sábado, 25 de abril de 2015

EL BUEN PASTOR

IV DOMINGO DE PASCUA. EL BUEN PASTOR

En este domingo es tradicional la lectura del Evangelio de San Juan c. 10, en la que Jesús se proclama EL BUEN PASTOR. La imagen de un Jesús joven que lleva una oveja sobre los hombros es una de las más antiguas que se encuentran en la Roma de las catacumbas, de manera que para los cristianos de los primeros siglos era la imagen de Jesús más querida por aquellos cristianos.

 Desde el tiempo del Papa Beato Pablo VI, se celebra también en este domingo, el Día de Oraciones por las Vocaciones Sacerdotales y a la Vida Consagrada. Ya el mismo Jesús dijo que "la mies es mucha y los operarios pocos", pero no hace muchos años o décadas no había una escasez tan apremiante de vocaciones. En el pueblo donde yo me crié en Irlanda, que tenía en aquel entonces unos 3000 habitantes, cada año salían 3 o cuatro vocaciones al sacerdocio, sin mencionar religiosas. Ahora estamos en la época de secularismo, relativismos, consumismo y otros varios "ismos", sin olvidar la revolución sexual,  y en esta época posmoderna al joven o la joven le cuesta mucho lanzarse con generosidad a consagrar su vida a la vocación del seguimiento de Jesucristo consagrándose a la misión evangelizadora de la Iglesia. Además, en la vieja Europa, (poblada ya por más y más ancianos y menos jóvenes) hay menos posibles vocaciones porque hay menos generosidad ente los padres para traer hijos al mundo, gracias en gran medida al uso de los anticonceptivos y la mentalidad anti-vida y pro-consumo, juntamente con el sistema económico y el gran número de parados. Algunos, incluso obispos,  proponen convertir la tradición bimilenial de la Iglesia de tener un clero célibe o en la Iglesia antigua continente, es decir, se ordenaba a personas casadas pero tenían que comprometerse ellos y sus esposas a seguir la "lex continentiae". Si la Iglesia logra impulsar la misión evangelizadora, si logra tener un número suficiente de sacerdotes celosos y santos que inspiren a los jóvenes a seguir al Señor, si logra  atender pastoralmente mejor a las familias, además de la oración creo que va a tener las vocaciones que necesita, aunque no siempre en suficiente número. Tengamos muy presente esta intención en este IV Domingo de Pascua. 

El tema de Dios  como Pastor de su Pueblo, y de los reyes llamados a ser pastores es muy frecuente en todo el Antiguo Testamento. Tenemos el conocido Salmo 23, "El Señor es mi Pastor, nada me falta", en el c. 37 del libro de Ezequiel, el Señor promete a través de las palabras del profeta, que dado el fracaso de los reyes y su infidelidad, él mismo sería el Pastor de su Pueblo, Israel. Obviamente este sería el contexto de la declaración de Jesús que Él es el Buen Pastor. Lo que Dios había prometido a través de Ezequiel se cumple en Jesús. Esta afirmación sería también una clara afirmación de su divinidad, como lo son las palabras del Prólogo del mismo Evangelio de San Juan, "El Verbo era Dios".

Estamos tan acostumbrados a esta noción de Jesús como Buen Pastor y  la pastoral, que casi no nos damos cuenta de lo que implica que Jesús sea el Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Sin duda nos parece bien que un pastor cuide sus ovejas, que las guíe a buenos pastos, que haga todo lo posible para defenderlas cuando aparece un lobo o una jauría de lobos. Pero también nos parece normal que en el caso de haber hecho todo los posible para defender su rebaño de los lobos, y los lobos comiencen a atacarlo a él, que se dé a la fuga para salvar su propia vida, pues la vida de una persona no tiene ninguna comparación con la de unas ovejas. Sin embargo, ésta no es la lógica que sigue Jesús. Él como Buen Pastor está llamado a entregar su vida por sus ovejas, es decir todos nosotros y lo hizo en la cruz. ¿No parece exagerado esto también en cuanto que gran parte del Antiguo Testamento nos cuenta la infidelidad del pueblo, la multiplicación de los pecados, sobre todo la idolatría, pues todo pecado grave es una idolatría en cuanto que a través de él colocamos a otra cosa en el lugar de Dios, lo convertimos en ídolo y le rendimos culto? La lógica de Dios no es la nuestra. Recordemos la parábola de los viñadores malvados y cómo el dueño de la viña les arrendó su viña para que produjeran su fruto, El dueño de marchó de viaje y cuando mandó a sus servidores a cobrar luego de la cosecha, no quisieron pagar, los  atacaron  incluso mataron a uno de ellos. Luego mandó más, y les pasó lo mismo. Luego decide enviar a su hijo con la esperanza de que lo fueran a respetar, pero se dijeron ente sí, que es el heredero y lo mataron "fuera de la viña". ¿Pero qué dueño de una viña arrendada cuyos inquilinos no pagaran lo debido. Ningún pastor dejaría abandonadas 99 ovejas en el desierto para buscar a una y luego hacer fiesta por haberla encontrado. Cualquiera lo consideraría irresponsable incluso loco.

Otro aspecto del cuidado del Pastor por sus ovejas es que ellas conocen su voz y que los llama por su nombre. "Yo soy el Buen Pastor. Conozco a mis ovejas y  mis ovejas me conocen a  mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre y daré mi vida por estas ovejas".  Jesús afirma que conoce a cada uno personalmente y por su nombre y que las ovejas reconocen su voz. Esto nos puede parecer exagerado también porque posiblemente tenemos una noción de Dios como uno que no se involucra mucho en nuestras vidas y lo más que alcanza es conocernos por mediadores, pero no es así. Ya el salmo 139 expresa cómo nos conoce Dios: "Señor, tú me escrutas y conoces: sabes cuando me siento y cuando me levanto, mi pensamiento calas desde lejos: esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas" (S 139,1-2). Es más, las ovejas reconocen la voz del pastor y la siguen, cosa que no hacen con otro que no es el pastor.

Dios quiere que este aspecto de la misión de Jesús, el de ser Buen Pastor perdure en su Iglesia a través de nuestro obispos y sacerdotes. Promete en el libro de Jeremías que dará pastores a su pueblo. Por eso, estamos pidiendo al Señor que cumple para nosotros esta promesa. Pero podemos suponer que el Señor siempre cumple sus promesas, debido a que una de sus principales cualidades, según la experiencia de su pueblo Israel, es la de la fidelidad. Es constante y "eterna es su misericordia". Los pastores humanos, que han sido elegidos para representar al Señor no siempre han cumplido su misión con fidelidad, y debido a sus falencias han hecho mucho daño a la Iglesia, dificultado su testimonio en el mundo. En décadas recientes esta realidad se hizo más patente con la crisis de la pederastia de un cierto número de sacerdotes y el mal manejo del tema de parte de no pocos obispos. Además de pedir al Señor que mande operarios a su mies  en este Domingo de Oración por las Vocaciones, pidamos por la fidelidad y perseverancia de los que ya obran en la viña del Señor.

sábado, 18 de abril de 2015

La extraña resurección

Según el evangelio de San Lucas cuyo relato sobre la aparición de Jesús a los apóstoles poco después de la vuelta de los dos discípulos de Emaús a Jerusalén, que corresponde a este Tercer Domingo de Pascua, Jesús se apareció en medio de ellos y les saludó con el mismo saludo shalom que hemos escuchado en la aparición del domingo pasado en el Evangelio de San Juan. La reacción de ellos fue de pánico y temor porque pensaban que veían un duende o algún tipo de espíritu. Jesús tiene que asegurarles preguntándoles por qué estaban asustados y por qué se les ocurre tales ideas, es decir, la idea de que se trata de un espíritu. San Lucas explica que se había asustado por pura alegría. Es decir, la aparición de Jesús resucitado fue algo tan extraordinario e inaudita que no sabían reaccionar. Por una parte estaba la evidencia de la presencia de Jesús que era innegable, y por otra, sabían perfectamente que Él había muerto verdaderamente,que se había sellado el sepulcro, y por ello, encontrarlo vivo en medio de ellos no lo podían asimilar.

Nosotros podríamos pensar que la gente del mundo antiguo era crédula y dispuestos a creer en historias de duendes, fantasmas y otras cosas del mismo género, pero no es así. Seguramente, ellos conocían muchas historias de este tipo, y no se iban a dejar engañar tan fácilmente. Algunos exegetas han sugerido que la historia de la resurrección era producto de la imaginación de los discípulos de Jesús, que "la memoria de Jesús perduraba" y así lo proclamaron resucitado de  entre los muertos. Nada más lejos de la verdad y la realidad de la resurrección, pues está claro a partir de todos los relatos que en manera alguna esperaban algo tan inaudito. Aquí, Jesús les pide que le den algo de comer y dice que Él tiene carne y huesos como ellos. Le dan un pedazo de pescado y lo come. Con esto queda claro que no se trata de nada similar a fantasmas o duendes, sino su verdadero cuerpo con todos sus órganos.

Al igual en su predicación antes de su muerte, Jesús deja clarísimo que no vino para satisfacer las ansias o expectaciones de la gente. Una vez que termina de convencer a los apóstoles acerca de su verdadera identidad que en aquel momento les había extrañado y extrañado tanto, procede a entregarles una misión exigente. Les explica el sentido de su muerte y resurrección, "Según la escritura", que todo lo que quedó escrito en la Ley de Moisés, los Salmos y los Profetas tenía que cumplirse y de hecho se cumplió precisamente en su muerte y resurrección. Su misión de Mesías implicaba sufrimiento, dolor y muerte. "En nombre de Él la penitencia, para la remisión de los pecados será predicada a las naciones, empezando desde Jerusalén, y ellos son testigos de todo eso".

En nuestro mundo actual el gran mal es el sufrimiento, el dolor y se llega a verdaderos extremos antes inimaginables para luchar contra el dolor y eliminar el sufrimiento. En cambio, Jesús manda a los apóstoles a predicar la penitencia y la remisión del pecado que están íntimamente relacionadas. Es el mismo mensaje que entregó Jesús al dar inicio a su predicación según el Evangelio de San Marcos, conviertanse. La penitencia implica en primer lugar reconocer que nos hemos equivocado de camino, que hemos pecado y hemos hecho mucho mal. Luego implica cambiar de rumbo, hacer lo que nos parece doloroso porque en vez de hacer algo placentero se trata manifestar este cambio de rumbo con obras claramente difíciles y penosas para nuestro orgullo y nuestra sensibilidad. Jesús no quiere ni necesita de predicadores que ablandan su mensaje, que reducen el cristianismo a una mensaje de buena voluntad, de cierta solidariedad, que lo reducen a una cierta filantropía. 

También en nuestra primera lectura de hoy, donde San Pedro se enfrenta con el Sinhedrín y acusa a sus miembros de haber entregado a Jesús Pilato y les dirige la siguiente exhortación: "Ahora, arrepiéntanse y conviértanse para que todos sus pecados sean perdonados, y así el Señor hará venir tiempos de consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado desde el principio para ustedes" (He 3,1). Aquí San Pedro no tiene ningún  miedo de declarar a sus oyentes, los jefes de los judíos del Sinhedrín pecadores y necesitados de penitencia. Hoy en día muchos no quieren reconocer sus pecados y quieren que la Iglesia adecue su doctrina para acomodar su conciencia errónea.

También San Pablo está convencido de que no puede haber salvación alguna sin la fe en Jesucristo resucitado y así manifiesta esta verdad a los corintios : Ahora, hermanos quiero recordarles la Buena Noticia que les anuncié: la que ustedes escribieron y en la que perseveran fielmente, por ella son salvados, siempre que conserven el mensaje tal como yo se lo prediqué, de lo contrario habrían aceptado la fe en vano. Ante todo, les he transmitido lo que yo mismo había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó  al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefas y después a los Doce, luego  se apareció a más de quinientos a la vez..." (1 Co 15, 1-6).

Sí el hecho de la resurrección de Jesús es extraño, pero sin él no hay cristianismo, ni hay salvación. No podemos exagerar su importancia en nuestra vida concreta.






sábado, 11 de abril de 2015

LA DIVINA MISERICORDIA

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA: DE LA DIVINA MISERICORDIA

Tradicionalmente este domingo se llamaba Dominica in albis, es decir, Domingo en Blanco. Esto porque al ser bautizados en la Vigilia Pascual a los neófitos se les colocaba una túnica blanca, simbolizando la pureza y la novedad de vida alcanzada en el bautismo. A lo largo de los días de la Octava de Pascua, los Padres de la Iglesia predicaban sermones acerca de los misterios, de manera especial, la Eucaristía. Esta predicación se llamaba Catequesis Mistegógica. La reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano quiso recuperar el sentido original de la cincuentena de Pascua, desde el Domingo de la Resurrección al Domingo  de Pentecostés, siendo este domingo ya no el Primer Domingo después de Pascua, sino el Segundo Domingo de Pascua. San Agustín, el más grande de los Padres de la Iglesia y el más elocuente y profundo en su predicación acerca del misterio de la Pascua, llama este período pascual leatissimum spatium, un período de grandísima alegría.

"En 1931 en Polonia, la monja Sor Faustina Kowalaska recibió una revelación del Señor en la que veía una imagen de Él y el mismo Señor la mandó procurar que se pintara una imagen que recogiera las características de la imagen que ella vio:

La imagen del Señor de la Divina Misericordia fue pintada por ordenes dadas del propio Jesús el 22 de febrero de 1931 en Plock (Polonia): “Al anochecer -escribe Santa Faustina- estando en mi celda, ví al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido.(..) Después de un momento, Jesús me dijo: "Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma:  Jesús en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y  (luego) en el mundo entero" (Diario, 47)" (http://www.jesusdivinamisericordia.org.mx/JDM.SSO.ES/laimagen.html). 

El Papa San Juan Pablo II, ya antes de llegar a ser papa, tenía una gran devoción al Señor de la Misericordia y estaba profundamente convencido de la necesidad de que se conociera y experimentara la misericordia de Dios en el siglo XX, el siglo probablemente de la mayor violencia de toda la historia. Por ello, le dio prioridad a la difusión de esta devoción de la Divina Misericordia en su Pontificado y escribió su segunda encíclica Dives in misericordia sobre este tema. Además, canonizó a Sor Faustina y gracias al impulso que le dio él, esta devoción se ha extendido a todo el mundo y en un grandísimo número de iglesia y hogares se encuentra la imagen. Millones de católicos practican este devoción.

La misericordia, el aspecto más exquisito del amor de Dios.

No cabe duda de que el Evangelio de San Juan y su Primera Carta pone un énfasis enorme en el amor de Dios, llegando a afirmar que Dios es amor. Desde el punto de vista de la etimología, misericordia significa conmoverse por el mal, la miseria de otro. Tiene que ver con la compasión, que significa "sufrir con". La experiencia bíblica de Dios, ya desde el Antiguo Testamento es totalmente diferente de concepto de los dioses paganos. Los paganos contemporáneos de los Israelitas, veían a sus dioses con temor, porque consideraban que si no los aplacaban, les harían un gran daño. Un Dios misericordia, rico en clemencia, siempre dispuesto a perdonar es una idea revolucionaria que se encuentra en la Biblia. Se utiliza la palabra hebrea hesed para expresar este amor misericordioso de Dios. El Papa San Juan Pablo II hace una larga explicación de esta palabra en su encíclica, Dives en misericordia, mencionada arriba.

En los evangelios, probablemente la imagen más impactante del Padre misericordioso es la del Hijo Pródigo. Muchos comentadores consideran que la parábola debería de llamarse no del Hijo Pródigo sino del Padre Misericordioso. El gran pintor holandés  del siglo XVII Rembrandt tiene la que probablemente es la pintura que mejor representa la escena de la vuelta del hijo a la casa paterna. También el Profeta Isaías trae a la memoria la imagen de una madre que no puede olvidarse de su hijo como una ayuda para conocer el amor y la misericordia de Dios: ¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, yo no me olvido de ti? (Is 9,5).

El amor y el cumplimiento de los mandamientos

Nuestra segunda lectura de hoy,  de la Primera Carta de San Juan, afirma: "El amor de Dios consiste en esto: que cumplamos sus mandamientos, y sus mandamientos no son pesados" . No basta especular sobre al grandeza del amor de Dios, ni llorar ante el crucifijo, ni dedicarse a hacer teología sobre el tema, lo primero es cumplir los mandamientos de la ley de Dios. Como dice el dicho popular obras son amores no buenas razones. También Jesús dice que no basta decirle "Señor, Señor", sino que hay que cumplir la voluntad de Dios. Pensemos hoy, pues, en los mandamientos que más descuidamos. Puede ser el primero si nos olvidamos de Dios y el hecho de que sí es el Señor, o el tercero, si no respondemos a la convocación del Señor de participar en la Sagrada Eucaristía cada domingo y hacer que el domingo sea de verdad Dia del Señor; o el sexto que hoy muchos le hacen caso omiso y consideran el sexo como una suerte de recreo; o el octavo que prohíbe la mentira.

Debemos de recordar que todos los atributos de Dios se identifican en Él. No podemos decir, que yo estoy a favor de la misericordia, pero la justicia no. Todo en Dios es absolutamente simple, y la única distinción que hay es la de las tres personas, de manera que la misericordia de Dios se identifica con su justicia, con su sabiduría, con su omnipotencia etc. Nuestra mente necesariamente tiene que distinguir, pero en Dios todo es simple.

La misericordia de Dios y el Sacramento de la Penitencia

Nuestro evangelio de hoy nos presenta la escena de la aparición de Jesús a los doce apóstoles en el Cenáculo en la tarde del domingo de la resurrección. Es lógico que al aparecer Jesús sin tener que pasar por ninguna puerta los apóstoles se hayan asustado. Ellos lo habían abandonado, Pedro lo había negado, de manera que podemos imaginarnos que tendrían miedo de que les echara en cara su pésimo comportamiento. Sin embargo, Jesús los saludo con esa palabra maravillosa shalom que significa que uno desea al otro la suma de todos los bienes mesiánicos incluyendo la plena reconciliación con Dios. Jesús repite el saludo hasta tres veces en este pasaje.

En ningún caso Jesús los recrimina, sino que renueva la misión que ya antes de su muerte les había confiado. En realidad se trata de la misma misión que Él había recibido del Padre y ahora la comunica a ellos. La misión necesita de la comunicación del Espíritu Santo. Por ellos dice Jesús: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los  pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,23). Se trata del texto más importante referente a la institución del Sacramento de la Penitencia.  Es el sacramento especialmente instituido por Jesús para manifestar la misericordia de Dios.

Tal vez el aspecto más doloroso que se ha manifestado en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II es el abandono de este sacramento de parte de un gran número de católicos de muchos países, algunos más que otros. El Papa Francisco ha colocado como eje de su Pontificado el tema de la misericordia y no sólo ha proclamado un próximo Año de la misericordia, que empezará el 8 de diciembre del presente año, sino también él mismo se ha puesto a confesar en San Pedro y ha acudido a un confesionario a confesarse él. ¿Es que hoy en día se peca menos que antes, o más bien se ha perdido el verdadero sentido del pecado? Hay personas a quienes les cuesta creer que Dios las puede perdonar. El reconocimiento de sus pecados es un don de la gracia, pero estas personas han de pedir a Dios la gracia de experimentar su infinita misericordia. Podrían repetir el Salmo Responsorial de hoy, 117, que el el salmo de la Pascua por excelencia: "Dad gracias porque es bueno, porque es eterna su misericordia". Es infinita y no tiene límites. Hay otros que tampoco son capaces de experimentar la misericordia de Dios porque gracias a racionalizaciones, se convencen de que son "buena gente" y que en realidad no tienen pecados. El que no se reconoce como pecador, tampoco puede tener la experiencia de la misericordia de Dios.

Conclusión

Abramos nuestros corazones en este domingo segundo de Pascua, Domingo de la Misericordia de Dios para que podamos de verdad encontrarnos con ese Dios que es misericordia y que tiene infinitas ganas de perdonarnos, de reconciliarnos con Él. Esto lo ha demostrado entregando a su propio Hijo hasta la muerte más horrorosa de la cruz. Examinemos bien nuestra conciencia y acudamos al sacramento de la Reconciliación o la Penitencia.

sábado, 4 de abril de 2015

Domingo de Resurrección

Homilía de Domingo de Resurrección

"Este es el día que ha hecho el Señor, la Fiesta de todas las Fiestas y nuestra Pascua: la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne". Así proclama el Calendario de la Iglesia Occidental la celebración de la Pascua. Igualmente el Calendario de las Iglesias Orientales proclama: "El grande y sagrado domingo de la Pascua, en el cual celebramos la Resurrección de Nuestro Señor y Dios, Nuestro Salvador Jesucristo que nos da la vida". 

La alegría y la exaltación de esta fiesta, la más grande de todas las fiestas cristianas es evidente en los escritos de los grandes Padres de la Iglesia. San Agustín dice: "Ved qué alegría, hermanos míos, alegría por vuestra asistencia, alegría de cantar salmos e himnos, alegría de recordar la pasión y resurrección de Cristo, alegría de esperar la vida futura. Si el simple esperarla nos causa tanta alegría, ¿qué será el poseerla". San Gregorio de Nazianzo escribe: "La fiesta más alta  y la celebración más grande sobrepasa tanto no sólo las fiestas cívicas sino también los otros días de  fiesta del Señor, es decir, es como el sol en medio de las estrellas". 

A lo largo de los siglos se han desarrollado diversas tradiciones que expresan esta gran alegría de los cristianos en la ocasión de la celebración del Domingo de Pascua. En los primeros siglos del cristianismo los neófitos o recién bautizados eran vestidos con un vestido blanco luego de haber sido  bautizados y de haber recibido la unción con el crisma. A lo largo de la semana de Pascua llevaban su vestido blanco. De ahí se desarrolló la costumbre de los cristianos de estrenar vestidos nuevos en el Domingo de la Resurrección, como símbolo de la nueva vida que el Señor nos ha alcanzado en el bautismo y que se celebra en la Pascua. Otras costumbres tradicionales que hay en varias partes de Europa son: la de tocar las campanas de la iglesia intermitentemente a lo largo de todo el día Domingo de Pascua. La gente se abraza y se dice uno a otro: "Jesucristo ha resucitado" y el otro responde "Verdaderamente, Jesucristo ha resucitado". En Austria, terminada la Misa la gente de un pueblo iba pasando de una casa a otra a desearse una Feliz Pascua y en cada casa degustaban diversos alimentos típicos de la ocasión. En otros casos se tenía casa abierta para que los familiares y vecinos, incluso desconocidos pudieran compartir el almuerzo con la familia en este gran domingo. Otra costumbre era la de la risa pascual. El párroco, luego de los sermones lúgubres y pesados sobre las verdades eternas que se acostumbraba predicar en la Cuaresma, en el Domingo de Pascua les contaría a sus congregaciones historias chistosas y alegres con alguna lección moral que provocaba risa entre los congregados en la Iglesia. En fin, con otras muchas costumbres y con una multitud de himnos y cantos  la gente de aquellas épocas expresaban su gran alegría por la victoria de Jesús sobre el pecado, el mal y la muerte en la Pascua. 

El sepulcro

Sabemos que el Viernes Santo luego de morir en la cruz, el cuerpo de Jesús fue colocado de manera precipitada en el sepulcro de José de Arimatea debido a que dentro de poco tiempo se iniciaba el Gran Sábado, que según San Juan, coincidía en aquel año con el 14 de Nisán, la fiesta de la Pascua de los judíos. También se insiste en que las mujeres, las mismas presentes al pie de la cruz constataron que el sepulcro se había cerrado y como todos se retiraron a sus casas, pues según la Ley no podían hacer casi nada el día sábado, pudiendo caminar un cierto número de pasos. 

Creo que todos hemos experimentado el hecho de que los cementerios son lugares tranquilos que provocan en los que los visitan una sensación de paz, deseos de reflexionar sobre el sentido de la vida y la muerte. Como sabemos, es tradicional que se plante en ellos unos cipreses, que por ello nos recuerdan de ellos y de la muerte. Si vamos a visitar la tumba de algún ser querido, además de llevar flores y rezar por su eterno descanso, nos vienen a la memoria escenas de su vida, experiencias que hemos vivido juntos. Probablemente también pensamos en el hecho de que algún día nos llevarán a nosotros a un cementerio. Hoy en día con la introducción de la tecnología del crematorio se nos priva de ir a visitar el cementerio y rezar delante del sepulcro del ser querido y que pasen por nuestra mente los episodios dignos de recordar de la vida del difunto. La Iglesia permite la cremación, aunque recomienda que los cuerpos de los cristianos difuntos sean enterados como lo fue Jesús y como ha sido tradicional a lo largo de todos los siglos cristianos. 

María Magdalena, que era la que más amaba a Jesús, quiso llegar sepulcro con el corazón apesadumbrado para llorar y también para ungir su cuerpo. Al llegar a un sepulcro, lo último que podríamos esperar es alguna novedad o acontecimiento extraordinario, pero esto es lo que sucede en nuestro evangelio de hoy. Las mujeres están preocupadas sobre cómo van remover la piedra que cerraba la tumba de Jesús, trabajo que requeriría al menos tres hombres porque la piedra era como una rueda pesada de pura piedra. Al acercarse a la tumba María Magdalena encontró que la piedra había sido removida, lo cual le provocó un gran asombro y mucho temor, como es lógico y la llenó de temor. Fue corriendo a llamar a los apóstoles y acudieron corriendo San Pedro y San Juan. Luego el evangelio nos dice que Juan "vio y creyó", pero no dice exactamente lo que creó. 

Esta experiencia de María Magdalena y de otras mujeres, como cuentan los otros evangelios, no provocó en ellas lo que normalmente una visita a una tumba provoca en nosotros, un sentido de paz, de reflexión, de meditación acerca de la vida del difundo y la finalidad que implica la muerte. Provocó un gran asombro y temor. El encuentro de esta tumba vacía provoca un verdadero choque con nuestra mentalidad normal. Lo que parece seguir de las leyes de la naturaleza en realidad  no se da. Se da exactamente lo contrario. Revuelca todas nuestras concepciones comunes. De hecho, en el evangelio de San Mateo, el ángel que se encuentra dentro de la tumba, les dice a las mujeres: "¿Por qué buscan entre los muertos a aquel que vive?". ¿Qué lógica podía tener esa pregunta para las mujeres que había constatado el Viernes Santo que sí habían enterrado el cuerpo muerto de Jesús en esa misma tumba?

Empezando con el descubrimiento y siguiendo con las apariciones del Señor Resucitado, descubrimos y descubrieron las mujeres y los apóstoles que Jesús no está muerto, sino que vive, goza de un nuevo estado de vida superior y definitiva que ninguno de ellos habían imaginado, pese a las predicciones que Jesús había hecho en su vida terrena. La fe en la resurrección de Jesús y por ende de nuestra futura resurrección en Él, es absolutamente fundamental de tal manera que San Pablo puede afirmar: "Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio incluimos falsamente haber resucitado a Cristo" (I Co 15,14ss). El Papa Benedicto XVI añade en su libro Jesus de Nazaret: Efectivamente, si la resurrección no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia médica, de alguien clínicamente muerto. Para el mundo en su conjunto, y para nuestra existencia, nada hubiera cambiado... Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan ninguna duda de que en la "resurrección del Hijo del Hombre" ha ocurrido algo completamente diferente (vol II 285). Afirma que se trata del descubrimiento de toda una nueva dimensión de la misma creación y de nuestra vida. Así podemos comprender la importancia capital que el misterio de la Resurrección de Jesucristo ha tenido y tiene en nuestra fe cristiana.

Conclusión

La alegría a la que la liturgia de este Domingo de la Resurrección del Señor nos invita no es algo que humanamente podemos alcanzar por más que nos esforcemos. Es un don que el Señor Resucitado concedió a las mujeres y a los apóstoles una vez que superaron el primero momento de asombro y temor. Es lo que celebramos no solamente en este Domingo de Pascua sino todos los domingos, que son también de Pascua. Por ello, el domingo se llama "el octavo día", es decir el primer día de la nueva creación. Recordemos que el libro del Génesis nos informa que Dios descansó en el séptimo de manera que el descanso sabático de los judíos es algo íntimamente relacionado con la creación. En cambio, el domingo como primer día de la semana y de la nueva creación que se inaugura con la Resurrección de Cristo al tercer día, y este Domingo de Pascua sobre todo nos introduce de alguna manera en el cielo, como hemos escuchado de la segunda lectura de San Pablo a los Colosenses. Es el comienzo de la gran obra que el Señor concluirá luego según las palabras del Apocalipsis: "Mira, hago nuevas todas las cosas ...Yo soy el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin: al que tenga sed, yo le daré del manantial del agu de la vida gratis" (21,9-10)