Es difícil, por no decir imposible, exagerar la importancia de la humildad para nuestra vida cristiana. San Agustín afirma: "Primero, la humildad;segundo, la humildad; tercero, la humildad; y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones, para que miremos a ella cuando se nos propone, nos unamos a ella cuando se nos aproxima y nos dejemos subyugar por ella cuando se nos impone, el orgullo nos lo arrebatará todo de las manos cuando nos estemos ya felicitando por una buena acción. Porque los otros vicios son temibles en el pecado, mas el orgullo es también temible en las mismas obras buenas. Pueden perderse por el apetito de alabanza las empresas que saludablemente ejecutamos. Si me preguntas, y cuantas veces me preguntes, acerca de los preceptos de la religión cristiana,me gustaría descargarme siempre en la humildad, aunque la necesidad me obligue a decir otras cosas" (Carta 118, 22).
¿Y por qué tiene la humildad tanta importancia en la vida cristiana? Santo Tomás de Aquino afirma que la humildad es la verdad, y Santa Teresa de Jesús coinicde con él cuando dice que "la humildad es andar en la verdad". ¿Entonces, cuál es la verdad a la que se refieren estos y tantos otros santos? Se trata de la realidad de nuestra vida, que somos criaturas de Dios, de Él venimos y no podemos alcanzar la felicidad que anhelamos si no reconocemos la verdad fundamental que somos de Dios, que venimos de Él y sin Ël nada podemos". Lo dice Jesús en la Ültima Cena, "sin mí no podéis hacer nada". En realidad, si Dios no sostuviera el universo y cada uno de nosotros, caeríamos en la nada. Todos lo santos y maestros de vida espiritual están convencidos de que la humildad coniste en primer lugar en conocernos a nosotros mismos, y por ello, en primer lugar, nuestra condición de criaturas dependientes de Dios en todo.
En día de Miércoles de Cenizas cuando el sacerdote nos impone la ceniza con la señal de la cruz, dice "acuérdate de que eres polvo y en polvo vas a volver". En latín, la palabra humildad proviene de humus que significa tierra, o barro. Que vamos a volver a ser polvo, lo sabemos, pero no queremos recordar esta verdad porque no coincide con nuestros sueños de grandeza. El poeta inglés del siglo XVII expresa muy bien nuestra fragilidad y la inutilidad de nuestros sueños de grandeza:
Las glorias de nuestra sange y estado
Son sombras, no cosas substanciales
No hay armadura contra el destino
La muerte pone sus manos heladas sobre los reyes
El esceptro y la corona tendrán que caerse
Y ser igualados a la pobre torcida guadaña y espada.
El poema se titula La muerte el nivelador.
No es poco común oir a políticos y gente famosa en general referirse a la humildad en el contexto de que ellos la están practicando. Sin embargo, la humildad, como el rocío de la madrugada, desaparece una vez que su supuesto practicante hace alarde de ella.
Veamos lo que dice Jesús en nuestra página evangélica de hoy. Es invitado a un almuerzo por una persona de prestigio en un pueblo en el día de fiesta, un fariseo, el sábado, Estando allí Jesús observa el comportamiento de varios de los convidados y aprovecha para contar dos parábolas con una clara lección sobre la verdadera humildad. Un señor llega y se coloca en un lugar destacado. Llega otro de más honor y al primero le inivta el anfitreón que ceda el puesto al otro, y tiene que ir al último lugar y sentirse humillado. No es que Jesús favorezca la humillación de nadie, pero es lo que sucede al que se deja guiar por un ego desporporcionado. Su egoísmo y su falso concepto de la propia importancia lo traicionan. Por el contrario, el que es humilde y modesto se coloca en el último puesto, y es honrado porque el anfitreón lo invita a ocupar un puesto de mayor honor. El problema de este personaje que quiere promocionarse a toda costa es un ego sobredimensionado. SE ha dejado guar por este ego. En vez de acudir al almuerzo con la intención de practicar la amistad, de gozar de la presencia y conversación de amigos, de escuhcar a los demás para ir aprendiendo cosas provechosas de ellos, se preocupa por satisfacer el ego. El ego lo lleva a preocuparse constantemente para ganar la atención de otros, sobre todo la gente importante y famosa.
El ego nos lleva a muchas malas jugadas. Queremos ser los primeros en todo, que los demás se fijen en nosotros, nos sentimos ofendidos por muchas cosas cuando el otro no tenían ninguna intención de ofendernos. El ego nos lleva a tener una visión distorsionada de la realidad. Tenemos que ganar a toda costa. No sólo en los deportes, sino en todos los aspectos de la vida, debemos de aprender a ser buenos perdedores. En las olimpiadas recientes un francés que esperaba alcanzar la medalla de oro, perdió en contra de un brazileño. Echó la culpa al auditorio, pues según él lo abuchearon y no logró concentrarse y así perdió. Además, expresó desprecio en contra de los brazileños. El ego nos lleva a querer tener siempre la razón. Si consideramos que tenemos la razón en alguna discusión y que el otro está equivocado, si somos humildes, no insistiremos. Dejaremos pasar el punto, que en todo caso no es de gran importancia. ¿Por qué tenemos que sentirnos superiores a otros? Puede ser que en algún aspecto hemos alcanzado un prestigio o conocimientos más grandes que otros, pero si somos humildes y reocnocemos la verdad, nos daremos cuenta del hecho de que en muchos aspectos de la vida, por no decir casi todos, nos ganan otros en ciencia, sabiduría y experiencia. El ego también quiere tener más, aparentar rico y de buen gusto, pero "¿Que aprovecha al hombre ganar todo el mundo se pierde su vida? Nuestro ego nos lleva a querer alcanzar la fama, pero si somos sensatos, sabemos que la fama no perdura, es sumamente pasajera.
En su segunda parábola, Jesús propone otra solución para alcanzar la humildad: si uno da un banquete, invitar a los pobres, cojos,y lisiados, de manera que no se pueda esperar que nos devuelvan la invitación. La caridad, que es la reina de todas las virtudes, no se pude practicar sin la humildad. El que entrega a otro algún bien porque reconoce que es una persona necesitada y no va a poder darle nada o devolver el favor, practica la verdadera caridad y no una falsa humildad. No es poco común que algunos políticos manipulen a la gente pobre haciéndoles algún bien o servicio, cuando lo que quieren es que luego les voten, es decir, comprarles el voto. Es una verdadera manipulación y ciertamente reprobable. "Andar en la verdad" en lo que consiste la humildad nos exige respetar la dignidad de cada persona como criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza (Gen 1,26) y no manipularlo para fines ulteriores.
Si Dios escogió a la Sma. Virgen María como Madre de su Hijo, y era una persona de procedencia humilde, es una señal de la importancia que da a la humildad. Si en palabras de San Pablo, "Jesucristo no hizo alarde de su condición divina, sino se rebajó a sí mismo, haciéndose como uno cualquiera" y luego Dios lo enalteció haciéndolo Señor, ante el cual toda criatura se arrodillaría, es clara señal de la importancia fundamental de la humildad. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios y de su entrega redentora en la cruz es prueba de la importancia de la humildad para nosotros. Por lo tanto, hagamos un gran esfuerzo por no alimentar nuestro falso ego, con deseos vanos sino más bien andemos en la verdad y la realidad de nuestra situación de ser no sólo criaturas de Dios sino pecadores que no merecemos la misericordia que Dios libre y amorosamente nos ofrece.