solían
representar al Señor glorioso y vestido, siguiendo la línea
expresada en el Evangelio de San Juan, según la cual la cruz es
manifestación de la gloria de Jesús, su triunfo. En cambio, se
puede constatar en el segundo milenio la diferencia de sensibilidad
en el arte con la multiplicación de las Piedades, los Cristos
Nazarenos, las llagas de Jesús en la Cruz, himnos como Stabat Mater
Dolorosa, que apelan a los sentimientos acerca del dolor de Jesús en
la Pasión y de la Santísima Virgen Dolorosa. A partir del Concilio
de Trento la predicación emotiva e incluso las flagelaciones de
parte del mismo predicador se hicieron comunes. La reforma litúrgica,
promovida por el Movimiento Litúrgico que empezó alrededor de la
época de la Primera Guerra Mundial, dio sus primeros frutos con la
publicación de la Encíclica Mediator
Dei del
Papa Pío XII y la reforma de la celebración del Triduo Pascual
puesta en marcha por el mismo Papa. El Vaticano prosiguió en el
mismo sentido con un notable esfuerzo por recuperar el verdadero
sentido de la Pascua con las celebraciones del Triduo Pascual. No se
trata de perder los aspectos positivos que se lograron en el segundo
milenio, sino de poner en el centro de toda la celebración la Gran
Vigilia Pascual, “Madre de todas las Vigilias” en palabras de San
Agustín. No se puede esperar que costumbres que llevan siglos se
cambien de un día para otro. Muchos de los fieles le dan más
importancia a la celebración del Domingo de Ramos que la de la
Vigilia Pascual, el Domingo de Pascua. La multiplicación de las
celebraciones tiene sus inconvenientes en cuanto que tiende a
oscurecer la principal de ellas que es la Gran Vigilia.
Conclusión
Las tres grandes fiestas del pueblo de Israel eran la Pascua, que conmemoraba la liberación del pueblo de la opresión del Faraón en Egipto, la Fiesta de las Semanas, 50 días más tarde que conmemoraba la Alianza de Sinaí, y la Fiesta de las Tiendas o Sucot, que era una fiesta de la cosecha en el otoño. Por razones obvias desde los primeros tiempos de la Iglesia la más importante de estas fiestas para los cristianos era la Pascua, en cuanto que la muerte y resurrección de Jesús, su Pascua, o paso a través dela muerte a la victoria de la resurrección se dio precisamente en tiempo de Pascua. También en la ocasión de la Fiesta de las Semanas o Pentecostés, que significa cincuenta días, según el relato de San Lucas en los Hechos de los Apóstoles se dio la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el nacimiento de la Iglesia, de manera que estas dos fiestas, en primer lugar la Pascua, llegaron a ser las principales fiestas a lo largo del año. Si bien es cierto, que la celebración del domingo, día del Señor, seguramente precede a la fiesta anual de la Pascua, ya a mediados del siglo II, era común la celebración d la Pascua, con gran solemnidad. A lo largo de los siglos, la extensión de la Pascua originaria a incluir toda la semana empezando con el Domingo de Ramos, y luego otras fiestas ha tendido a dejar en cierto sentido en la sombra, al menos en parte, la Pascua como como leatissimum spatium (un gran tiempo de alegría) como la llama San Agustín. La reforma litúrgica promovida por el Vaticano II ha querido volver a poner en su lugar la celebración de la Pascua y sobre todo la Vigilia Pascual, aunque en la mente de muchos de los fieles, la multitud de signos contenidos en esta celebración nocturna dice poco. En algunos países donde se utiliza el Rito de Iniciación Cristiana de los Adultos y se celebran los sacramentos de la iniciación cristiana en la Vigilia, se está progresando. Lamentablemente muchos, no solo fieles laicos, prefieren guiarse por criterios prácticos y no valoran la importancia que la liturgia da al la Vigilia. Privan criterios mundanos según los cuales en la mentalidad actual la gente le da más importancia a alagar la vida que alcanzar la vida eterna. Los cristianos de los primeros tiempos más bien celebraban la Pascua ´con una grandísima alegría como anticipación de la alegría sin fin que deseaban alcanzar en la vida eterna.