sábado, 23 de mayo de 2015

PENTECOSTÉS Y EL DON DE LENGUAS

Los cincuenta días de Pascua culminan con la gran fiesta de Pentecostés. Corresponde a la segunda gran fiesta de peregrinación del Pueblo de Israel y era la fiesta de la cosecha de la cebada. Así como la Pascua hacía memoria de del "paso" o "tránsito" del pueblo desde la opresión bajo el Faraón en Egipto  por el Mar de las Cañas llegando al desierto, donde iba a peregrinar el pueblo a lo largo de toda una generación para llegar finalmente a la tierra prometida, Pentecostés era la fiesta de la Alianza en el Monte de Sinaí, un momento fundamental en toda la historia de Israel. Para nosotros, cristianos, se trata del inicio de una nueva etapa en la historia de la salvación, la venida del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, Cuerpo y Esposa de Cristo guiada por la historia por el Espíritu Santo, tal y cómo Jesús había prometido en su discurso de despedida a los apóstoles en la Última Cena. "Si no me voy, no vendrá a ustedes el Defensor, pero si me voy, lo enviaré a ustedes. Cuando él venga, convencerá al mundo de un pecado, de una justicia y de una sentencia" (Jn 16,7-8). "Cuando venga el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena" (ibid v 19).

En nuestra primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas acude a elementos tomados del Antiguo Testamento para ayudarnos a captar éste, el episodio más significativo en toda la obra, Hay un viento muy fuerte que sacude la casa (recordemos que la misma palabra que significa "espíritu" en griego pneuma significa viento) y lenguas de fuego. Tradicionalmente el fuego y el calor  simbolizan el amor.. El Espíritu Santo es el don por antonomasia, es decir el amor del Padre al Hijo en la Trinidad, que es la Persona del Espíritu Santo. Es "el don de Dios altísimo", y por ellos comunicación. Las tres divinas personas que viven en eterna comunión han querido hacernos a nosotros partícipes de esa misma vida gracias a nuestra identificación con Jesús que se dio en el bautismo y se refuerza en la confirmación que es precisamente el Sacramento de Pentecostés, es decir de la comunicación del Espíritu Santo y la fundación de la Iglesia.

Escribe San Lucas: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeros, según el Espíritu les permitía expresarse" (Hechos 2,4). Es decir, la primera manifestación de la presencia y actuación del Espíritu en ellos fue precisamente la de poder expresarse en lenguas extranjeras. ¿Qué significa esto? Es más, se nos presenta un larga lista de lugares desde donde había llegado gente a Jerusalén para la celebración de la fiesta judía de Pentecostés, o de la Alianza, pues era una fiesta de peregrinación a Jerusalén, como lo era también la Pascua. "¿Acaso los que hablan son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno los oimos en nuestra lengua nativa¡ Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y los distritos de Libia junta a Cirene, romanos y residentes, judíos y prosélitos, cretenses y árabes: todos los oímos contar en nuestras lenguas, las maravillas de Dios" (2,7-11).

Los que hemos aprendido lenguas extranjeras sabemos que es una tarea no fácil e implica entrar en un nuevo mundo cultural, una visión del mundo en la que no participábamos antes. Yo he aprendido varias lenguas, siendo el inglés mi lengua materna. A los cinco años nos enseñaron gaelico, o la lengua propia de Irlanda aunque ya no es comúnmente hablada, luego estudió francés y latín a los 12 años, posteriormente el español y el griego bíblico, el italiano. Estaba estudiando alemán pero no perseveré en el intento. Llevo casi cuarenta y cinco años hablando español y he vivido en cuatro países de habla hispana. Esto me ha abierto todo un mundo, con su cultura expresada en su historia, literatura y demás expresiones culturales.

Recordemos la historia de la torre de Babel en el c. 11 del libro del Génesis. Debido a la arrogancia de la gente que quería llegar al cielo a través de una torre hecha con la tecnología del mundo antiguo, es decir ladrillos y alquitrán, expresaban su autonomía y olvido de su dependencia de Dios. Él los castigó dispersándolos de manera que ya no podían entenderse entre sí en la misma lengua. Sabemos que la palabra "diablo" significa "dividir", "separar", de manera que el pecado, la arrogancia, o lo que los griegos llaman hubris  logró la división y la separación del hombre. El plan de Dios consiste en que toda la humanidad experimente comunión, fraternidad, armonía y la capacidad de comunicarse entre sí, de manera que Pentecostés con la efusión del mismo Espíritu y la superación de la barrera de las lenguas y culturas significa el deshacerse del castigo impuesto a los de la torre de Babel. Esto se comprende mejor si recordamos, como enseña San Agustín, que el Espíritu Santo es el vínculo de amor del Padre con el Hijo.

También, como hemos señalado más arriba, Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, que según el Concilio Vaticano II, es "signo e instrumento del amor de Dios y de la unidad del género humano". ¿Cuántos sufrimientos se dan en las familias, entre vecinos, compañeros de trabajo, en los grupos parroquiales,  y en la misma sociedad debido a la dificultad en comunicarnos y no abrirnos a lo que quiere decir el otro? Esto se debe a la acción del diablo, que intenta separar, dividir y crear peleas entre las personas, y en comunión con él el egoísmo, la arrogancia, el poco esfuerzo por comprender al otro.

En estos día constatamos en el país y en el mundo entero unos brotes preocupantes de violencia, terrorismo, la toma de carreteras, manifestaciones violentas con el resultado de muertes y agresiones a miembros de las Fuerza del Orden y de los mismos manifestantes, sin mencionar los diversos tipos de violencia, amenazas, sicariato que se repiten diariamente en los medios de comunicación. Elevemos hoy en esta fiesta de Pentecostés una súplica ardiente al Señor  y al Espíritu Santo para que aprendamos a comunicarnos, a buscar la paz, la armonía, la paciencia, la bondad dentro de las familias y las comunidades para que cese todo ese mal de la violencia y se aprenda que no es medio para resolver conflictos.





sábado, 16 de mayo de 2015

LA ASCENSIÓN, LA UNIÓN DE CIELO Y TIERRA

El Libro de los Hechos de los Apóstoles comienza con el episodio de la Ascensión, es decir, el último acto de Jesús en esta tierra y su partida hacia "el cielo". ¿Y el cielo, qué y cómo será? Los niños tienen su concepción del cielo que incluye un lugar de abundantes juegos, caramelos y otras muchas cosas que aprecian y quieren tener. Los musulmanes, siguiendo el Corán y correspondiendo a una concepción primitiva del beduino del desierto de Arabia del siglo VII, conciben el cielo como una suerte de palacio lleno de grandes aposentos con 72 vírgenes a disposición de cada uno de ellos para abundante placer sexual. Es más, bastantes de ellos consideran que suicidándose en medio de una calle o un terminal de bus o un aereopuerto habiéndose ceñido con paquetes de explosivos los convierten en mártires y les de un billete directo al cielo que imaginan así. Algunos  filósofos del siglo XVIII, denominado siglo de las luces, es decir, el racionalismo,  veían a Dios como un ser ocioso que moraba en un cielo lejano, que sí había creado el mundo y había establecido las leyes del cosmos, pero prácticamente  no intervenía en él, de manera que habría un separación radical del cielo de la tierra. Serían un edifico de dos pisos pero sin escalera alguna para acceder al segundo. Más adelante con la llegada de los filósofos ateos como Marx, Feuerbach y Freud ya descartaron el cielo, considerándolo como una proyección peligroso de las vanas esperanzas del hombre de este mundo. Peligroso, porque sería una distracción de su verdadera tarea, la de dedicarse a vivir y gozar del mundo presente y no andar tras "una torta en el cielo".

Tal separación del cielo y la tierra, como la concebían estos filósofos de la Ilustración, no es bíblica. Hay pocas cosas más contrarias a la concepción bíblica de Dios que un dios lejano y separado que no manifiesta ningún interés por los asuntos humanos de este mundo. A partir del libro del Génesis, pasando por los demás libros del Pentateuco, los históricos, proféticos, salmos y sapienciales Dios se involucra radicalmente en el mundo y la vida de los hombres, en su historia, de manera muy especial creando su propio pueblo a partir de Abrahán, siguiendo sus pasos hasta su bajada a Egipto, luego su liberación de la mano de Moisés, comprometiéndose con ese pueblo con la Alianza de Sinaí, interviniendo a cada para proteger y salvarlo como se constata en los libros que van de Josué y al Segundo de los Reyes, y luego en todos los profetas. Su solicitud por la humanidad no se reduce a un solo pueblo, aunque fuera su propio pueblo elegido. Ese mismo pueblo de Dios iba a ser instrumento de salvación para todos los pueblos. Toda esta historia de amor y de misericordia de parte de Dios hacia los hombres tiene su culmen en el nacimiento, vida, muerte y resurrección, Ascensión de Jesús al cielo, y la fundación de la Iglesia con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.

La Biblia utiliza una división tripartita de la realidad, cielo, tierra y abismo o infierno. Ésta no es una división física sino un modo de ayudar a nuestra inteligencia limitada que depende de los sentidos y en concreto de la imaginación para poder captar mejor estas realidades. Jesús, Hijo de Dios, vino al mundo con la misión de proclamar y establecer el Reino de Dios, es decir, el reinado, la soberanía, el orden de Dios entre los hombres. Lo expresa en el Padre Nuestro: "Venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Todo el Antiguo Testamento es promesa, pero al mismo tiempo promesa que se  encuentra con la rebeldía del pueblo, de tal manera que en el Libro de Ezequiel se le llama al pueblo "rebelde". En el Libro de Jeremías (31,31-33) Dios prometa una nueva alianza, ya  no escrita piedra sin el el corazón de los hombres. Esto lo ha hecho Jesús, adelantándose en la Última Cena, como escuchamos en las palabras de la consagración del vino en la misa, y realizándolo en su muerte en la cruz y su resurrección. El misterio de la resurrección se completa con su Ascensión o exaltación a la derecha de Dios Padre, de donde volverá "para juzgar a vivos y muertos", como dice el Credo.

En nuestra primera lectura de hoy, hay unas palabras del ángel que aparece a los apóstoles que se nos pueden escapar: "¿Hombres de Galilea, por qué se quedan allí viendo al cielo. Ese mismo Jesús que han visto subir al cielo, de la misma manera retornará". Luego los manda a esperar la llegada del Espíritu Santo y a proclamar esta gran noticia empezando desde Jerusalén. Jesús ha  completado una etapa de su misión y da inicio a otra nueva dimensión misterioso. Por un lado, parece que se ha ido y por eso los apóstoles están mirando con añoranza hacia el cielo, pero por otro, se ha quedado y por la acción del Espíritu Santo va formando su Iglesia que tiene la tarea de completar su misión hasta su retorno gloriosa en la parusía o segunda venida.

En el Credo también decimos que Jesús está sentado a la derecha del Padre en su gloria. También en el libro del Apocalipsis encontramos esta imagen. En tiempos bíblicos, los reyes tenían al personaje más poderoso, el visir, o principal ministro sentado a la derecha de su trono a quien le correspondía ejecutar todo lo que mandaba el rey. Así, en la Ascensión, Jesús es coronado de poder y gloria para guiar a su Iglesia a lo largo de los siglos.

En nuestra segunda lectura, de la Carta de San Pablo a los Efesios, el apóstol también dice que "Jesús está sentado a  la derecha de Dios en el cielo pro encima de las principalidades, potestades, virtudes y dominaciones", como también nuestro evangelio de hoy de San Marcos. Pero también el evangelio incluye la misión entregada por Jesús a los once apóstoles a predicar su reino en todas partes, y que "el continuaba a trabajar con ellos por todas partes y confirmar el mensaje a través de los signos que los acompañaban". Es decir, que Jesús, aunque parece que se va de este mundo, en realidad se queda y actúa ya a través de la predicación de los apóstoles, de los milagros que ellos también realizaron, a través de su Iglesia. Jesús depende de nosotros para seguir cumpliendo su misión en el mundo hasta el final de los tiempos. Necesita de cada uno en el lugar  y en la misión que le corresponde, seamos padres de familia, jóvenes, niños, abuelos, sacerdotes o personas consagradas, y no sobra ninguno.




sábado, 2 de mayo de 2015

La unión con Jesucristo

La vid y los sarmientos.

A lo largo del Evangelio Jesús hace una serie de declaraciones verdaderamente extraordinarias, incluso inauditas. "Yo soy la luz del mundo", "Yo soy el verdadero pan de vida. El que come este pan vivirá eternamente", "Yo soy el Buen Pastor". "Sin mí no pueden hacer nada",  y hoy escuchamos en nuestro pasaje del evangelio, "Yo soy la verdadera vida" .  Lo más que decían los antiguos profetas de Israel era que sus declaraciones eran "oráculo del Señor". Ningún otro profeta o fundador de una religión ni hombre santo se ha atrevido a decir nada semejante. En los cuatro evangelios, no sólo la gente y los discípulos se dan cuenta de que Jesús era totalmente único, extraordinario, que hablaba con autoridad, no como los escribas y los fariseos, sino que expulsaba a los demonios con la mayor facilidad, e igualmente hacía milagros incluso en beneficio de personas ausentes, sin ningún alarde de magia, ni siquiera sin esfuerzo, con el poder de su palabra.

A diferencia del caso de cualquier otro líder religioso, político, gran liberador de su pueblo, como pudiera ser Ghandi u otros, el seguidor de Jesús está llamado a conformar su vida Él de manera que hay una unión tan íntima como la de la vida y el sarmiento. San Pablo llega a decir "para mí vivir es Cristo".

Volviendo a nuestro evangelio de hoy, dice Jesús que la unión del discípulo con el se parece a la del sarmiento con la vida, es decir, una unión vital. Si él es la vida, la luz del mundo y también nosotros tenemos que ser luz para los demás, es absolutamente necesario estar unidos a él de manera vital. Muchas personas consideran muy difíciles las condiciones para la unión y seguimiento de Cristo. Es más, Jesús dice que el que no está unido a él no da fruto y el Padre "corta los sarmientos que en mí no dan fruto; los que dan fruto los poda, para que den aún más". Hoy en día la sociedad está a favor de la inclusión y contraria a la exclusión. Aquello de cortar los sarmientos que no dan fruto,  y quemarlos parece inaceptable a muchos.

Muchas personas consideran que tienen mal carácter, que nacieron así y que la cosa no tiene remedio. Gritan a los niños, provocan conflictos en la familia y no ven el modo de superarse, pese a los buenos deseos que tienen. Otros piensan que son "buena gente" porque acuden a la misa o forman parte de algún grupo parroquial, pero no se empeñan a fondo en superar sus vicios y practicar la virtud, sobre todo la caridad y la paciencia, o piensan que tienen que mentir o las mentiras que dicen son "piadosas" y evitan hacer sufrir a otros. ¿Cuáles son los frutos que tanto el Padre como Jesús esperan de nosotros? Ciertamente tanto el Padre como Jesús se manifiestan como misericordiosos en todos los evangelios, pero eso no nos ahorra a nosotros la sinceridad en nuestros esfuerzos en dar el fruto que el Señor busca. Recordemos el episodio en el evangelio de la higuera estéril. Allí también dice el señor de la viña, que hay que cortarlo "'¿para qué va a ocupar espacio?" si no da fruto. Según el relato del juicio final en Mateo 25,31-46, los frutos que Dios busca son ante todo la caridad fraterna, el acudir en ayuda a los más necesitados, los hambrientos, los enfermos, encarcelados, etc. y el mismo Señor se identifica con ellos.

Tanto en el Evangelio de San Juan como en su Primera Carta,  no deja de repetir "el que me ama guardará mis mandamientos". Un poco antes de nuestro evangelio de hoy que se encuentra en el c. 15 de San Juan, tenemos la escena del lavatorio de los pies. Allí dice Jesús: "¿Comprenden lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies unos a otros. Les he dado un ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes" (12-15).  Muchas personas piensan que les es imposible perdonar una ofensa, que tal ofensa ha sido demasiado pesada y dolorosa para ellas y en no pocos casos viven años de resentimiento y rencor hacia el que los ofendió. ¿Qué hacer?

Ciertamente por nuestra naturaleza humana y sus fuerzas frágiles no somos capaces de perdonar, ni tenemos la misma mentalidad o las mismas actitudes que las de Jesús. Por eso, Él dice que sin Él no podemos hacer nada. Pensemos bien en lo que significa eso y en quién es Él. En el Prólogo del Evangelio de San Juan leemos que en Él, por Él y para Él todo ha sido creado. En la Carta a los Colosenses, San Pablo escribe: "El es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque por él fue creado todo, en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible...El es anterior a todo y todo se mantiene en él (Col 1,17-17).

Sí es cierto que no podemos perdonar, no podemos amar como Jesús nos pide, pero si de verdad estamos en comunión con él "como el sarmiento y la vid", todo cambio. No estamos solos ni dependientes de nuestras propias fuerzas para lograr hacer el bien, cumplir sus mandamientos, sin Él nos da la fuerza. Nos envía su Espíritu que es fuerza y poder de Dios para alcanzar hacer lo que por nuestra naturaleza herida por el pecado, y por nuestras malas tendencias no podríamos hacer solos. Pero también tenemos que darnos cuenta que esta identificación no es no es algo que podemos alcanzar en un día y sin grandes esfuerzos, pues dice que el Padre hace la poda. Es un proceso doloroso pero necesario.

Para muchos, de acuerdo con la mentalidad contemporánea,  el gran mal del mundo es el sufrimiento, pero aquí en el evangelio parece que el mismo Padre es el que provoca el dolor y el sufrimiento. Si no se poda un árbol frutal, no da el fruto que se puede esperar de él. Así nosotros también, necesitamos de una "poda". Por ello, la Iglesia nos propone tiempos de penitencia como la Cuaresma para que podamos examinar bien nuestra conciencia  darnos cuenta de que no vamos tan bien que digamos. Pasa también lo mismo con la casa. De vez en cuando tenemos que darle una limpieza a fondo, fumigarla para eliminar insectos desagradables como las cucarachas.

Aquí en el Evangelio de San Juan, Jesús repite algo que también encontramos en los otros evangelios, cuando proclama que todo lo que le pedimos "en su nombre lo hará". Pedir en su nombre sólo se puede hacer si estamos en unión con Él, como dice San Pablo, "ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí". Si estamos sinceramente en comunión con Él, pediremos solamente lo que más nos conviene. En el Evangelio de San Lucas, añade que lo que nos dará es el Espíritu Santo, pues con él tenemos todo lo que necesitamos para vivir una vida según la voluntad de Dios y unir el cielo con la tierra, como lo que pedimos en el Padre Nuestro "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Cuando San Agustín dice "ama y haz lo que quieras", se asemeja a esto que dice Jesús. No pediremos ni haremos lo que no está conforme a la voluntad del Señor.

Mientras estamos en este período de Pascua, aprovechemos para darnos cuenta de quién es el Señor, que en el bautismo nos ha incorporado a Él, nos ha comunicado el Espíritu Santo, que es el que lo guió a lo largo de todo su vida, hasta la cruz y lo comunicó a la Iglesia en Pentecostés, que no estamos solos, que no debemos desfallecer en nuestra lucha por seguirlo, que sin él no podemos hacer nada que valga la pena, y sobre todo no podemos alcanzar la meta de nuestra vida.
































































































































































































































































































































































































































viernes, 1 de mayo de 2015

¿Por qué las mujeres no quiren tener hijos

MUJERES QUE NO QUIEREN TENER HIJOS.

Primero, tenemos que preguntarnos si es cierto o no que las mujeres no quieren tener hijos. Al parecer las europeas y en general las del así llamado Primer Mundo o de los países desarrollados no quieren tener hijos o cuando mucho se contentan con uno. Cuando era párroco en un pequeños pueblo en España, me comentó una mujer que ya llevaba dos años de casada que consideraba que tener hijos era algo tan comprometedor que ella no se sentía preparado para asumir un deber y unas obligaciones tan tremendas. En las charlas prematrimoniales les hablaba del tema de los hijos y en general notaba que los hombres querían tener varios hijos y las mujeres eran reticentes. ¿No es cierto que el instinto de la maternidad es de los más fuertes y el deseo de propagar la especie es algo inscrito en la naturaleza, no solo de los hombres, sino de todo ser vivo.

Hace rato estuve viendo una web en inglés procedente de Estados Unidos que afirmaba que los hombres ya no quieren casarse, debido principalmente al derrotero del feminismo radical que afecta la sociedad de tal manera que se tiende a despreciar al varón en la sociedad. La práctica totalidad de los comentarios de los lectores de esa web estaban de acuerdo que casarse es algo sumamente complicado para un hombre norteamericano en los tiempos que curren. Uno comentaba que era dueño de una gasolinera cerca de la cual pasaba una gran autopista, de manera que con ese negocio próspero tenía unos excelentes ingresos y una buena situación económica. Se casó, y a los noventa días, la mujer lo divorció. Tuvo que pagarle $100,000 y probablemente quedó en la ruina económica.  En Estados Unidos, hasta 73% de los divorcios son a petición de la mujer. Es más, hay abogados inescrupulosos que asesoran a las mujeres en casos de divorcio para que hagan denuncias falsas de maltrato. En tales casos, la desgracia del hombre está asegurada. Si ella es la que le agrede a él, lo pega con un bat de beisbol, por ejemplo, y se le ocurre llamar a la policía, ¿a quién detienen? Pues, a él. Es más, probablemente acabará en la cárcel, perderá su casa y no podrá ver a sus hijos. De este tipo de casos hubo varios.

Si uno le hace caso a la prensa, pensaría que el problema de la violencia y maltrato doméstico es 100% de hombre sobre mujeres. Sin embargo, estudios en Estados Unidos y el Reino Unido manifiestan que se trata más bien de 60% de hombre contra mujer y 40% de mujeres sobre hombres. En este último caso es muy difícil de tener porcentajes correctos porque la mayoría de los hombres agredidos por mujeres no denuncian, por razones obvias y sobre todo porque el sistema de justicia es totalmente contrario al varón. Es más, muchas de las denuncias por violación son falsas. Todo esto como resultado nefasto del feminismo reinante en las sociedades occidentales. Pues, lo que tenemos es que muchos hombres no quieren casarse y muchas mujeres, aunque casadas no quieren tener hijos.

A continuación copia algunos comentarios que he encontrado en otra web, esta vez proveniente de México, en el que la práctica totalidad de las mujeres que comentan el artículos sobre el tema se manifiesta contraria a tener hijos:

 Una comenta: Si yo hubiera sabido lo que iba a sufrir no los hubiera tenido, y más porque mis hijos nunca lo han apreciado. 

Parece que ésta, como otras muchas, no se da cuenta de que no hay amor sin sufrimiento y que gracias al sufrimiento el hombre madura y crece llegando a ser mejor persona. 


Otra prosigue: 

"La verdad los niños son muy bellos pero solo me gusta tenerlos por un rato, por eso nunca quise tener hijos, siempre pensé que tenerlos es sacrificarse demasiado y sacrificar muchas otras cosas, casi olvidarse de uno mismo, estoy de acuerdo con eso de que las madres son maravillosas porque lo entregan todo por sus hijos, en especial mi madre que tuvo 9 pero yo quise pensar mas en mi, y no me arrepiento, a veces son tan complicados los adolescentes y necios los niños que cuando veo a los padres todos atormentados siempre me repito adentro de mi,: menos mal que yo no tengo esos diablitos". 

Lo mismo, tener hijos es sacrificar demasiado, "casi olvidarse de uno mismo". Ésta desconoce la ley de la vida que entregó Jesús: El que quiere salvar su vida  ha de perderla, como Él que entregó su vida en la cruz con su amor extremo, que luego alcanzó el triunfo verdadero en la nueva vida de la resurrección. Como en todos los comentarios de este artículo, priva el egoísmo: "quise pensar mas en mi, y no me arrepiento". 

Aquí va otro comentario, bastante penoso:

"De verdad que se ven tantos casos en que los hijos no le sirven a sus padres si no para darles dolores de cabeza, pienso que ser madre es lo mas bello que me ha pasaos (sic)  en mi vida, pero si lo hubiera pensado mejor, no los habría tenido, es tanto el sacrificio y el compromiso con mis niños, que no tengo tiempo para mi y eso me aflige.. Y cuando uno esta viejo empiezan los hijos a pelearse por quien va a quedarse con la vieja por que ya estorba.. Muy triste". 

Ella ve a los hijos como algo que ha de servir, es decir, utilitariamente. No ve más que dolores de cabeza. Otra vez, egoísmo, pues lamenta no haber tenido tiempo para sí. Comparte con muchas familias el hecho del cuidado de los padres. Tal vez los educó a ser egoístas y lo que sembró, recoge ahora. 

Otra que da más de lo mismo, pena, dolor, pues se arrepiente de haber tenido a los hijos: 

"Efectivamente, siendo una persona racional, al darte cuenta que los hijos son una responsabilidad que marcará toda tu existencia, que de la madre depende, como vivirán sus hijos, si no se tiene, ni la preparación, ni el dinero , ni la madurez, lo mejor es no traer hijos al mundo, que no tendrán un buen nivel de vida y mucho menos serán felices ". 

http://www.mamanatural.com.mx/2013/08/por-que-algunas-mujeres-deciden-no-tener-hijos/

En todos los comentarios se nota una falta de visión de fe, del proyecto de Dios para cada persona, una conciencia de lo que es el verdadero amor que se puede vivir en el matrimonio y la familia. Tienen una visión utilitaria y materialista de lo que es una gran misión, la de colaborar con Dios para que nazcan nuevo hijos suyos, la misión de colaborar en su educación  y en el proceso salir del egoísmo que caracteriza todos los comentarios que se encuentran en este blog y en otros similares. No estoy diciendo que este tipo de mujer sea mayoría, y es de suponer que mayormente serían ellas las que entren y comenten en un blog que trata del este tema. También se nota una cierta culpabilidad de parte de algunas de ellas. 

Parte del problema es que hoy en día con el feminismo radical que tiene mucha influencia en los medios y en la política, se considera que la mujer ha de realizarse principalmente a través de una carrera profesional y criar hijos le resulta un estorbo ante las expectativas del mundo profesional y empresarial con la ley de la competitividad. En fin, se tiene que masculinizar, mientras el varón se tiene que feminizar. El mundo al revés. Estamos en un dictadura de lo económico y en el pansexualismo, y con frecuencia se quiere la adolescencia perpetua, el así llamado Síndrome de Peter Pan. 

¿La  próxima sesión del  Sínodo de Obispos que celebrará en octubre de esta año dará algunas pautas acerca de este problema de no querer tener hijos. Claro, es resultado directo del uso de los anticonceptivos y el convertir la sexualidad humana en una fuente de placer, olvidando los otros muchos valores que tiene, como la unión de las personas, grandes oportunidades para olvidarse de uno mismo y entregarse a otros, que es el único modo de crecer, madurar y ser personas humanas verdaderas, según el proyecto de Dios, realizado en primer lugar en Jesucristo, en su Santísima Madre y en tantos santos. Dijo Jesús: "No hay amor más grande que el da la vida por el amigo". Una de las que comenta en el blog cuenta que quedó embarazada porque fallaron los anticonceptivos. La mentalidad anticonceptivo, anti-vida está llevando al suicido demográfico de los así llamados países desarrollados, con Japón y Europa en la delantera y Estados Unidos no tan atrás. Si no fuera por los inmigrantes hispanos a Estados Unidos probablemente estaría en la misma crisis demográfica de la población con un aumento desproporcionado del número de personas mayores. En Europa dentro de una generación la gran mayoría de los jóvenes serán musulmanes, con todo el cúmulo de problemas que eso implica, porque no son capaces de integrarse en la sociedad, y una vez que llegan a un 10% de la población, intentan imponer su ley sharía barbárica al resto de la población. Todo esto resultado de la falta de esperanza y del egoísmo de la generación actual. 

Al parecer el Cardinal Kasper y el resto de los obispos alemanes han secuestrado este Sínodo con la propuesta imposible de dar la comunión a los divorciados y vueltos a casar civilmente. A no ser que haya un gran vuelco, comparado con lo que hubo en la sesión de octubre de 2014, personalmente no espero prácticamente nada de este Sínodo. Habrá que rezar mucho para que mi predicción no se cumpla.