La Iglesia, a lo largo de todo el año litúrgico, ha hecho memoria de los grandes misterios del nacimiento, el ministerio, la pasión, muerte, resurrección y Ascensión de Jesús, así como la venida del Espíirtu Santo en Pentecostés, que es la inaguración del tiempo de la Iglesia, en la esperanza del retorno glorioso de Jesucristo, Rey, Buen Pastor, Señor y juez de vivos y muertos. En este domingo dedicado al misterio de Jesucristo como Rey del Universo, se culmina nuestro recorrido a través estos grandes misterios, principalmente el Misterio Pascual por el cual Jesús pasó por el dolor de la Pasión, su muerte en la cruz y su gloriosa resurrección de manera que la fiesta de hoy tiende a ser una síntesis de todos estos misterios que también nos lanza hacia la vuelta gloriosa del Señor, como Juez de vivios y muertos.
En primer lugar, hagamos un repaso breve de la selección de lecturas bíblicos que nos tocan en este Domingo del ciclo A, que nos ha presentado a lo largo del año el Evangelio según San Mateo. Epezamos con un pasaje del profeta Ezequiel, que profetizó alrededor del año 600 a. C. en Babilonia donde había sido exiliado con el primer grupo de exiliados en el año 593 a.C. Dios le permitió conteplar en visiónes los hechos dolorosos de la destrucción de Jerusalén y el templo por el ejército del Rey de Babilonia, Nabocodonosor en el añoo 586 a.C. Los reyes de Israel eran considerados como pastores del pueblo y tenían que guiarlo según la ley de Dios, y también según lo que Dios iba manifestnado a través de los profetas. Sin embargo no cumplieron esa misión y cayeron en la idolatría incluso introduciendo ídolos en el mismo tiemplo, debido a que no confiaban en el poder de Dios como Señor. Ahora, a través de Ezequiel, Dios promete ser el mismo el pastor de su pueblo. Dios promete reunir a sus ovejas dispersas e irá en busca de las ovejas perdidas para reunirlas en su rebaño. A diferencia del pastor humano que se dedica al pastoreo de las ovejas como medio para poder tener el modo de ganar dinero de la venta de la lana y de la carne, Dios no tiene ninguna necesidad de nosotros, ni estaba obligado a crearnos. Su preocupación por nosotros y por nuestro bien, por el universo entero se debe a su pura bondad y generosidad. Incluso estando dispersas las ovejas, las quiere reunir para que alcancen a gozar de la felicidad que les tiene reservada.
El salmo responsorial, 23, es probablemente el salmo más conocido por los fieles católicos, y vuelve al tema del Pastor. Seguramente, Jesús tuvo en ente estos dos textos cuando se declaró el Bueno Pastor tal y como se recoge en el c. 10 del Evangelio de San Juan. "El Señor es mi Pastor, nada me falta". Recordemos, que mientras en el Antiguo Testaento, el título "Señor" se refería tan sólo al Yahvé, que es el nombre de Dios revelado por él mismo a Moisés en el encuentro de la zarza ardiente. Sin embargo, en el Evangelio se refiere a Jesús como Hijo eterno del Padre, Dios de Dios, luz de Luz como confesamos en el Credo. Así se cumple la promesa que hemos encontrado en la profecía de Ezequiel.
Pasemos, ahora a San Pablo y hoy nos encontraos con parte uno de los textos más importantes de todo lo que nos entrega el Apóstol, pues se refiere al misterio central de nuestra fe, la resurrección. La fe en Jesús muerto y resucitado y ahora sentado a la derecha de su Padre, es la piedra angular de toda la fe cristiana, como afirma San Pablo con gran contundencia: "Si Jesucristo no ha resucitado, nuestra fe es vana" y seríamos las criaturas más miserables, pues habríamos puesto nuestra esperanza en algo que no se dio en el caso de Jesús ni se dar en nuestro caso. Pero el hecho es que Jesús resucitó y el Apóstol nos entrega una lista de los que lo vieron resucitado empezando con San Pedro, luego los 11 apóstoles entre los cuales hace mención especial de Santiago, y hasta a un grupo de 500 y luego al miso Pablo en el camino a Damasco. La resurreción de Jesús es el primer paso que lleva a Jesús a sentarse a la derecha de su Padre, como Juez de vivos y muertos. En toda su predicación, Jesús proclamó el Reino de Dios y en su resurreción y ascención al cielo lo inauguró El mismo "como primicia", o como primer fruto, después del cual todos nosotros estamos llamados a sumarnos a su Reino, en el cielo pero ya pertenecemos a él en este mundo a partir de nuestro bautismo. Se trata también de la victoria definitiva sobre el Reino de Satanás que ya se ha realizado en la cruz y la resurrección, pero todavía falta que se manifieste plenamente en nostros. Él entregará el Reino a Dios Padre, después de haber reducido a la nada todo Principado y Potestad. Antes de la manifestación plena y total del Reino, Jesucristo tendrá que someter todo poder bajo sus pies y el último enemigo a ser sometido será la muerte. Por lo tanto, el Apóstol concibe como una batalla, ganada ya por Jesucristo como Cabeza y Rey, pero en el caso de nostros la lucha prosigue hasta que el reine plenamente en cada uno.
El pasaje que nos corresponde hoy del Evangelio de San Mateo es ciertamente uno de los más conocidos, pues se trata de Jesucritos como Rey, ejercitando su misión de juez de vivos y muertos, es decir del juicio final. Si en nuestra vida terrena Jesucristo ha reinado dentro de nosotros y en la sociedad, entonces habremos actuado de acuerdo a lo que él ha enseñado, y como dice San Juan "habiendo amado a los suyos cuando estaba en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). A los mártires les ha tocado imitar el amor de Jesús hasta este extremo, pero a los demás se nos invita a reproducir su actitud de identificación con los "más pequeños de estos mis hermanos" en actos concretos de ayuda a los más necesitados en circunstancias como cuando estaban con hambre, sed, cuando eran forasteros y necesitaban de asistencia, cuando estaban enfermos y en la cárcel", pues según señala Jesús cuando lo hacemos a ellos, lo hacemos a El, dado que se identifica con ellos y lo hizo en la cruz y en toda su vida. En una ocasión Jesús dijo que "el Reino de Dios está dentro de vosotros". Si de verdad está dentro de nosotros, en nuestro corazón, si guía nuestra conciencia nos llevará actuar con los más "pequeños". Estas constituyen unas demandas realmente exigentes para cada uno de nosotros. Tenemos la tendencia de pensar como Caín "¿acaso soy guardián de mi hermano? " Pues sí lo somos, si somos serios en nuestro seguimiento de Jesús como Camino, Verdad y Vida.
Al terminar, quiere recoger las palabras que encotramos en el Prefacio de nuestra misa de hoy que expresa con gran elocuencia y certeza lo que significa para nosotros que Jesucristo es el Rey del Universo:
Porque consagraste Sacerdote eterno
y Rey del universo
a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que ofreciéndose a si mismo
como víctima perfecta y pacificadora
en el altar de la cruz,
consumara el misterio de la redención humana,
y sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita
un reino eterno y universal:
el reino de la verdad y de la vida,
el reino de la santidad y la gracia,
el reino de la justicia,
el amor y la paz.
¿Cómo podemos entrar a formar parte del Reino de Jesucristo? En primer lugar, luchando para que Él reine en nuestro corazón, pero esto no basta. También dijo a los apóstoles al enviarlos a predicar hasta los confines de la tierra: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra". Es lo mismo que decir que el reinado de Cristo es universal, entonces no basta que sea una realidad interna en el fuero de la conciencia, sino que tiene que manifestarse en todos los ámbitos de la vida, en la familia, en la sociedad, también en el mundo social y político. Toda la actividad humana tanto personal como social se tiene que regir en primer lugar según la ley natural que es el orden que Dios ha inscrito en toda la creación y en nuestra razón en cuanto a la moral o la accción humana, y también según la ley de Jesucristo que es la Ley y el Reino de la "verdad, y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. No podemos aceptar la idea nefasta según la cual la religión es un asunto privada que no ha de salir de la sacristía. Es verdad que nuestro mundo actual en buena medida está lejos de estar bajo el dominio, el poder y la autoridad de Jesucristo, Rey del Universo, pero cada uno está llamado a ponerse a actuar para que en su propio ámbito, sea de la familia, del lugar de trabajo, de la vida social se vaya dando este dominio gracias a nuestras acciones aunque parezca una tarea imposible de cumplir y una meta impsoible. No olvideos que Jesús dijo a los apóstoles en la Última Cena "Sin mi no podéis hacer nada" y también "para Dios no hay nada imposible".