sábado, 25 de noviembre de 2017

JESUCRITO, REY DEL UNIVERSO

XXUV DOMINGO DE TIEMPO DURANTE EL AÑO, SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO, CICLO A, . 6 DE NOVIMEBRE DE 2017.

La Iglesia, a lo largo de todo el año litúrgico, ha hecho memoria de los grandes misterios del nacimiento, el ministerio, la pasión, muerte, resurrección y Ascensión de Jesús, así como la venida del Espíirtu Santo en Pentecostés, que es la inaguración del tiempo de la Iglesia, en la esperanza del retorno glorioso de Jesucristo, Rey, Buen Pastor, Señor y juez de vivos y muertos. En este domingo dedicado al misterio de Jesucristo como Rey del Universo, se culmina nuestro recorrido a través estos grandes misterios, principalmente el Misterio Pascual por el cual Jesús pasó por el dolor de la Pasión,  su muerte en la cruz y su gloriosa resurrección de manera que la fiesta de hoy tiende a ser una síntesis de todos estos misterios que también nos lanza hacia la vuelta gloriosa del Señor, como Juez de vivios y muertos.

En primer lugar, hagamos un repaso breve de la selección de lecturas bíblicos que nos tocan en este Domingo del ciclo A, que nos ha presentado a lo largo del año el Evangelio según San Mateo. Epezamos con un pasaje del profeta Ezequiel, que profetizó alrededor del año 600 a. C. en Babilonia donde había sido exiliado con el primer grupo de exiliados en el año 593 a.C. Dios le permitió conteplar en visiónes los hechos dolorosos de la destrucción de Jerusalén y el templo por el ejército del Rey de Babilonia, Nabocodonosor en el añoo 586 a.C. Los reyes de Israel eran considerados como pastores del pueblo y tenían que guiarlo según la ley de Dios, y también según lo que Dios iba manifestnado a través de los profetas. Sin embargo no cumplieron esa misión y cayeron en la idolatría incluso introduciendo ídolos en el mismo tiemplo, debido a que no confiaban en el poder de Dios como Señor. Ahora, a través de Ezequiel, Dios promete ser el mismo el pastor de su pueblo. Dios promete reunir a sus ovejas dispersas e irá en busca de las ovejas perdidas para reunirlas en su rebaño. A diferencia del pastor humano que se dedica al pastoreo de las ovejas como medio para poder tener el modo de ganar dinero de la venta de la lana y de la carne, Dios no tiene ninguna necesidad de nosotros, ni estaba obligado a crearnos. Su preocupación por nosotros y por nuestro bien, por el universo entero se debe a su pura bondad y generosidad. Incluso estando dispersas las ovejas, las quiere reunir para que alcancen a gozar de la felicidad que les tiene reservada.

El salmo responsorial, 23, es probablemente el salmo más conocido por los fieles católicos, y vuelve al tema del Pastor. Seguramente, Jesús tuvo en ente estos dos textos cuando se declaró el Bueno Pastor tal y como se recoge en el c. 10 del Evangelio de San Juan. "El Señor es mi Pastor, nada me falta". Recordemos, que mientras en el Antiguo Testaento, el título "Señor" se refería tan sólo al Yahvé, que es el nombre de Dios revelado por él mismo a Moisés en el encuentro de la zarza ardiente. Sin embargo, en el Evangelio se refiere a Jesús como Hijo eterno del Padre, Dios de Dios, luz de Luz como confesamos en el Credo. Así se cumple la promesa que hemos encontrado en la profecía de Ezequiel.

Pasemos, ahora a San Pablo y hoy nos encontraos con parte  uno de los textos más importantes de todo lo que nos entrega el Apóstol, pues se refiere al misterio central de nuestra fe, la resurrección. La fe en Jesús muerto y resucitado y ahora sentado a la derecha de su Padre, es la piedra angular de toda la fe cristiana, como afirma San Pablo con gran contundencia: "Si Jesucristo no ha resucitado, nuestra fe es vana" y seríamos las criaturas más miserables, pues habríamos puesto nuestra esperanza en algo que no se dio en el caso de Jesús ni se dar en nuestro caso. Pero el hecho es que Jesús resucitó y el Apóstol nos entrega una lista de los que lo vieron resucitado empezando con San Pedro, luego los 11 apóstoles entre los cuales hace mención especial de Santiago, y hasta a un grupo de 500 y luego al miso Pablo en el camino a Damasco. La resurreción de Jesús es el primer paso que lleva a Jesús a sentarse a la derecha de su Padre, como Juez de vivos  y muertos. En toda su predicación, Jesús proclamó el Reino de Dios y en su  resurreción  y ascención al cielo lo inauguró El mismo "como primicia", o como primer fruto, después del cual todos nosotros estamos llamados a sumarnos a su Reino, en el cielo pero ya pertenecemos a él en este mundo a partir de nuestro bautismo. Se trata también de la victoria definitiva sobre el Reino de Satanás que ya se ha realizado en la cruz y la resurrección, pero todavía falta que se manifieste plenamente en nostros. Él entregará el Reino a Dios Padre, después de haber reducido a la nada todo Principado y Potestad. Antes de la manifestación plena y total del Reino, Jesucristo tendrá que someter todo poder bajo sus pies y el último enemigo a ser sometido será la muerte. Por lo tanto, el Apóstol concibe como una batalla, ganada ya por Jesucristo como Cabeza y Rey, pero en el caso de nostros la lucha prosigue hasta que el reine plenamente en cada uno.

El pasaje que nos corresponde hoy del Evangelio de San Mateo es ciertamente uno de los más conocidos, pues se trata de Jesucritos como Rey, ejercitando su misión de juez de vivos y muertos, es decir del juicio final. Si en nuestra vida terrena Jesucristo ha reinado dentro de nosotros y en la sociedad, entonces habremos actuado de acuerdo a lo que él ha enseñado, y como dice San Juan "habiendo amado a los suyos cuando estaba en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). A los mártires les ha tocado imitar el amor de Jesús hasta este extremo, pero a los demás se nos invita a reproducir su actitud de identificación con los "más pequeños de estos mis hermanos" en actos concretos de ayuda a los más necesitados en circunstancias como cuando estaban con hambre, sed, cuando eran forasteros y necesitaban de asistencia, cuando estaban enfermos y en la cárcel", pues según señala Jesús cuando lo hacemos a ellos, lo hacemos a El, dado que se identifica con ellos y lo hizo en la cruz y en toda su vida. En una ocasión Jesús dijo que "el Reino de Dios está dentro de vosotros". Si de verdad está dentro de nosotros, en nuestro corazón, si guía nuestra conciencia nos llevará actuar con los más "pequeños". Estas constituyen unas demandas realmente exigentes   para cada uno de nosotros. Tenemos la tendencia de pensar como Caín "¿acaso soy guardián de mi hermano? " Pues sí lo somos, si somos serios en nuestro seguimiento de Jesús como Camino, Verdad y Vida.

Al terminar, quiere recoger las palabras que encotramos en el Prefacio de nuestra misa de hoy que expresa con gran elocuencia y certeza lo que significa para nosotros que Jesucristo es el Rey del Universo:

Porque consagraste Sacerdote eterno
y Rey del universo
a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que ofreciéndose a si mismo
como víctima perfecta y pacificadora
en el altar de la cruz,
consumara el misterio de la redención humana,
y sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita
un reino eterno y universal:
el reino de la verdad y de la vida,
el reino de la santidad y la gracia,
el reino de la justicia,
el amor y la paz.

¿Cómo podemos entrar a formar parte del Reino de Jesucristo?  En primer lugar, luchando para que Él reine en nuestro corazón, pero esto no basta. También dijo a los apóstoles al enviarlos a predicar hasta los confines de la tierra: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra". Es lo mismo que decir que el reinado de Cristo es universal, entonces no basta que sea una realidad interna en el fuero de la conciencia, sino que tiene que manifestarse en todos los ámbitos de la vida, en la familia, en la sociedad, también en el mundo social y político. Toda la actividad humana tanto personal como social se tiene que regir en primer lugar según la ley natural que es el orden que Dios ha inscrito en toda la creación y en nuestra razón en cuanto a la moral o la accción humana, y también según la ley de Jesucristo que es la Ley y el Reino  de la "verdad, y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. No podemos aceptar la idea nefasta según la cual la religión es un asunto privada que no ha de salir de la sacristía. Es verdad que nuestro mundo actual en buena medida está lejos de estar bajo el dominio, el poder y la autoridad de Jesucristo, Rey del Universo, pero cada uno está llamado a ponerse a actuar para que en su propio ámbito, sea de la familia, del lugar de trabajo, de la vida social se vaya dando este dominio gracias a nuestras acciones aunque parezca una tarea imposible de cumplir y una meta impsoible. No olvideos que Jesús dijo a los apóstoles en la Última Cena "Sin mi no podéis hacer nada" y también "para Dios no hay nada imposible".  

sábado, 18 de noviembre de 2017

LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

HOMILÍA XXXIII DOMINGO DE TIEMPO DURANTE EL AÑO, 19 DE NOVIEMBRE DE 2017

La palabra talento ha cabiado radicalmente de significado debido a esta parábola, pero la pregunta es si lo que normalmente llamamos talento corresponde a lo que Jesús quiere que sacamos de su parábola en el evangelio. Hoy en día entendemos por talento una cualidad o facilidad en realizar una actividad como puede ser en la música, el deporte o en los negocios etc. En cambio, en la parabola de Jesús que nos toca examinar hoy talento no significa una cualidad o capacidad innata recibida de Dios, sino dones que el discípulo recibe del Señor y que tiene que guardar y hacer fructificar hasta su vuelta. Vamos a intentar comparar el valor de un talento  con nuestra moneda de hoy. Una mina valía cien denarios y un denario, como sabemos de la parábola de los trabajadores en la viña, era la paga de un jornal de trabajo. Un talento, pues, correspondía a lo que uno cobraría en 20 años, de manera que cinco talentos era un capital ingente, alrededor de cinco millones de euros o cinco millones y medio de dólares.Nada despreciable. Tenenos que valorar lo que Dios nos regala con la vida y todo lo que nos da indirectamente a través de la educación que hemos recibido de nuestros padres, de la escuela, de toda la experiencia que hemos podido acumular a lo largo de nuestra vida.

Conviene señalar que Jesús dice que el señor entregó los talentos "a cada uno según su capacidad". (Mt 5,5) Nos conviene reflexionar sobre el significado de esto de dar, compartir y cómo es un principio fundamental del evangelio. Primero, Dios Padre es el pincipio y fundamento de la divinidad y se la da, la entrega a su Hijo por generación.  Ese mismo compartir de todo lo que es la misma divinidad entre el Padre y el Hijo es lo que produce el Espíritu Santo. Es más, quiere Dios comunicarnos a nosotros una participación en esa vida divina que las tres divinas personas coparten eternamente. El Padre es Padre en relación al Hijo y así el Hijo en relación con el Padre y el Espíirtu Santo en relación con abmas personas. El secreto de la divinidad es darse, entegarse. Dice Jesus  a los apóstoles en la útlima cena: "Todo lo que me ha dado mi Padre os lo he dado a conocer" y "El que me ama, guardará mis mandamientos, y el Padre lo amará y vendremo sa él y haremos morada en él". Hay un dicho filosófico bonum est diffusivu sui, el bien se difunde, se comunica a si mismo. Si este principio demuestra cómo es Dios, que se da a sí mismo, nos hace partícipes de su misma vida divina "según nuestra capacidad", entonces a nosotros nos corresponde como sus criaturas, hechas a imagen y semejanza de él, y elevados por la gracia a ser hijos en el Hijo, hemos de superar la tendencia innata que tenemos de acaparar, de ser egoistas y soberbios, debido a las consecuencias del Pecado Oriiginal  demás pecados que nos afectan.

Todos sabemos que es una ley de los negocios que el que no se arriesga, no arriesga su capital no gana, antes pierde. Obviamente, los negocios requieren un riesgo prudente, no como el que apuesta en un casino.  Es lo que propone Jesús en la parábola. Alaba a los siervos que recibieron cinco y dos talentos porque los invirtieron y trabajaron duro para poder alcanzar una ganancia hasta del 100%. En cambio, el que recibió uno, y no pensemos que se trataba de poco dinero, queriendo prudente, pero en realidad no tanto, hizo un hoyo en la tierra y escondió el talento. Luego al regaresar el señor, lo reprende llamándolo perezoso y holgazán por no haber ganado nada con el talento. Manda que lo aten y lo echen fuera, mientras a los otros dos les asciende a una responsabilidad más alta.

El gran talento que hemos recibido nosotros es la fe. Nos toca acogerla, desarrollarla a través del estudio, del conocimiento de la Palabra de Dios, de lo que la Iglesia enseña, de practicarla y completarla con la esperanza y la caridad. La fe sin obras, nos enseña el Apóstol Santiago en su carta, está muerta y no nos salva. Nos parece normal que una persona salga a caminar en la mañana, otros vayan a un gimnasio o en bicicleta para hacer ejercicio y mejorar su salud. Otros que cuentan con algún capital intentan hacer algún negocio, tal vez comprar un piso para alquilar y sacar alguna renta o invertir en algún fondo de inversiones. Si nos parece normal y prudente este tipo de actividad tendente a aumentar nuestro patrimonio o nuestros ingresos, ¿cómo es que no hacemos lo mismo con el talento más grande que Dios nos ha dado, la fe católica? Así como el dinero muerto, escondido debajo del colchón o en  un hoyo no gana, ni mejora la salud si no hacemos ejercicio, pues tapoco la fe, la esperanza y el amor a Dios y al prójimo aumentan si no hacemos un gran esfuerzo por ejercitarlas. Lo que no se da, o se entrega desaparece. No basta decir que "no hago daño a nadie", que es lo mismo que hizo el que recibió un talento No hizo nada malo, pero el señor lo mandó atar y echar fuera a las tinieblas exteriores, que simbolizan el infierno. San Agustín decía, que "Dios, que nos ha hecho sin colaboración nuestra, no nos salvará sin nuestra colaboración". Es más, nos toca entregar lo que hemos recibido. Jesús dijo a los apóstoles cuando los mandaba a misionar a los pueblos: "Gratis habéis recibido, dad gratis". ¿¿Que hemos hecho nosotros para comunicar la fe a otros? ¿Nos damos cuenta de que éste es el mayor don que les podemos dar?

Propongámonos hacer algo para, en primer lugar aumentar nuestra fe, conocerla mejor y luego comuncicarla a los demás. ¿Hace cuando desde que he leído algún libro que me ha ayudado a conocer mejor a Jesús, a counicar la fe a los niños, sean hijos o nietos, pues todo requiere un esuferzo y no vamos a dar lo que no tenemos. ¿Por qué no hablo con mi párroco para preguntar cómo puedo participar en un grupo misionero que se dedica a propagar la fe? Aunque sea de edad avanzada y no puedo salir mucho de casas, siempre podré hacer algo, en primer lugar ir conociendo más el tesoro de la fe católica, rezar el rosario por la conversión de mis vecinos, de mis familiares. Ofrecer algunos sacrificios por las vocaciones. Si conozco a algún joven que pudiera seguir al Señor en la vocación sacerdotal o religiosa, San Juan Pablo II sugiere que lo invitemos a considerar la posibilidad de tal vocación. No nos quedemos como el de un talento y recordemos lo que le pasó. 

sábado, 11 de noviembre de 2017

ESTAR PREPARADOS PARA LA VUELTA DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL DOMINGO XXII, CICLO A, DE NOVIEMBRE DE 20O1.

¿Qué significa ser sabio? Nuesra primera lectura de hoy del Libro de la Sabiduría, el último libro del Antiguo Testamento, nos habla de la sabiduría y cuánto deberíamos apreciarla. Buscarla y encontrarla es algo realmente valioso, pero ¿en que consiste la sabiduría? La sabiduría es el arte de vivir bien, de vivir conscientes de lo que verdaderamente vale en la vida. San Pablo, antes de su encuentro con Jesús resucitado en el camino a Damasco, seguramente pensaba que vivía bien, que cumplía lo que Dios quería de él en la práctica de su fanatismo y sus ganas de meter en la cárcel a los cristianos porque no obraban según sus criterios. Ese encuentro extrarodiaraio con Jesús resucitado en la gloria del cielo lo cambió radicalmente. Como dice a los felipenses, lo que consideraba importante y digno de ser apreciado y buscado con todo su empeño, ahora lo considero basura, deshechos, nada. Se revolucionó su mente, todo su ser. En la segunda lecrtura hemos escuchado un pasaje de su Primera Carta a los Tesalonicenses, que es su primera carta y el primer escrito de todo el Nuevo Testamento, que se remonta más o menos al año 50, es decir, unos 20 años del gran acontecimiento que constituía el centro de toda la vida, de la predicación, aquello por lo  que se sacrificaba cada día y que proclamaba a quien quisiera escuchas este gran noticia. Asegura a los tesaloniscenses que los que han fallecido en medio de ellos no están sin esperanza. Si Jesucristo murió y resucitó, se ha inaugurado una nueva vida, una nueva dimensión de la realidad y todos tenemos una gran esperanza. Es cierto que Pablo utiliza imágenes que se llaman apocalípticas, cuando habla encontrar a  Jesús cuando vuelva en el aire. Es que el impacto del encuentro de Pablo con Jesús rescitado en el camino de Damasco era tan extraordinariamente impactante que a lo largo del resto de su vida, Pablo pensaba que el fin del mundo y la vuelta del Señor sería pronto, en el lapso de su vida. No se dio así, y nosotros casi dos mil años más tarde estamos esperando que se dé. La pregunta es que si realmente estamos convecidos de que se va a cumplir lo que Jesús promete y lo que ya se ha inaugurado en nuestra vida con nuestro bautismo. Si, como dice el Apóstel en su Primera Carta a los Corintios, nuestra esperanza en Cristo se reduce a este mundo, somos las personas más miserables. Ciertamente, no tenemos la verdadera sabiduría de la que nos habla el Libro de la Sabiduría. 

Ya estamos a las puertas del final de nuestro Año Litúrgico y del año del calendario. Ahora la Iglesia nos propone unas reflexiones tomadas de la parte final  del relato de la vida pública de Jesús, que trata precisamente de la urgencia de la vigilancia,  de la realidad de la vuelta del Señor, como también profesamos en el Credo, que Jesucristo volverá para juzgar a vivos y muertos.  Ahora pasemos a nuestro evangelio de hoy que trata de la Parábola de las Diez Vírgenes. Jesús en su parábola se basa en las costumbres de la celebración de una boda en su tiempo. Primero, el novio saldría de su casa e iría a la casa de la familia de la novia y se realizaria una suerte de procesión de vuelta a la casa de la familai del novio, todo de noche. Obviamente, en una época sin luz eléctrica como la nuestra, un pueblo quedaba en la oscuridad y pocos por no decir casi nadie saldría de noche. Las diez vírgenes serían acompañantes del novio. Por alguna razón, el novio demoró más de los esperado, y la parábola dice que las doncellas se durmieron. En un momento, tal vez el menos esperado, se escuchó una fuerte voz que decía "Viene el novio". Las vírgenes sensatas tenían aceite de más para sus lámparas y las otras, las necias no. Éstas pidieron que las otras se lo compartieran pero no accedieron a la petición. Mientras las necias se fueron a comprar el aceite, ingres´´o el novio en la casa y quedó cerrada la puerta. Ya no se permite entrar a nadie. 

¿Cuál es el simbolismo del aceite?  Significa toda la preparación necesaria para estar listos para poder llegar a comparitr la vida nueva y eterna con el Señor en el paraíso. Si el Señor desde dentro dice a las necias "no os conozco", pues en primer lugar nosotros necesitamos una gran familiariad con él, a través de la oración, la práctica de los Sacramentos como son la Misa y le Confesión, también obviamente, se necesitan las buenas obras, o la obras físicas y espirituales de misericordia. Tal vez nos parece que las doncellas sensatas al no dar de su aceite a las otras son egoistas y poco generosas. Dado que lo que simboliza el aceite es la relación personal e íntimo con el Señor, las buenas obras, la misericordia el perdón etc. está claro que si a lo largo de nuestra vida no las hemos adquirido, nadie nos puede pasar parte de lo que él tiene a nosotros. No podemos esperar que otros vayan a merecer nuestra salvación, cuando nosotros hemos sido negligentes y hemos caído en el pecado de la presunción que es "la expectación necia de alcanzar la salvación sin practicar los medios necesarios para ello". 

Así como en la vida social se considera insensata una persona que no cuida su aspecto, su salud, que no busca un trabajo para poder proveer las necesidades de la vida, también es necio quien va por la vida sin pensar en lo que verdaderamente cuenta, lo que debería de ser nuestra primera prioridad, es decir, hacer acopio de buenas obras, de cultivar una relación de amistad con Jesús Nuestro  Señor a través de la oración, de un esfuerzo por conocer mejor nuestra fe leyendo algún que otro libro, intentando conocer la Palabra de Dios en la Santa Biblia. Dedico algún tiempo cada día a estas cosas? Nadie ama lo que no conoce. Hoy en día casi todo el mundo tiene la excusa de no tener tiempo. ¿No será que dedicamos nuestro tiempo a muchas cosas que no son tan importantes y nos olivdamos de lo que es verdaderamente importante? A veces he paseado por el barrio en la tarde y he observado que casi no hay casa en la que no está encendida un televisor. Supongo que al menos una persona lo está viendo. ¿Por qué, pues nos olvidamos de los más importante y llenamos nuestra vida con actividades, no malas o inútiles perso sí secundarias?  Jesús tiene este dicho sabio que no debemos olvidar<. ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? Pidamosle la gracia de la verdadera sabiduría para que no nos encuentre sesprovenidos de aceite, de buenas obras cuando llegue y nos llame.

sábado, 4 de noviembre de 2017

LOS DEFECTOS DEL HOMBRE RELIGIOSO

HOMILÍA, XXXI DOMINGO DE TIEMPO ODINARIO, 5 DE NOVIEMBRE DE 2017.

Hoy nos ha tocado escuchar un pasaje del profeta Malaquías que correspondería a un profeta probablemente anónimo que habría precidado al rededor del año 450 a. C. Se trata del perídodo después de la vuelta del exilio que se dio a partir del años 538 y después de la reanudación del culto en el templo reconstruido. En primer lugar, el profeta recuerda quién es Dios, su grandeza: "Yo soy un rey grande, dice el Señor de los ejércitos, y mi nombre es terrible entre las naciones. Uno de los grandes vicios del hombre religioso es precisamente olvidarse de quién es realmente Dios, que es grande, como profesamos en el Credo "todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible". Estamos llamados a rendirle un verdadero culto de adoración, de alabanza, de acción de gracias, pero no con meras acciones exteriores, sino como dice Jesús "en espíritu y en verdad", Un gran  vicio del hombre religioso, también del sacerdote y del religioso es el cumplimiento externo de los ritos sin meter en ello todo su corazón. Una de las principales misiones de Jesús como Mesías era precisamente la de renovar el culto. Los profetas no se cansaban de quejarse de la rutina en el culto, la falsa confianza que se ponía en el mero cumplimiento externo, sin tener el corazón metido en él. Podremos llegar a la celebración de la Eucaristía con el deseo de cumplir un mandamiento y estar preocupado para que se termine rápidamente. Dios se ha empeñado a fondo con nosotros, hasta el exrtemo de enviar as su Hijo a compartir nuestra vida, nuestros dolores, angustia, y alegrías, pero ese amor extremo de Dios no nos mueve, más bien nos parece algo normal y ordinario.

El profeta despotrica conta los sacerdotes del tempo de su tiempo. Dice que habían roto la alianza de Leví, que era la tribu de Aarón, hermano de Moisés y  el primero de los sacerdotes. Hoy en día sabemos que un cierto porcentaje de sacerdotes ha traicionado su misión dando así el gran escándalo de la pederastia que tanto ha sacudido la Iglesia en estas últimas décadas. El Libro de Ezequiel contiene palabras tremendas en contra de los falsos pastores que se aprovechan de las ovejas para su satisfacer sus propias tendencias. Ha habido obispos que en vez de actuar adecuadamente y defender a las personas más vulnerables, no han actuado con fuerza y valentía para arreglar este grave problema. A veces, no existen verdaderas comunidades cristianas y el sacerdote se siente solo y no encuentra respuesta de parte de los fieles a las iniciativas que intenta promover. Hay personas que se dedican a criticar todo y a todos y así se desaniman los demás y gracias a la murmuración se destruyen las comunidades cristianas. Ojalá aprendiéramos todos, sacerdotes y laicos, que en vez de criticar y quejarnos, lo que corresponde es que cada uno ponga manos a la obra a corregir sus defectos, a practicar la virtud, pues nosotros somos los únicos que podemos superarnos y contribuir a construir el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia con nuestra engrega y generosidad, pues la gracia de Dios nunca falta.

San Pablo, en su primera carta a los Tesalonicenses, nos invita seguir su ejemplo de entrega amoroso, pues hubiera querido entregar hasta su propia vida a favor de ellos. Trabajaba día y noche para no ser un peso para nadie. Agradece a Dios la apertura de corazón y la generosidad de los tesilonecenses al acoger la Palabra de Dios que les había comunicado. Ellos habían acogido la Palabra no como palabra de hombre, sino como de verdad es, Palabra de Dios. Esta palabra que proviene de Dios no nos ha de dejar indiferentes ni hemos de acostumbrarnos a escucharla, pues ha de interpelar nuestra conciencia y remover nuestra vida.

Jesús, al dirigirse a los discípulos y a la gente, no quiere que actúen como los fariseos, que enseñan lo que Dios ha comunicado pero no lo practican. "Ellos se han sentado en la cátedra de Moisés". Ciertamente, Jesús rechaza siempre de la manera más tajante la hipocresía. Aquí va otro vicio del hombre religioso. De nada sirve predicar la Palabra de Dios cuando los oyentes se dan cuenta de que el predicador no hace un gran esfuerzo por practicar lo que predica. Esto se aplica a todos, a nosotros los sacerdotes, a los padres que a veces quieren corregir a los hijos cuando éstos ven que ellos caen en los mismos vicios que quieren corregir en los hijos. El problema de fondo de los fariseos, y ciertamente tabién de nosotros mismos, es la soberbia, el de considerarnos mejores que otros, por eso nos sentimos autorizados a criticarlos. Cuando sentimos la tentación de criticar a otros, deberíamos de ir formando el hábito de recordar en ese momento el hecho de que nosotros tenemos muchos defectos y vicios y no nos gusta que otros nos critiquen por ellos. En este pasaje, como en tantos otros, Jesús insiste en la necesidad de la humildad que es la tierra fértil enla que se puede cultivar todas las demás virtudes.

Que la Palabra de Dios que la Iglesia nos presenta hoy sea una ocasión para todos, sacerdotes y fieles, a examinarnos y procurar evitar estos vicios que se dan en las personas religiosas, la rutina o el cumplimiento externo de los deberes sin poner el corazón en el intento. La hipocresía o fareseismo que nos lleva a no practicar lo que predicamos, recordando que lo que de verdad impresiona a los demás es el ejemplo, la entega, la generosidad. Y en tercer lugar, que nos propongamos a poner el práctica la virtude de la humildad, y no meraente hablar de ella. .